jueves. 25.04.2024
El Socialista (número 6303)
El Socialista (número 6303)

@Montagut5 | Esta pieza versa sobre las reflexiones que se vertieron en un artículo, publicado en El Socialista (n.º 6303) del 23 abril de 1929 acerca de los derechos de la vida y la propiedad. En realidad, aunque parezca que casi ha pasado un siglo estamos hablando de cuestiones de siempre, ¿o no? Ofrecemos, por lo tanto, un nuevo material de reflexión histórica sobre lo que es o fue el socialismo.

Tradicionalmente, los defensores de la propiedad habrían considerado que se trataba de un derecho natural. Así lo hemos visto, como historiadores, cuando estudiamos la época de la aparición de la idea los derechos naturales en el nacimiento del liberalismo y de las revoluciones burguesas. La izquierda, en cambio, o al menos cierta izquierda, o durante un tiempo, añadiríamos nosotros, ha considerado que la propiedad nacía del egoísmo; en todo caso, la reflexión que hacían los socialistas españoles en la primavera de 1929 se basaba en que, si era considerada como un derecho natural, ¿de dónde procedería?, ¿del derecho a la vida de todos los seres? Entonces, en virtud de estos interrogantes, todos tendríamos derecho a la propiedad, más específicamente, todos tendríamos el mismo derecho a la propiedad que, en realidad no es lo mismo, ya que, en virtud de ese “mismo derecho” a nadie se le debía permitir acaparar la propiedad de la tierra, por ejemplo, en su beneficio personal y en perjuicio del otro derecho que aparece en el título del artículo, esto es, el derecho a la vida.

Acaparar los medios de la naturaleza en beneficio de unos cuantos, dejando a los demás en la pobreza, era contradecir las leyes de la naturaleza

En esta concepción se defiende que los elementos que ofrecería la Naturaleza no habrían sido creados para ser privilegio de unos pocos, sino para hacer posible la vida de todos. Por lo tanto, acaparar los medios de la naturaleza en beneficio de unos cuantos, dejando a los demás en la pobreza, era contradecir las leyes de la naturaleza. Y aquí se vuelven a entrelazar la propiedad con el derecho a la vida, un derecho que nadie podría dificultar o imposibilitar, insistimos. Si se permite la apropiación de los elementos naturales esenciales para la vida el derecho natural de los demás quedaba anulado.

El artículo afirmaba que el socialismo nunca había negado el derecho legítimo a la propiedad, aunque Proudhon había afirmado, como bien recordamos, que la propiedad era un robo, pero no toda la propiedad lo era o no provenía de un robo. El hombre tendría derecho a la propiedad de los instrumentos que le eran necesarios para ganarse la vida; sería, por tanto, un derecho legítimo, pero el socialismo no consideraba derecho legítimo el acaparamiento de la propiedad a gran escala, su monopolio y su conversión en instrumento de explotación de los demás.

Un aspecto interesante de este análisis de 1929 radica en la cuestión del derecho como creación del hombre y, en consecuencia, sujeto a la evolución y transformación que se opera en la conciencia colectiva, es decir, diríamos nosotros, de la historia. El derecho no sería una norma fija o inmutable. Por eso podría haber un mundo donde la producción fuera común, y en ese momento se podrían conciliar los derechos y deberes de todos. Sería una cuestión de organización científica del trabajo y de la distribución de su rendimiento para garantizar a todos el derecho a la vida.

Si se permite la apropiación de los elementos naturales esenciales para la vida el derecho natural de los demás quedaba anulado

Pero los enemigos del socialismo no tenían fe en este sistema porque desconfiaban del hombre; no tendrían fe en sus semejantes ni en sí mismos. Al estar llenos de defectos morales pensaban, según este análisis socialista, que todos adolecían de los mismos males. Pero los socialistas, siendo conscientes de que el hombre no era perfecto, defendían que podía perfeccionarse. Todo era una cuestión de educación.

El hombre no había nacido para ser rival de sí mismo, sino para aunar sus esfuerzos en beneficio de todos, en un alegato optimista y fraterno. La mala educación había conducido al hombre por “caminos extraviados”, pero volvería al buen camino obligado por las leyes naturales. Y en ese momento, el socialismo sería el único medio para alcanzar la armonización de la vida social.

Derecho a la vida y derecho a la propiedad (1929)