jueves. 25.04.2024

El sistema de etiquetado nutricional frontal, Nutri-Score ha recibido una nueva actualización. Será la tercera o cuarta vez que el algoritmo se actualiza y a pesar de ello, el modelo sigue desactualizado y por ende, continúa decepcionando. A los ya perjudicados sectores del aceite de oliva, jamón ibérico, queso manchego, mejillón de Galicia, entre otros, se les une ahora el sector lácteo. No bastaba con darle una mala calificación al oro líquido español, el AOVE, ahora la etiqueta Nutri-Score va en contra de la leche.

La nueva polémica que envuelve al NutriScore tiene que ver con el informe presentado recientemente para las bebidas que llega tras una nueva actualización para los alimentos sólidos. Según explican los defensores del sistema, “las mejores, basadas en la ciencia, garantizan una mayor coherencia con las recomendaciones nutricionales”. Las preguntas que surgen en base a estas afirmaciones son obvias. ¿Esto qué quiere decir, qué las anteriores versiones del NutriScore no estaban basadas en la ciencia? ¿Qué antes de las mejoras el NutriScore no estaba en sintonía con las recomendaciones nutricionales? 

Todas estas preguntas se unen a una ya larga lista de inquietudes que genera el etiquetado y que han sido motivo suficiente para que países como Italia y Rumania tomaran la decisión de prohibir su implantación. Esto, al considerar que la etiqueta, en lugar de ayudar a los consumidores a tomar decisiones de compra saludables, los confunde al asignar a los productos calificaciones sesgadas.

Al anunciarse los nuevos cambios en el algoritmo, el comité científico responsable de los mismos evitó referirse a las calificaciones sesgadas y engañosas que llevan los productos desde el lanzamiento del sistema y que ahora serán modificadas. Tomemos como ejemplo el aceite de oliva. 

Un día NutriScore hace creer que algo es saludable, al otro día el mismo producto con la misma composición, deja de serlo

Allá por el 2017 cuando el Nutri-Score fue introducido en el mercado francés, este producto estrella de la Dieta Mediterránea llevaba una etiqueta D. Resumiendo la historia, años más tarde este producto lleva hoy en día una etiqueta NutriScore C. Se espera que con la nueva actualización, la nota mejore, aunque aún así, el desarrollador del modelo francés ha dejado en claro en una entrevista reciente a EFEAgro que el aceite de oliva jamás llevará la nota más alta (A). Su justificación es que el aceite de oliva “como el de colza, son 100 % grasa”. Lo que ha hecho saltar al sector del aceite de oliva que ya lleva años indignado con el injusto tratamiento del modelo francés a un producto que se sabe, es de mayor calidad nutricional que el aceite de colza. 

Otro caso que se anuncia igual de polémico que el del aceite de oliva es el de la leche. A partir de ahora el comité del NutriScore ha decidido que la leche, junto a las bebidas lácteas, las bebidas fermentadas a base de leche y las bebidas vegetales se incluyan en la categoría bebidas. Hasta ahora, estos productos entraban dentro de la categoría de los alimentos. “Ni siquiera la leche desnatada puede obtener un NutriScore A”, escribió en Twitter Stephan Peters, representante de la Asociación Láctea Holandesa. Al ver las nuevas calificaciones de la leche descremada y otros productos lácteos, Peters sentenció que su mejor consejo para los consumidores es “ignorar el Nutri-Score”. 

Otra declaración que ha pasado casi desapercibida, pero es igual de preocupante es la que deslizó el desarrollador del sistema durante aquella misma entrevista a EFE. “Las nuevas notas serán más precisas”, resaltó el investigador. ¿Más precisas? De nuevo, ¿esto quiere decir que desde 2017 las calificaciones que llevan los productos no han sido precisas? Pues bien, si es así, el desarrollador le ha dado la razón a los científicos y expertos que vienen denunciando las limitaciones del modelo francés y la confusión que estas calificaciones “imprecisas” pueden generar en los consumidores. 

Un día NutriScore hace creer que algo es saludable, al otro día el mismo producto con la misma composición, deja de serlo. Así funciona la última y tan promocionada actualización del NutriScore. Por ejemplo, hasta ayer el Nutri-Score le indicaba a los consumidores que el yogur bebible ‘Yoplait’ era saludable al marcarlo con una B. Un día después, ese mismo yogur, con la misma composición ha pasado de tener una clasificación B a una D. Lo mismo ocurre con los cereales para niños ‘Nesquik’ que hasta ayer llevaban una etiqueta NutriScore A y ahora llevarán una C.

Como si ello no fuera suficientemente grave, el comité responsable de la actualización del NutriScore ha fijado un plazo de dos años para que los operadores actualicen las etiquetas en sus productos. Esto lleva a una reflexión inevitable, pero que aún no ha sido aclarada. ¿Qué sucederá durante esos dos años en los que un mismo producto llevará una etiqueta que no es la definitiva? ¿Esto quiere decir que durante dos años los cereales para niños seguirán ostentando una buena nota hasta que se acabe el stock y luego se revele que en verdad estos productos están cargados de azúcar añadida y no son tan saludables como pretenden hacer creer? ¿En las góndolas habrá productos con la etiqueta inicial y al lado otra con la nueva? ¿No es acaso esto generar más confusión en los consumidores?

Las dudas se siguen multiplicando y a esta altura queda esperar que la Comisión Europea, que será quien aborde el proyecto del etiquetado frontal armonizado a lo largo de la UE, esté atenta a las preocupaciones que desprende este modelo. 

Una “nueva” versión de NutriScore, una nueva decepción