TRIBUNA DE OPINIÓN

“No dejes que la verdad te estropee una buena noticia”

Se atribuye equivocadamente a la película Primera plana la frase “no dejes que la verdad te estropee una buena noticia”, pero la famosa sentencia que encarna el cinismo periodístico pertenece a un filme menos conocido, traducido en castellano como La pícara solteradirigido por Richard Quine en 1964. Se trata de una divertida comedia sobre la prensa sensacionalista, con actuaciones memorables de Tony Curtis y Natalie Wood.

“No dejes que la verdad te estropee una buena noticia” es la máxima que ha puesto en marcha el conglomerado mediático del derechismo español con machaconería extemporánea. Un día tras otros vemos como los informativos de las televisiones carpetovetónicas abren con la desesperación de las familias españolas por la imposibilidad de llevar alimentos a casa por los altos precios causados por la inflación, con reportajes que incluyen entrevistas en los puntos de venta de afligidos consumidores lamentándose de los prohibitivos precios de los alimentos y todo ello a pesar de que España tiene una de las tasas de inflación más modestas de la zona monetaria del euro o los efectos catastróficos de los presuntos perjuicios para la economía que tienen las medidas sociales tomadas por el gobierno para no dejar a ningún sector de la sociedad al arbitrio pernicioso de las múltiples crisis que nuestro país ha tenido que afrontar, cuando tanto en 2021 como hasta el verano de 2022, en cada año, la economía española creció un 5,5%, mientras que la media de la Eurozona se situó en un 5,3% en 2021 y un 3,2% en 2022 según Eurostat.

Desde la posverdad, la derecha dice apelar a las emociones de la ciudadanía cuando en realidad intenta despertar pasiones irracionales y trufadas de crispación

Nos encontramos, por tanto, en ese espacio de la posverdad que como un encantador de serpientes recreó magistralmente Goebbels con su máxima: “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad” que conseguía que con el “Reich” en llamas y la “Wehrmacht” retrocediendo en todos los frentes, aún lograra que amplios sectores del pueblo alemán creyeran que la victoria era posible. La necesidad imperiosa de desacreditar al gobierno de coalición lleva a la derecha y su conglomerado de Agitprop al uso de la falacia como instrumento argumental en la esgrima política. Todo ello, ha condicionado que la vida pública española se tiña de provocación y una grosera procacidad, espoleada por un conservadurismo cuyo programa extremo exige cada vez más un retroceso de la calidad democrática. Desde la posverdad, la derecha dice apelar a las emociones de la ciudadanía cuando en realidad intenta despertar pasiones irracionales y trufadas de crispación. Las fuerzas retardatarias intentan de nuevo arrojar a amplios sectores de la ciudadanía al roquedal de la pobreza y la indefensión social mediante el non sequitur de lo irreversible, estultas ucronías y peregrinos argumentos, más extensos que profundos, que se arropan en la posverdad: “No me gusta lo que hago, no es lo que quería hacer, pero no tengo más remedio.” Los sinister interests no necesitan ya tener razones para llevar a cabo sus propósitos sino que les basta con ser inevitables. El poder fáctico ha decidido que no necesita gobiernos, tan sólo consejeros áulicos, no en el sentido goethiano sino en el físico: que estén en la corte transmitiendo órdenes. La política, de esa forma, deviene en gestualidad y en la cara más antidemocrática de la mentira.