viernes. 19.04.2024

Ignacio Apestegui | Llevo tiempo meditando sobre esto. Ya no se puede decir ningún vocablo políticamente incorrecto, alusivo, con género, número o apóstrofe o diéresis sin que suponga la crucifixión (mejor digo estigma, no vaya a ser condenado por religioso) en este puto mundo.

Vaya se me ha escapado una palabreja incorrecta, coño. No hace mucho hablaba con un amigo de esto (no voy a decir que era negro y maricón porque acabaría en la cárcel o peor aún vilipendiado en las RRSS). Lo peor, es que mi falta de derecho a pronunciar algún palabro malsonante, tiene que más que ver con raza, sexo, religión y condición social de mi persona que con el uso indebido del lenguaje.

La impresión que estos últimos años es que las formas del mensaje son más importantes que el fondo.

He leído muchos artículos de opinión y de política últimamente. Más porque no tengo tiempo de leer literatura de la buena que por otra cosa. Pero, al fin y al cabo, leer es leer. Lo que más me ha llamado la atención es como se ha ido diluyendo el contenido para que el autor no fuera atacado por colectivos cuyo radicalismo era notorio (aunque para que no me insulten aclarar que también había autoras y personas de sentir transversal no impuesto por la biología).

La impresión que estos últimos años es que las formas del mensaje son más importantes que el fondo

Cuando uno escribe, en mi caso al menos, no lo hago de manera exotérmica, es decir para generar calor fuera de mí, si no endotérmica, para calentar mi alma o mi conciencia (elija usted lo que más le apetezca moralmente correcto). Cuando escribo intento expresar aquello que pienso, creo o siento. Sin importarme en realidad lo ajeno al papel en blanco y yo.

No hace mucho respondí un comentario en una red social sobre la paternidad. Una mala experiencia de la que lo escribió y similar a mi propia infancia. Hice mención al hecho de que, de un mal padre, un hijo puede aprender y ser buen padre aprendiendo de los errores que cometieron con él. ¡Válgame Dios! (inserte aquí la deidad o falta de ella que usted crea conveniente). Menos guapo me dijeron de todo. No por responder, que en privado la interesada me agradeció, sí no por ser hombre… y supongo que blanco y heterosexual empeoraba las cosas (vayan a saber ellas con quien me voy yo a la cama).

Me hace gracia, yo digo a menudo negroblancomoro (para el que sepa hace referencia a una región geográfica no solo religiosa), heterotransgordoflacoalemánportugués y ya puestos español (que a mí me lo han gritado como insulto más de una vez). Todo ello sin que se me llene la boca de mierda o se me llene el alma (cámbialo por lo que te dé la gana) de odio.

Porque para ser sincero no puedo ser racista, machista, xenófobo y todas esas cosas bonitas porque odio a todo el mundo por igual. Odio una especie que se preocupa más que haya dicho negro, que la frase donde haya sido dicha sea: “¡Corre! ¡Ayúdame! El negro se está ahogando”. Mejor dejar que se muera y llevarme a mí al patíbulo. Ello por no saber país de origen, su nombre u algún otro distintivo más que su color de piel.

Para ser sincero no puedo ser racista, machista, xenófobo y todas esas cosas bonitas porque odio a todo el mundo por igual

¡Bah!, qué más da que un señor mayor que, por venir de una educación pretérita, no sepa cada una las palabras que van, en el cada vez más largo, colectivo LGTBI+ (y lo que siga que yo ya ni lo sé). ¿No debería importar lo único que le saluda con una sonrisa y le cede un asiento porque va cargando con un bebé?

Da igual, me cansa, mierda de sociedad estamos construyendo, cuando las formas del lenguaje lo desvirtúan y lo convierten en un arma para usar contra uno mismo. No me asusta tanto El Gran Hermano de las corporaciones y gobiernos (que nos arrancan los derechos y destruyen el planeta) como me aterra la vigilancia de los cazadores (y cazadoras) de errores ortográficos que disfrutan de destruir, humillar y denigrar a los demás por el uso del Roman Paladino en vez del jodido mensaje que se transmite.

Os odio a todos. Y lo digo en masculino porque la RAE me lo permite. Pero tened claro, que incluye a toda la especie. Bueno… con par de excepciones la verdad, las de aquellas personas cuyo corazón me ha demostrado capaz de aguantar y querer a la persona que más odio en el mundo. Pues siempre hay alguien que genera más odio claro. Yo.

Mierda de sociedad estamos construyendo, cuando las formas del lenguaje lo desvirtúan y lo convierten en un arma para usar contra uno mismo

Me gustaría levantarme mañana en un mundo donde antes de criticar un comentario razonaran el mensaje implícito. Aunque luego fuera o fuese necesario, con la educación pertinente, sugerir una forma alternativa de transmitirlo. Pero como hace tiempo dejé de tomar las pastillas de la felicidad (elija la variante natural o artificial que más gracia le haga), no me engaño pensando que eso vaya a suceder.

Para concluir esta diatriba, casi irresponsable, voy a puntualizar unas cosas.

1. No me importa su opinión.

2. Dada mi educación siempre soy educado en el trato.

3. Para mí todas las personas son válidas por el mero hecho de ser personas.

4. Si ha llegado leyendo hasta aquí, y está indignado por algo, debería ir a que se lo vieran.

Creo que este no es el texto más políticamente incorrecto que he escrito, pero espero que sea lo suficiente para despertar, al menos un poco, la pasión por el contenido por encima del continente.

Harto de ser políticamente correcto