jueves. 25.04.2024

Las compañías de bajo coste debían cambiar su denominación, porque no la honran con sus estratosféricas tarifas que andan por las nubes, nunca mejor dicho. Los aeropuertos están cada vez más lejos de las ciudades y desplazarte hasta ellos requiere toda una logística, además de un presupuesto, particularmente allí donde se descuida el transporte público. Hay que llegar con una enorme antelación. ¿Para qué? Una excelente pregunta.

Hay que hacer cola en los controles de seguridad. Al pasarlos, quienes tienen costumbre de transitar por ese suplicio, han ordenado sus objetos personales, desprendiéndose de lo metálico, cuánto contenga líquidos o cremas, anillos, el reloj, la pulsera, las llaves, monedas y objetos varios, siete del cinturón aunque no sea metálico. En algunos lugares tienen el detalle de hacerte descalzar y pisar el sucio suelo con o sin calcetines.

Entiendes que quienes padecen trabajos precarios y estén muy mal pagados, puedan sucumbir a la tentación de socializar el malestar

Por supuesto no se puede generalizar, pero en estos controles a veces hay un personal particularmente autoritario, que te trata como si fueras un criminal e imparte instrucciones como si estuvieras bajo sus órdenes y fueran militares de baja graduación. Te hacen hacer posturitas y supervisan aleatoriamente que no has manipulado explosivos. Es un trance humillante, pero si lo haces notar, pueden hacerte perder el vuelo por desacato y amenazarte con denunciarte por alterar el orden.

Durante cierto lapso eres un potencial terrorista y te tratan como a un peligroso criminal, mientras aplican sus protocolos por absurdos e ineficaces que sean. Parecen robots recitando consignas en lugar de personas que, sin advertirlo, maltratan a sus congéneres con humillaciones de distinta intensidad. ¿Cuántos atentados han evitado estos ritos neuróticos fruto de una histeria social? Exacto. No consta ese inventario.

Se desmontaron vía férreas para hacer sitio al automóvil y a los aviones. Va siendo hora de revertir tamaño error

Entiendes que quienes padecen trabajos precarios y estén muy mal pagados, puedan sucumbir a la tentación de socializar el malestar, pero con eso únicamente se consigue hacer pasar malos ratos a los más rebeldes o desobedientes y crear un ambiente muy enrarecido, cuando su trabajo debería consistir en hacer menos amargo un trance tan ingrato. Podrían tomar ejemplo de quienes ejercen idénticas funciones respetando a sus conciudadanos en todo momento.

Una vez dentro del avión, compruebas que los espacios están diseñados para gente muy menuda y paticorta, porque casi nadie se puede acomodar en un lugar tan reducido, que no se compadece con la más mínima supervisión sanitaria y a la seguridad. El manual indica para emergencias unas posturas imposibles de adoptar en tu menguado asiento. En viajes largos la gente de más edad o con ciertas patologías pone su salud en peligro, pero se hace la vista gorda.

Todo esto sin mencionar lo que contaminan estas aeronaves que cruzan los cielos cada día para trasladar un sinfín de viajeros. Estos podrías desplazarse por tren, si existieran trayectos nocturnos u opciones que no tarden un día en recorrer muy poca distancia. Se desmontaron vía férreas para hacer sitio al automóvil y a los aviones. Va siendo hora de revertir tamaño error.

El auténtico displacer de viajar en avión