viernes. 26.04.2024
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Una reconocida cadena de comida rápida anuncia con bombos y platillos la llegada de su primera hamburguesa de carne con calificación NutriScore A. En Francia, donde el etiquetado nutricional ha sido creado y adoptado en 2017, la nota NutriScore está siendo utilizada por algunos como una herramienta de marketing. En la televisión francesa, muchas publicidades de productos alimenticios ya incluyen una mención sobre la calificación NutriScore. En España, donde el etiquetado ha sido adoptado por algunos fabricantes de manera voluntaria, también comienzan a verse publicidades similares. 

“Chocapic, con Nutriscore A”, recita el personaje Pico, la mascota del famoso cereal de desayuno de Nestlé. Lo que la publicidad de los cereales para niños omite es que detrás de esta nota, hay una larga historia que incluye una aclaración por parte del desarrollador del etiquetado NutriScore quien reconoció que los cereales mencionados son uno de los agujeros del sistema. 

El caso de los cereales mencionados es uno de los más cuestionados. Inicialmente, el producto obtenía una nota B. En ese entonces, su composición revelaba que cada 100g de producto, había 9g de proteína, 7,8g de fibra y 25g de azúcar. Como el NutriScore solo tiene en cuenta 100 gramos de producto, el suplemento de fibra o proteína permite esconder otros ingredientes perjudiciales como el azúcar. Esta es una de las formas que, según denuncian los expertos, han encontrado los fabricantes para engañar al algoritmo de NutriScore, para obtener mejores notas en la escala.

En 2020, el sitio El Comidista de El País, publicaba un artículo en el que su autor se preguntaba si el etiquetado NutriScore se había convertido en un método para blanquear ultraprocesados. “La industria de los comestibles malsanos ya ha encontrado la manera de manipularlo a su favor”, explicaban. Desde ese entonces, cada vez más voces han expresado su preocupación con respecto al método de cálculo que utiliza el NutriScore para establecer las notas que le otorga a productos. 

El funcionamiento del NutriScore es el siguiente. El sistema evalúa la calidad nutricional de alimentos de acuerdo a la presencia de nutrientes positivos (proteínas, fibra, porcentaje de frutas y verduras), y de nutrientes negativos (azúcar, grasas saturadas, sal, calorías). El algoritmo suma los puntos positivos y resta los negativos, para así llegar a una calificación que se traduce en cinco letras: de la A a la E y en colores del verde oscuro (más saludables) al rojo (menos saludable). 

Basta con mirar algunas de las calificaciones para entender el porqué del desconcierto de los expertos. La Coca-Cola Zero y las patatas fritas de la cadena rápida de los arcos dorados con NutriScore B. El aceite de oliva con NutriScore C y el jamón ibérico con NutriScore D. A pesar de que el NutriScore no ha sido diseñado para comparar productos de diferentes categorías, queda claro que a simple vista, esto puede generar confusión en los consumidores. 

Las preocupantes calificaciones que obtienen ciertos productos tradicionales como el oro líquido español, fueron la primera señal de alerta. Luego, los expertos profundizaron más en las deficiencias del sistema propuesto y encontraron importantes limitaciones. La principal de ellas es el funcionamiento del algoritmo que determina las calificaciones. 

Tras años de intentar convencer a los líderes europeos y a los consumidores de que el modelo NutriScore era prácticamente perfecto, los desarrolladores del etiquetado tuvieron que dar el brazo a torcer y admitieron que el algoritmo debía ser modificado. 

“Cambiar para que nada cambie”. Así definió el científico titular del Instituto de la Grasa (IG-CSIC), Javier Sánchez Perona, en un artículo publicado en The Conversation, en el que analiza los nuevos criterios de Nutri-Score. Según explica el experto, el comité científico encontró varios problemas en el cómputo del sistema. A pesar de los cambios introducidos, su conclusión es que el sistema sigue manteniendo muchos de sus defectos más importantes. “Más aún, es posible que los cambios generen mayor confusión, ya que incluye un nuevo algoritmo, fórmulas matemáticas, cambios en las puntuaciones y más excepciones”, concluye Sánchez Perona. 

En esa misma dirección apunta la Autoridad Italiana de la Competencia (AGCM) al afirmar que el sistema podría inducir a los consumidores a error en la elección de alimentos “a través de una clasificación arbitraria”. A su vez, la autoridad italiana considera que el sistema presenta un sesgo ya que no tiene en cuenta las necesidades y el perfil nutricional del individuo. Por esa razón, el organismo tomó la decisión de prohibir NutriScore en Italia. 

Si se tiene en cuenta todo lo anterior, queda claro que la utilización de la nota NutriScore como herramienta de publicidad supone un gran peligro para la salud de los consumidores. Principalmente debido a que las clasificaciones pueden llegar a inducir a los consumidores a tomar decisiones erróneas al elegir productos malsanos que obtienen buenas notas gracias a una evaluación inadecuada por parte del algoritmo.

“B de bueno, de besos y sobre todo, B como el nuevo NutriScore de los cereales de mi infancia”, escribía en 2020 una influencer francesa en una publicación compartida en Instagram. En el texto, la joven explicaba que de haber existido el NutriScore durante su infancia, estos cereales, los Chocapic, hubiesen obtenido una calificación D. Pero que gracias al trabajo y evolución, el fabricante Nestlé había conseguido mejorar la composición del producto. Este posteo, junto a muchos otros difundidos a través de las redes sociales, formó parte de una campaña de publicidad cuyo objetivo principal era promocionar la nota de NutriScore de estos cereales para niños o también conocidos como los “agujeros del sistema NutriScore”. 

Una estrategia de comunicación que se ha vuelto cada vez más de moda y que vuelve a abrir el debate sobre la peligrosa utilización de estas clasificaciones con el fin de mejorar la imagen de productos que, a simple vista pueden parecer saludables, pero que esconden algunos de sus componentes detrás de letras y colores brillantes. Lo que, en definitiva, puede llegar a confundir a los consumidores, haciéndoles creer falsamente que ciertos productos son saludables. 

NutriScore, ¿una nueva herramienta de marketing?