lunes. 29.04.2024
El 10 de abril de 1912, el Titanic dejaba el puerto de Southampton, en Inglaterra
El 10 de abril de 1912, el Titanic dejaba el puerto de Southampton, en Inglaterra

@Montagut | El destacado socialista belga Émile Vandervelde realizó un estudio sobre las víctimas del Titanic para demostrar que no era verdad la máxima de que todas las personas eran iguales ante la muerte.

La igualdad ante la muerte no existía, ni habría existido jamás. La distinción de clases se observaba también en la desigualdad de probabilidades de supervivencia y de longevidad. Morían más niños pobres que ricos. Los obreros, por término medio, vivían menos tiempo que los burgueses. Las cifras de mortalidad de los barrios obreros arrojaban mayores cifras que en los distritos con alquileres más elevados. Cuando estallaba una epidemia, los más pobres siempre eran los más castigados.

Y todo eso ocurría porque los pobres resistían menos que los ricos porque estaban mal alimentados, por la falta de higiene que padecían, por sus condiciones laborales “hereditarias”, y porque sus condiciones de vida eran deplorables.

La distinción de clases se observaba también en la desigualdad de probabilidades de supervivencia y de longevidad

¿Y qué ocurría cuando existía una aglomeración humana en un momento de catástrofe que les amenazaba a todos por igual, cualesquiera que fuera su estado de salud y de resistencia vital?

Ese había sido el caso del naufragio del Titanic con una Compañía que no había previsto suficientes canoas de salvamento, por lo que dos tercios de los pasajeros estaban irremisiblemente condenados a perecer.

Vandervelde intentó demostrar en su artículo que no hubo igualdad en el salvamento, basándose en los datos que se habían publicado sobre hombres, mujeres y niños, divididos como pasajeros de primera, segunda y tercera, con totales, y con datos de salvados también en porcentajes. Y la tabla era contundente a favor de los pasajeros con mejor pasaje, de “una elocuencia aterradora” según el socialista belga.

Todos los niños de primera y segunda clases se habían salvado, pero se había dejado ahogar al 70% de los de tercera

Todos los niños de primera y segunda clases se habían salvado, pero se había dejado ahogar al 70% de los de tercera. Todas las mujeres de los pasajes de primera y segunda se salvaron menos las que prefirieron quedarse con los esposos que no fueron embarcados en las canoas de salvamento. Pero el 45% de las mujeres del pasaje de tercera pereció en el barco.

Si se tomaban los datos de todas las categorías sin distinción de sexo y edad, se podía comprobar que el 63% de los pasajeros de primera se salvó, frente al 42% de los de segunda, y el 25% de los de tercera, así como el 25% de la tripulación.

Vandervelde recordaba que se había hablado mucho de algunos héroes en la catástrofe. No quería criticar esos hechos, fueran quienes fuesen sus protagonistas, pero sí advertía que si eso era parecía un “confortable consuelo” no se podía olvidar la trágica enseñanza que se desprendía de la estadística comentada. Así pues, Vandervelde avisaba a los trabajadores que cuando alguien les dijese que después de la Revolución francesa no había ya clases, debían recordar lo que había pasado en el Titanic.

El artículo de Vandervelde se publicó en España en el número del 19 de mayo de 1912 de Vida Socialista.

 

La desigualdad ante la muerte: el caso del Titanic visto por Vandervelde