viernes. 26.04.2024

En los hombres, los órganos de los sentidos nos permiten experimentar un mundo que es el apercibimiento de lo que siendo una existencia diferenciada de nosotros mismos, es asumida y valorada como una potencialidad con la cual poder subvenir sus carencias.

No obstante, ocurre que con independencia de asumir y valorar el mundo que nos rodea como algo diferenciado de nosotros mismos, al estar relacionada esta abstracción con la que hemos valorado y asumido durante el transcurso en el que hemos estado experimentando estas carencias, lo que en principio podría haber sido la reparación circunstancial de una demanda, se convierte en una demanda que proyectamos en el tiempo.

Lo cual nos lleva a concluir que en esta proyección concurre una connotación de trascendencia. Algo que elevándonos sobre la materia, supuestamente nos estaría proporcionando una cierta excelencia que si fuera cierta desgraciadamente no hemos sabido aprovechar.

Para intentar averiguar lo que ésta representa tenemos que advertir las incidencias que tuvieron que ocurrir en la aparición de lo que conocemos como materia orgánica; así como las que acaecieron para que pudiera generarse la vida y la ascensión de los primeros escalones de la percepción.

A este respecto, creo entender que se tuvieron que iniciar una serie de procesos que adaptándose al medio en el que lo evolutivo  tuvo que desarrollarse, con independencia del tiempo precisado para llevar a cabo este proceso, este desarrollo se conformó como una forma de proyectarse físicamente en el futuro.

Un desarrollo exento de espiritualidad y exclusivamente determinado por el hecho de que ante un antecedente que supuestamente habría de estar determinando lo que rígidamente hubiera de ser su consecuente, en función de los múltiples factores que concurren en la evolución, lo que puntualmente se encontraría sometido al determinismo, le llevaron a manifestarse de una manera totalmente aleatoria.

Una aleatoriedad que en el ámbito de lo que como evolución parcialmente liberada constituye lo psíquico (como en los anteriores saltos que en su transcurso llevó a cabo), ha de seguir teniendo una direccionalidad independiente y al mismo tiempo determinada por la trayectoria en la que se ha desarrollado.

Es decir, se tiene que reintegrar a aquella trayectoria desde la cual intentó hacer un ensayo. En función de lo expuesto, lo que hemos de preguntarnos es si lo que conocemos como capacidad de razonar representa la manifestación de una fenomenología que aunando al apercibimiento de nuestras demandas su proyección en el tiempo, constituye una entidad real que posee una vivencia propia, o si por el contrario es tan solo la exteriorización de una virtualidad que como la existencia de una sombra necesita de forma permanente el soporte y la existencia de la luz que la posibilitan.

P.D. El contenido de estos artículos forman parte de la obra  ¿Es posible otra economía de mercado?; y lo que en ellos se explicita tiene como objeto investigar en la naturaleza humana para en función de su análisis forjar las pautas con las que desarrollar el contenido de la misma.

El mercado y la capacidad de razonar del ser humano