domingo. 28.04.2024
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Cuando la Inglaterra de la segunda mitad de la década del ’70 era una auténtica jungla y la inflación se disparaba hasta la estratósfera, regando las calles de Londres de desempleados y empobrecidos, la escandalizadora banda punk Sex Pistols imprimía para la posteridad una de las melodías desafinadas cuyo título premonitorio desafiaba la lógica esperanzadora, por aquellos años estandarte del liberalismo: “No Future”. Estallaban las huelgas, las insurrecciones y la anarquía. Londres ardía al ritmo de aquel presagio desalentador al que millones de jóvenes sumaban su apatía. 

Los efectos del experimento liberal impulsado por Margaret Thatcher fueron devastadores en el plano social. Sin embargo, y a pesar de las estrictas medidas conservadoras impuestas por “La Dama de Hierro”, Gran Bretaña se perfilaba como la primera potencia con mayor voluntad política por incluir en la agenda los asuntos relacionados con el cambio climático; proponiendo, incluso, medidas globales en pos de evitar “un futuro catastrófico”. Thatcher se convertía en una de las gobernantas más atentas al consejo de expertos en temas medioambientales. 

Thatcher se convertía en una de las gobernantas más atentas al consejo de expertos en temas medioambientales

Charles Moore, autor de la biografía “Herself Alone”, destacó en su libro “la emoción que sintieron muchos científicos cuando, desde 1988 en adelante, Margaret Thatcher comenzó a evaluar la necesidad de reducir el cambio climático: nunca habían visto algo así en una autoridad". Fue el mismo Moore quien, al igual que lo hiciera tres décadas más tarde la mismísima Greta Thunberg, declarase a Thatcher “pionera en la lucha contra el cambio climático”.

Según el criterio de los expertos más escépticos, el futuro llegó hace rato; aunque adjetivado de “aterrador” en vez de “catastrófico”, tal como lo había advertido Thatcher en 1979. Volker Turk, miembro del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidas, advirtió ayer mediante un comunicado que “el cambio climático amenaza con llevar a la humanidad a un futuro verdaderamente aterrador, de hambre y sufrimiento, cuyas señales ya están siendo expresadas por los últimos desastres naturales”.

Con el recalentamiento global el derecho a la alimentación está seriamente amenazado por las graves alteraciones del clima

La exposición de Turk acerca de lo que el porvenir depara a nuestra especie tuvo lugar en el debate que la Organización de las Naciones Unidas celebró esta semana y en la que, entre otros temas derivados del calentamiento global, se expuso sobre el Derecho a la Alimentación. El Alto Comisionado de Naciones Unidas aprovechó el evento para acusar a los líderes mundiales de conformarse con palabras para combatir la crisis climática y de pensar solo a corto plazo. “Nuestro planeta está ardiendo, se está derritiendo, está inundado, se está agotando, se está secando, se está muriendo”, sostuvo con la misma solemnidad con la que los jóvenes de ayer aseguraban que no había futuro.

Con el recalentamiento global el derecho a la alimentación está seriamente amenazado por las graves alteraciones del clima. Los fenómenos extremos destruyen cultivos, rebaños y ecosistemas. Más de 828 millones de personas tuvieron que enfrentar el hambre en 2021, y se espera que el cambio climático ponga a 80 millones de personas más en riesgo de inanición a mediados de este siglo. 

En la genial comedia apocalíptica “No mires arriba”, Adam McKay caricaturiza la respuesta del ser humano ante una situación de vida o muerte, aunque lo verdaderamente desconcertante es que esta visión humorística se acerca de forma certera a la realidad que estamos viviendo en este futuro que ya está aquí. Las advertencias de los científicos y otros expertos en la materia son comunicadas con un énfasis in crescendo que, sin embargo, no consigue despertar la conciencia aturdida de una Humanidad que camina a ciegas, que no logra dimensionar las consecuencias de su propia estupidez.

El futuro llegó hace rato