martes. 30.04.2024
covid

Emilio Muñoz Ruiz, Jesús Rey Rocha, Víctor Ladero


La covid-19 está cambiando muchas cosas en la forma en que la política decide cómo se actúa en salud pública, basando las decisiones en los conocimientos generados a lo largo de estos dos apasionantes años desde que empezó la pandemia del SARS-CoV-2, un virus bastante estratégico en la lucha por su supervivencia. Estamos presenciando en directo decisiones políticas relativas a la sanidad.

Como consecuencia, la importancia de la ciencia ha emergido en el contexto sociopolítico tras el desprecio por la misma que los populismos y los excesos neoliberales austericidas derivados de la crisis económica de 2008-2013 habían  fomentado, con España como caso paradigmático de penuria y precariedad científicas mantenidas, para nuestra vergüenza.

La ciencia en el espejo de un entorno mediático enfermo (infodemia y desinformación)

El protagonismo inusitado de la ciencia ha llegado en un momento social y político moldeado por cuarenta años de globalización que entre otros problemas ha promovido el individualismo, el consumismo espasmódico, la necesidad de conseguir con inmediatez lo que se desea. En resumen, la ciudadanía se ha puerilizado y no solo polarizado, la falta de reposo y de madurez conduce a que el ámbito mediático no pueda adaptarse a las incertidumbres, al pensamiento crítico, antidogmático, que rige la producción de los conocimientos o al menos a lo que debe ajustarse de acuerdo con lo que son (deben ser) sus dinámicas y dimensiones éticas.

Las patologías de la comunicación (las pseudoverdades, las medias mentiras, los embustes disfrazados, la charlatanería) han inundado las redes sociales, quizás no cuantitativamente pero selectivamente, contaminando a los medios de comunicación convencionales. Estos procesos han revelado sobre todo dos situaciones: la profunda falta de educación y cultura científicas de los líderes de la profesión periodística, con honrosas excepciones, y las dificultades de los científicos que se han convertido en habituales expertos, pero que en escasas ocasiones forman parte de la tertulia, para mantener las exigencias del espejo mediático, tan deformador de las imágenes, y la responsabilidad ética que demanda el ejercicio de la ciencia. De hecho, junto a ciertos pruritos de orgullo de tales expertos, están apareciendo casos de prácticas indeseables por científicos populistas y negacionistas, que haberlos, haylos.

Parafraseando a Ana Muñoz van den Eynde en su reciente artículo titulado ‘Vender o convencer. Ciencia, Política y Sociedad', podríamos avanzar que durante la pandemia de la covid-19 la ciencia ha vendido bien, pero desgraciadamente la respuesta biológica de los humanos ante un entorno tan complejo, no ha seguido la pauta de demandar argumentos para ser convencidos, sino que han optado por la oferta de que se satisfagan sus deseos.

¿Qué sabemos en el otoño de 2021 sobre la covid-19 acerca de sus efectos y su prevención?

Para sorpresa de muchos de los ilusionados perseguidores de la normalidad prepandemia, el otoño ha colocado a Europa en lo que, por analogía con los efectos del volcán de La Palma, se ha llamado epicentro de la covid-19, con unas tendencias que han llevado al responsable de la OMS para Europa a expresar los temores de que en la primavera próxima estemos en la cifra de 500.000 muertes. España sigue la tendencia alcista tras un periodo de meseta. pero por el momento con valores menos dramáticos que países como Alemania, Países Bajos, Austria, Francia, y países del Este de Europa, e incluso que las cifras que se dan en países con elevadas dosis de vacunación como Portugal e Italia.

Datos sobre la evolución de la covid-19

cuadro covid

(*) Fuente: worldometers.info. Actualización: 26 de noviembre de 2021.
(**) Fuente: Our World in Data. Actualización: entre el 15 y el 23 de noviembre de 2021.

Estos datos apuntan a que las vacunas son un instrumento de elección para mitigar los efectos del SARS-CoV-2, pero no impiden de modo claro la contagiosidad que, como ya se formuló a principios de 2020, podemos “estar ante un virus endémico con picos estacionales, oleadas u olas”.

En un artículo publicado el 18 de noviembre en el diario La Vanguardia, dentro de la rúbrica Sociedad, Celeste López desde Madrid suministra valiosa información en esta línea de análisis bajo el título: “La efectividad de la vacuna cae al 59% a los cuatro meses de la pauta completa”. Este dato procede de un estudio realizado por el Instituto de Salud Pública y Laboral de Navarra.

En este trabajo, se destaca en la noticia que la vacuna, cuya efectividad sigue la escala Moderna, Pfizer y Janssen, de más a menos, tiene una efectividad superior al 90% para prevenir ingresos y del 66% para evitar contagios. El investigador principal, Jesús Castilla, declara de modo rotundo que los efectos positivos de la vacunación pueden desaparecer si no se complementan con otras medidas preventivas mientras el virus siga circulando entre la población.

Contaminación del aire y covid-19

En un recuadro de este artículo de La Vanguardia, se hace referencia a un trabajo del Institut de Salut Global de Barcelona (ISGlobal) impulsado por la Fundació La Caixa y el proyecto Genomes for Life del Institut d´Investigació Germans Trías i Pujol de Badalona, en el que se expone que “la posibilidad de pasar la enfermedad asintomática o con síntomas leves es menor en los habitantes de las grandes ciudades que la de quienes residen en zonas poco contaminadas…. La contaminación no facilita la circulación del virus, pero los efectos cuando te infectas son más severos”. Este estudio aparece como confirmatorio de otros previos.

El artículo glosado incluye un análisis de la situación del pasaporte covid-19 en las diecisiete comunidades y las dos ciudades autónomas.

Protección de las vacunas

Aunque como ya se ha comentado, las vacunas necesitan la complementariedad de otras medidas preventivas, ese mismo jueves de noviembre, un artículo del que son autores Pablo Linde y Jessica Mouzo, aparecido en El País bajo la rúbrica Sociedad, y con reflejo en la portada del número, opta por realzar el efecto positivo de las vacunas. El título es bastante significativo al respecto: “Seis de cada diez ingresados en UCI por coronavirus están sin vacunar“ y continúa destacando los siguientes aspectos: “Con un 90% de la población inmunizada, los datos de los hospitales españoles muestran que la protección de las inyecciones sigue siendo robusta a la hora de combatir la covid más grave”; “Los casos de personas ingresadas en cuidados intensivos con la pauta completa… son generalmente personas inmunodeprimidas o con otras comorbilidades”. Señalan también que aumentan los contagios de vacunados pero con evolución leve, y se subraya además en ese amplio texto que sexagenarios y sanitarios recibirán una dosis de refuerzo, que según recoge un destacado, aumenta la producción de anticuerpos, haciéndose eco de un anuncio del presidente del Gobierno en un viaje oficial a Turquía.

Por otra parte, aunque cada vez se conoce más acerca de la protección que las vacunas ofrecen frente al riesgo de contraer la covid-19, de desarrollar una enfermedad grave y de muerte, todavía queda mucho por conocer sobre ellas. Por ejemplo, un artículo aparecido en la revista científica Nature el 23 de noviembre, señala que todavía no hay consenso sobre su efecto protector frente a la covid persistente, que a día de hoy aún requiere una investigación en profundidad.

La humanidad tropieza de nuevo con el SARS-CoV-2: Los deberes de Europa y la variante ómicron

El día 27 de noviembre, el periódico El País abre su número con el siguiente titular: “Europa se protege ante la nueva variante y el alza de contagios” que discurre bajo una cabecera no menos trascendental: “Otra mutación del virus pone en alerta a la comunidad internacional”.

Con la debida modestia, puesto que no somos periodistas, sino meramente científicos implicados en la divulgación de la producción de conocimientos científicos, y como ello puede contribuir a la enculturación analítica, criticamos esos titulares porque como vamos a intentar sintetizar, creemos que lo que tienen que hacer la comunidad internacional y la comunidad europea es entonar sus ‘propias culpas’ porque con generosidad, inteligencia colectiva, responsabilidad, empatía y justicia social, los valores éticos que propugnamos, lo que se debía haber hecho es ‘promover la vacunación universal’.

En lo que nos atañe personalmente, tenemos el deber de recordar que hace un año habíamos planteado, conjuntamente con muchos otros analistas, las medidas y las estrategias que se debían aplicar para pasar las Navidades de 2020, cuando la vacunación apenas se avistaba, sin tener que llorar después. Lamentablemente hemos de reconocer que lo que se proponía entonces -distancia, mascarilla, higiene, … en definitiva sentido común- mantiene su vigencia; éxito que es para llorar, sinceramente sin sentir satisfacción alguna.

Las virtudes glosadas en este artículo han sido enfrentadas a un conflicto mental y moral, mientras que la virtualidad del trilema CIEs (conocimiento, interés, emociones) para afrontar el análisis del presente de dicho conflicto nos deja una sensación agridulce o incluso de profunda melancolía. De autosatisfacción, poco.

No lo hemos dicho antes, pero siempre hemos sido del parecer que vamos a exponer. No defendemos la “inmunidad de grupo egoísta de vocación local, nacional, o incluso supranacional“, sino que apostamos por la inmunidad universal, porque si no alcanzamos ese amplio objetivo, este virus y otros que sin duda llegarán sobre el carro de la pandemia ambiental que nos asola, y además aprovechando el suelo movedizo de una pandemia socioambiental, socavarán nuestro futro -no del planeta- sino el nuestro en el planeta.

Nota final- El jueves 25 de noviembre, en el número de El País ha aparecido en el faldón de la página 29, la reseña de un foro organizado por el periódico y el BBVA, en el que se concluyó que “El cambio climático está ya en cada sitio, según los expertos” y se cuenta todo en apenas 300 palabras, con un tercio destinado a describir a los participantes. Tres semanas antes, el mismo periódico publicó un artículo con análisis de los estados de futuro climático en 2060, por el especialista en clima Miguel Planelles ().

La pregunta retórica respecto a este esfuerzo es: ¿sirve para algo todo esto?


Firman este artículo:

Emilio Muñoz Ruiz es Profesor vinculado emérito en el Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IFS-CSIC) y profesor emérito en   la Unidad de Investigación  CTS del CIEMAT. Es socio promotor de la Asociación Española para el Avance de la Ciencia (AEAC) y presidente de su Consejo Consultivo.

Jesús Rey Rocha es Investigador Científico en el Departamento de Ciencia, Tecnología y Sociedad del Instituto de Filosofía del CSIC. Es socio fundacional y miembro de la junta directiva de la AEAC.

Víctor Ladero es Científico Titular en el Instituto de Productos Lácteos de Asturias (IPLA) del CSIC. Es socio fundacional de la Asociación Española para el Avance de la Ciencia (AEAC).

Exploremos la prudencia como salvaguardia ante la covid-19