jueves. 25.04.2024
Foto: Ajuntament de Barcelona
Foto: Ajuntament de Barcelona

Hiperconectados en casa; dependientes de las consultas médicas telefónicas tanto públicas como privadas, de una primaria low cost; e intentando despedirnos de las clases telemáticas y todavía con muchas reuniones, conferencias, etcétera, online. Aspectos que encarnan la realidad que nos ha dejado la pandemia. Como secuelas digitales del coronavirus.

La digitalización y las relaciones a distancia, que habitaban entre nosotros, aunque en muchos casos sin pena ni gloria, antes de que llegase la covid 19, de pronto, con el confinamiento y el distanciamiento físico, se convirtieron en el centro de nuestra vida laboral, afectiva y de comunicación. En este duelo, la atención sanitaria es una de las áreas que han sido más afectadas: por una parte porque su ámbito de actuación se encontraba ya en una situación de gran protagonismo tecnológico y por otra, porque la tan necesaria de atención presencial, está en una situación "difícil", en la que las necesidades son, cada día, más elevadas que los recursos humanos que la harían posible.

La digitalización y las relaciones a distancia se convirtieron en el centro de nuestra vida laboral, afectiva y de comunicación

Es fácil imaginar cuál sería la reacción de cualquier ciudadano que en cualquier momento de aquellos años previos a la pandemia, cuando vivíamos en la ensoñación de tener la mejor sanidad del mundo, cuando es verdad que era buena, pero con áreas de fragilidad que con la pandemia se convirtieron en líneas de fractura, escuchase que no iba a recibir atención personal de su médico de cabecera y que tendría que conformarse con una sala de curas con acceso a una consulta médica telefónica. El destino y el porvenir de cualquier gestor quedarían inmediatamente sentenciados.

Sin embargo, eso no sucede hoy en las CCAA y los centros sanitarios de nuestro país. En España, la derecha del PP puede hundir la asistencia primaria y destrozar el sistema público de salud para beneficiar a la sanidad privada, sin que tal cosa pase de ser para sus dirigentes más que un mero cambio trivial y sin importancia: "La colaboración público privada cumple", dicen. Es probable, incluso, que quién le dé importancia, como nosotros ahora, con cualquier color de los gobiernos de las CCAA, sea tachado de comunista demagogo. Y ello por exigir lo que es lógico: el respeto a una de las señas de identidad más emblemáticas de nuestro estado del bienestar. Este balance de la derecha, claramente interesado y malintencionado, no puede ocultar la realidad: la defensa de la sanidad pública no le parece importante a las derechas, deudoras de otros intereses (privados) en este terreno, y concentradas como están en la defensa de otras cuestiones, como la bandera, de la que se han apropiado. No en vano el modelo público de gestión y la atención primaria siempre han sido sus oscuros objetos de deseo.

Este balance no puede ocultar la realidad: la defensa de la sanidad pública no le parece importante a las derechas, deudoras de otros intereses

En este país, mucho antes de que la formación en competencias digitales haya llegado a toda la población, las reinas del tecnocapitalismo de datos, las GAFA (Google, Amazon, Facebook, Apple) se hicieron cargo de nuestra comunicación y nuestras relaciones y, no solo en la banca, sino también en la administración y ahora en los servicios públicos, poniendo las gestiones más simples fuera del alcance de la gente, o al menos a gran distancia, con el abuso de la cita previa y de la necesidad de utilizar internet hasta para lo más rocambolesco, con lo que la desatención de los ciudadanos y la indefensión del consumidor se han puesto a la orden del día dramáticamente. Será interesante estudiar, además, los análisis que se vayan publicando en los próximos años o meses sobre la relación que puede haber entre el poder de las grandes corporaciones tecnológicas y la irrupción del populismo ultra (Trump, Putin, Bolsonaro...).

En resumen, la digitalización ha irrumpido con tal rapidez que no nos ha dado tiempo todavía, como sociedad, de tomar conciencia de lo que todo esto supone como pérdida de derechos políticos y sociales. Un país que siempre ha celebrado sus fiestas con algarabías y reuniones, se va quedando atónito al comprobar que el progreso mal entendido le está trayendo problemas, de los que la digitalización sin control democrático, de la que hace pocos años no sabíamos casi nada ni a dónde nos iba a llevar, es uno de los más importantes, y no solo en lo que se refiere como amenaza para el empleo en sectores importantes, con el señuelo de los nuevos empleos tecnológicos.

La digitalización ha irrumpido con tal rapidez que no nos ha dado tiempo de tomar conciencia de lo que todo esto supone como pérdida de derechos políticos y sociales

Según las encuestas que se acaban de publicar en España, la mayoría de las personas participantes en las mismas asocian las consecuencias que se derivan de la digitalización (apps, exigencia caprichosa de cita previa, sistema clave/firma electrónica, relación con la banca o la administración) con dificultades, malestar e indefensión. Un gran porcentaje no se sienten capaces de realizar los trámites que se les requieren. Paralelamente, en cuanto a los estudios y análisis que se publican, revelan una muy mala posición en competencias digitales de España, al tiempo que un retraso en la digitalización en sí misma, en relación con los países de nuestro entorno. Cada vez es más necesario que los gobiernos progresistas adopten medidas urgentes para atajar el malestar digital, recuperando la atención presencial y aumentando las competencias digitales.

Lo cierto es que el mundo se está transformando a nuestro alrededor y, en los últimos años, lo está haciendo a tan gran velocidad que tenemos dificultad para poder adaptarnos. Y en ese río revuelto, siempre pescan más los furtivos que los pescadores. Para echar más leña al fuego, nadie mejor que el consejero de sanidad del gobierno de Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid. No podemos dejar de destacar sus palabras: "Nuestro modelo sanitario está pensado en los años ochenta, un modelo que venía del modelo cubano, que ya tiene que evolucionar hacia una asistencia primaria pura ( y dura) de enfermería y asistencia telemática". No solo parece un mensaje de la guerra fría. Como siempre, la aportación de la derecha al deterioro y la privatización de los servicios públicos es la visión desvergonzada. Sin comentarios.

Vivimos un tiempo complejo, de incertidumbre y desazón a medio camino hacia la emergencia en un tiempo de catástrofes. La propia globalización, que parecía inamovible, va cambiando el paso hacia una nueva organización mundial multipolar, o más bien muy marcadamente bipolar, en la que los Estados Unidos y China compiten por la hegemonía e intentan adaptar sus cadenas de suministro a una semiglobalización que les proteja de la dependencia del adversario. Es cierto que no es el mejor momento para Europa, que se encuentra en una situación de peligro real con una guerra en los límites de su territorio. Pero es de esperar que esto no pille de nuevo rezagada a la Unión Europea, como cuando irrumpió la pandemia y no teníamos material básico para combatirla. Si entonces pudimos reaccionar, también ahora.

Las secuelas digitales de la pandemia