José Antonio Labordeta en un libro autobiográfico relata una anécdota hilarante. Pertenecía al Partido Socialista Popular de Tierno Galván y en unas elecciones en Zaragoza cosechó un importante resultado electoral. En esta tesitura, su amigo Mario Gabiria estaba exultante e iba proclamando a los trabajadores que se encontraba en la calle, que no fueran a trabajar al día siguiente. Había triunfado la izquierda y no les haría falta realizar tan penosa labor. Aquellos que somos apasionados de la política vivimos las Noches Electorales como una gran descarga de adrenalina y de utopía, que pocas veces acariciamos. Baste deciros que ante una suculenta cena oficiada por un amigo no probé bocado con el consiguiente enfado del anfitrión. Las noches electorales pueden convertirse en auténticos calvarios o en idílicas noches de boda. Sin embargo, al levantarse uno al día siguiente, contempla que la gente va a trabajar, que la vida sigue.
Las elecciones del pasado domingo han supuesto un importante cambio en el mapa político de Navarra y no digamos nada en el de España. Sin embargo, somos las mismas personas, los mismos ciudadanos de hace tres días. Por ello, es conveniente dar serenidad a los resultados electorales. Y que mejor modo para ello que recurrir a la perspectiva histórica.
El espectro conservador sigue siendo el más ancho del mapa político navarro. UPN ha vendido su resultado como una gran victoria. Básicamente, porque el PP le ha comido menos espacio del esperado. Sin embargo, desde una perspectiva histórica, su resultado no es tan rompedor como nos quieren hacer ver. Han obtenido poco más del 43% del voto válido, con 23 escaños de un total de 50. Lejos de su punto más álgido, su techo, que se estableció en las elecciones del 2003. En las que cosechó 27 escaños; sumando el 49% del voto. Por lo tanto, en el actual escenario arrollador por parte de la derecha en España, su éxito en Navarra es más bien discutible.
El que sí ha experimentado un avance importante es el espacio del nacionalismo vasco en Navarra. Sus 15 escaños y casi el 29% del voto válido, es un resultado histórico para ellos, rompiendo su techo del 26%. Este resultado singular se produce ante un hecho inédito: es la primera vez que todas las opciones del nacionalismo vasco rechazan explícitamente la violencia política. Este resultado expresa, con clarividencia, el daño que ETA ha hecho durante muchos años; no sólo a la ciudadanía en general sino también a la causa del nacionalismo vasco.
Y siempre que hay éxito, aparecen perdedores. Éstos han sido los que habitamos en el espacio de la izquierda social. El resultado obtenido de un 23% del voto válido y 12 escaños bate un récord a la baja. Se encontraba en las elecciones del 1999 con 14 escaños y el 27% de los votos. La crisis económica y cómo a ésta se ha enfrentado el Gobierno de España; las altas tasas de paro; la desvinculación del ciudadano a la política han sido factores que han hecho inhibirse a muchos ciudadanos progresistas que se han refugiado en la abstención. Casi seis puntos superior que hace cuatro años. No es que la izquierda social haya cambiado de ideas es que han preferido no ejercerlas ante el desencanto que tenían. La languidez de este pensamiento no es propia, es común en toda España y en casi toda Europa. Se requiere de una importante reflexión, diría que refundación. El movimiento 15M que nace del espacio de la izquierda nos ha colocado ante nuestros ojos muchas de las debilidades que tenemos.
Así pues, Navarra sigue en su sitio pero la política mudará y mucho, fruto de estas elecciones. Sólo hay que esperar un poco y percibir las tendencias de futuro.