jueves. 25.04.2024
El Socialista, diciembre de 1918 (número 3415)
El Socialista, diciembre de 1918 (número 3415)

@Montagut5 | En el Congreso socialista de 1912 se evaluó la relación del Partido con los republicanos a raíz de la experiencia inicial de la Conjunción Republicano-Socialista. Pues bien, en el Congreso de 1918 volvió a tratarse de la relación de la formación con los que se denominó en ese momento, “partidos de izquierda”, y sobre el objetivo de derribar la Monarquía e instaurar la República.

La Ponencia del Congreso definió como fuerzas de izquierda, en el momento histórico concreto, las que se colocaban frente al régimen político imperante en España. Los socialistas reconocían que dentro de la Monarquía había matices entre conservadores y liberales, pero no se podía considerar a los segundos como de izquierda, porque creían que dentro de la Monarquía no se podían solucionar los problemas que forzosamente habría que resolver para que España estuviera en el grupo de países que de forma mancomunada debían crear el nuevo Derecho de los pueblos civilizados. En este sentido, debemos recordar que en ese momento se estaba en pleno armisticio y en los inicios de la posguerra mundial.

Así pues, se insistía en que solamente cabía un entendimiento con los partidos dispuestos a derribar el régimen imperante con el fin de conseguir ese objetivo. 

El Congreso definió como fuerzas de izquierda, en el momento histórico concreto, las que se colocaban frente al régimen político imperante en España

Pero el entendimiento no podía entenderse, en línea con lo defendido desde que se formó la Conjunción Republicano-Socialista, como una renuncia a las reivindicaciones máximas del socialismo, es decir, la implantación de una República, pero social.

Así pues, la Ponencia suscribía la actitud del Comité Nacional basada en tres puntos. 

En primer lugar, era necesario que la clase trabajadora cooperase con sus fuerzas a toda acción eficaz conducente a la implantación de una República en España. En segundo lugar, era fundamental la realización de actos concretos que las circunstancias hicieran necesarios. En este sentido, los socialistas y los republicanos debían proceder enteramente de acuerdo y con recíproco conocimiento de la actuación de cada uno, es decir, debía haber transparencia y lealtad entre los dos sectores. En tercer lugar, se pedía que para conseguir esa unión de la actuación los republicanos debían designar un número muy limitado de personas para coordinarse con los socialistas.

Pero los autores de la Ponencia (Francisco Azorín, Manuel Núñez de Arenas, Manuel Yudes, Emilio Martínez e Isidoro Acevedo) creían que había que complementar o ampliar los términos de la colaboración.

Así pues, para que la acción conjunta fuera más eficaz convenía que se diferenciara claramente la acción de cada uno de los sectores. En la propaganda política general tanto en lo referente a las ideas como a la táctica se hacía necesario procurar mantener las diferencias sin perjuicio de la realización de la acción conjunta para los problemas para los que hubiera una perfecta coincidencia, es decir, los socialistas no debían renunciar a su personalidad política propia, algo que siempre se intentó tener muy en cuenta.

Los socialistas no debían renunciar a su personalidad política propia, algo que siempre se intentó tener muy en cuenta

Pero, además, para que el Partido Socialista comprometiera sus fuerzas propias y requiriera la cooperación de las fuerzas obreras organizadas en un movimiento revolucionario que tuviera como aspiración inmediata el derrocamiento del régimen monárquico y la instauración de la República, se veía como preciso que se obtuviesen de los republicanos garantías de posibilidad de triunfo y de la rectitud de las intenciones. Como vemos, los socialistas siempre fueron muy cautos cuando había que pactar con otras fuerzas y, sobre todo, mantenían las susceptibilidades tradicionales hacia los republicanos.

La representación del Partido Socialista en el organismo que preparase el movimiento debía recabar a favor de la clase trabajadora las máximas ventajas que las circunstancias permitiesen con el fin de sacar del esfuerzo invertido las compensaciones que en justicia correspondían a dicha clase.

Por fin, era fundamental que todos los participantes en la organización del movimiento revolucionario fueran disciplinados para evitar acciones prematuras que llevasen al fracaso.

La discusión de la Ponencia puso de manifiesto las reticencias que desde el pasado había en el seno del Partido Socialista en relación con los republicanos, así como la preponderante postura de la necesidad de pactar para conseguir los objetivos políticos.

La primera cuestión que se planteó fue por parte de b, que consideró que antes de nada el Partido debían discutir si pedir o no la abolición de la Monarquía, pero no parece que se tuviera en cuenta porque estaba clara la postura de la formación política.

Los socialistas siempre fueron muy cautos cuando había que pactar con otras fuerzas y mantenían las susceptibilidades tradicionales hacia los republicanos

La primera postura contraria a la Ponencia fue protagonizada por Morán porque consideró, en primer lugar, que la división entre partidos de derecha e izquierda era anticuada, poniendo el ejemplo del republicano Moreno Rodríguez que, al parecer, se había mostrado tan reaccionario como el que más de las derechas. Se había dicho, además, que la Conjunción era un cadáver y que, por lo tanto, había que enterrarla. Lo primero que había que declarar era la disolución de la misma o mantenerla. Si se hacía lo primero el Partido debía seguir la estrategia política que había tenido antes de 1909, pero superando lo que consideraba un espíritu estrecho que impedía las alianzas, en alusión implícita al acusado obrerismo del PSOE hasta la Semana Trágica. Morán fue muy crítico con la Conjunción porque consideraba que, al final, el electorado tenía al PSOE como un partido republicano más. De izquierdas podían llegar a ser hasta algunos monárquicos.

Las alianzas que podían emprenderse, siguió el delegado crítico, no podían ser permanentes. Su enmienda defendía que fueran circunstanciales con partidos de izquierda, fueran o no republicanos, pero a condición de que fueran democráticos. 

Besteiro intervino para exponer que no era el momento de discutir que eran las derechas y las izquierdas, ni tampoco de si el Partido debía regresar a su estrategia previa a 1909, sino a lo que había que hacer en el presente. La Ponencia, continuó, buscaba alianzas más o menos duraderas. De lo que se trataba era de la cuestión de la República, que excedía a los propios republicanos, convirtiéndose en un problema nacional. Así pues, los partidos debían declararse en pro o en contra de la República, y el Socialista debía estar del lado republicano. Para Besteiro el problema de la transformación del régimen era ineludible para España. No se trataba de confundir ideas sino de declararse en un sentido u otro.

Lacort aprovechó para explicar que la Monarquía era incapaz de democratizarse, por lo que el PSOE debía derribarla y ayudar en la implantación de la República, ya fuera burguesa o social, según las circunstancias del momento. En todo caso, el orador no tenía demasiada fe en muchos de los republicanos, pero reconocía que tenían votos y apoyos sociales, por lo que no concebía la posibilidad de que no hubiera acuerdos con los mismos.

Para Besteiro, los partidos debían declararse en pro o en contra de la República, y el Socialista debía estar del lado republicano

Ramón Lamoneda no quería tampoco que se discutiese sobre si era preferible o no una Monarquía porque los socialistas eran republicanos, pero no le había gustado nada como la Conjunción había llevado al Partido hacia “extremos demasiado republicanos”. Había que apoyar todo movimiento contra la Monarquía, pero cada uno debía conservar su programa. En ese sentido, criticó a Lerroux y su programa, así como el de Melquiades Álvarez. Y lo hizo porque no veía programa social, y ambos eludían el problema la Iglesia. Tampoco trataban de la intervención militar en la vida pública, ni se preocupaban de la Guerra de Marruecos, pero sí parecían muy preocupados por Gibraltar. Lamoneda estaba constatando el cada vez mayor giro moderado de Lerroux. En consecuencia, si el PSOE hubiera marchado solo gozaría de prestigio entre las masas. Por eso se mostró contrario a toda alianza permanente. Su enmienda terminaba con la idea de que el PSOE debía ofrecer su apoyo a la República, pero sin pactos ni contactos con los republicanos.

Álvarez Angulo reconoció que había sido contrario a la Conjunción, pero en los momentos presentes se hacía necesario el contacto con los republicanos para acelerar el cambio de régimen, porque no podían luchar solos. 

Por su parte, Ugarte quiso recordar que el Partido Socialista no era ni de derechas ni de izquierdas, sino de clase. Solamente había que ir con los republicanos para derribar la Monarquía, y como no tenían fuerzas para mantenerla, ese sería el momento para que los socialistas los sustituyesen.

Trifón Gómez defendió la Ponencia para recordar que los socialistas no tendrían perdón de la clase obrera sino se colaboraba para terminar con la Monarquía. También Acevedo defendió la Ponencia. Si los socialistas tuvieran las suficientes fuerzas derribarían el régimen burgués, como no se tenían, había que ir con los republicanos para derribar la Monarquía.

La Ponencia sería aprobada por una mayoría abrumadora de cincuenta votos frente a la enmienda de Lamoneda, que solamente obtuvo cinco.

Hemos trabajado con los números 3414 y 3415 de El Socialista, de diciembre de 1918. 

Los socialistas y la relación con los partidos de izquierda sobre la República (1918)