viernes. 03.05.2024
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Presionar a la Comisión Europea para que, irónicamente, no ceda a las presiones de quienes se oponen al etiquetado nutricional francés Nutri-Score. Este pedido por parte de quienes abogan por la adopción del NutriScore en Europa es un fiel reflejo de lo que sucede con este etiquetado. Los que apoyan el modelo francés se quejan de que los opositores al modelo responden a los intereses de las grandes multinacionales, mientras que el bando contrario les reprocha lo mismo. Ahora bien, la realidad es innegable: Nestlé, Danone, McCain Foods, entre otras, han exigido a la Comisión que adopte una propuesta legislativa para que el Nutri-Score sea obligatorio en la UE. Una presión que no pasa desapercibida considerando que proviene de los gigantes del sector que históricamente se han opuesto al concepto de etiquetado nutricional, pero que se han subido a la promoción del NutriScore al ver que sus productos malsanos salen beneficiados.

Entre tanta información que circula a través de las redes sociales y sobre todo, ante tanta opinión descalificada, se ha perdido el foco de lo que es realmente importante: ayudar a los consumidores a tomar decisiones alimentarias más saludables y sostenibles. Este es el objetivo principal que persigue el proyecto europeo de etiquetado nutricional en la parte frontal del envase y que, lamentablemente, está quedando desfigurado en medio de los intereses personales que se anteponen a la salud de los consumidores.

Se habla de “pros y contras” de un sistema con total liviandad, como si la salud de los consumidores europeos pudiera quedar librada a una lista de puntos a favor y en contra. Publicaciones de este estilo abundan en las redes sociales y su objetivo es controversial. ¿A qué conclusión se puede llegar con información de este estilo? ¿A creer que porque el etiquetado tiene colores simpáticos y es fácil de reconocer, las autoridades públicas deben hacer la vista gorda a las limitaciones como por ejemplo que el modelo no tiene en cuenta las porciones, ni la frecuencia de consumo o la manera de preparar los alimentos?

La respuesta de sus promotores a las cada vez más evidentes críticas sobre el funcionamiento del algoritmo que determina las calificaciones es igual de preocupante. Durante mucho tiempo, quizá debido a la tranquilidad que les daba creer que el NutriScore sería aprobado pronto por la Comisión Europea como el modelo armonizado a nivel europeo, sus defensores evitaron expresarse sobre muchos de los puntos que se les recriminaban. Sin embargo, bastaron tres poderosas palabras para dar vuelta el tablero.

“No será Nutri-Score”, fue la frase que marcó un cambio de rumbo en la UE. Pronunciada nada más y nada menos que en la capital francesa, cuna del Nutri-Score, esta frase bastó para voltear el poderoso marketing detrás del modelo. Más importante aún fue quién la pronunció, no se trataba de ningún ejecutivo de multinacionales, ni de ningún representante de grupos de presión, sino más bien de una voz autorizada: la de Claire Bury, directora general de Sanidad y Seguridad Alimentaria de la Comisión Europea. Ya no quedaban dudas, el Nutri-Score había generado demasiado ruido en Bruselas y ya no contaba con el apoyo necesario para convertirse en el modelo armonizado.

Las palabras de Claire Bury fueron el puntapié para lo que sucedería después. Primero, un evidente retraso en el tratamiento de la propuesta europea del etiquetado nutricional que ha quedado estancada, debido a la peligrosa instrumentalización que se ha hecho del asunto para lograr que el Nutri-Score llegue a todos y cada uno de los mercados europeos. Algo que está cada vez más lejos de convertirse en realidad, tal y como lo demuestran los sucesos recientes. En Rumanía, la Autoridad Nacional para la Protección del Consumidor (ANPC) prohibió recientemente la utilización de NutriScore al considerar que es engañoso. Un dictamen similar al de la Autoridad Italiana de Competencia (AGCM) que prohibió a las empresas a utilizar el esquema en Italia. El NutriScore también ha perdido terreno en Polonia, tras el punto de vista negativo sobre el sistema expresado por el Ministro de Agricultura y Viceprimer Ministro, Henryk Kowalczyk. Aunque sin duda, uno de los casos más relevantes es el de Suiza.

El país alpino, hogar de Nestlé, implementó oficialmente este modelo en 2019. Sin embargo, en un giro inesperado, el Consejo de Estados adoptó una moción parlamentaria que podría convertir a Suiza en el primer país europeo en adoptar y luego prohibir el Nutri-Score. Benedikt Würth, representante de la Comisión en el Consejo, asegura que Nutri-Score tiene varios defectos, entre ellos que no discrimina entre alimentos ultraprocesados y no procesados.

El caso de España también sigue esta tendencia. En 2019, la entonces ministra de Sanidad española había anunciado la adopción voluntaria del modelo francés. Sin embargo, esto no ha podido materializarse, principalmente debido a las pésimas notas que obtienen productos tradicionales españoles como el aceite de oliva, jamón ibérico, queso manchego, entre tantos otros. Todo el arco político español se ha mostrado en un mismo bando cuando de oponerse al NutriScore se trata. Una buena noticia para la cocina española, sus tradiciones y sus productos típicos.

El rechazo cada vez más latente en Europa que culminó en el famoso “No será NutriScore”, dio lugar a un cambio de estrategia por parte de los desarrolladores del modelo. En lugar de seguir esquivando las críticas, decidieron tomar cartas en el asunto. En línea con su estrategia, anunciaron al mejor estilo de estrategia de marketing, un NutriScore 2.0. Es decir, una actualización en el algoritmo. Sin embargo, esta nueva versión tampoco convence a los expertos. No solo porque no soluciona algunos de los inconvenientes principales, sino también porque profundiza la confusión.

El Nutri-Score 2.0 le da ventaja a las grandes multinacionales, al otorgarles un plazo de 2 años para modificar las etiquetas en sus productos. Esto implica que durante ese largo período de tiempo, convivirán en los supermercados las etiquetas del viejo NutriScore con las de su versión “renovada”. Esto se traduce en diferentes etiquetas para un mismo producto. Un sinsentido que además empeora si se tiene en cuenta que, al actualizar el algoritmo, se le ha dado la razón a los críticos reconociendo las limitaciones del modelo.

La nutrición, compleja como es, no puede quedar reducida a colores y letras, ni a pros y contras. Infantilizar un asunto tan complejo no solo es subestimar a los consumidores, sino también poner trabas para evitar avanzar hacia modelos alimentarios más saludables y sostenibles. Esclarecer el debate de manera objetiva es el único camino posible, de lo contrario se seguirá fomentando la desinformación que alimenta la confusión de los consumidores.

Esclareciendo las polémicas sobre el etiquetado Nutri-Score