martes. 23.04.2024
redes

Recientemente he tenido ocasión de participar en una tertulia de amigos sobre las “redes sociales” con un destacado protagonista de las mismas como ponente y con referencias a un interesante libro: “Tecnopolítica y 15M: la potencia de las multitudes conectadas” de Javier Toret. Una tertulia y un título, luego el libro, que me han confirmado bastantes tópicos al respecto, ayudándome creo a entender mejor el fenómeno y también algunos de los principales problemas que plantea.

No pretenden estas notas analizar ni valorar el libro mencionado, que aporta experiencias de indudable interés, pero sí dejar ya constancia de algunos desacuerdos profundos con algunas de sus afirmaciones y conclusiones, empezando por el propio título que parece considerar que el sólo hecho de estar “conectadas” supone una “potencia” para las “multitudes”. La afirmada potencia de la conexión al margen de los contenidos o situar el valor de éstos en la “indignación”, o en “erosionar la legitimidad de los poderes constituidos”, apreciar positivamente su realidad de “autoorganizados” “sin organización territorial previa”, considerándolos “actores colectivos del cambio sociopolítico”, significan en mi opinión una grave error de análisis, una seria limitación a su pretendida utilidad para una propuesta progresista de efectiva transformación progresista en lo social y en lo político.

En esa interesante tertulia saqué la conclusión de que demasiados, estudiosos y enterados del tema, también desde posiciones progresistas, afirman la potencialidad del fenómeno, lo que comparto, pero algunos lo entienden casi como única referencia para la acción social y política, como si el ámbito de la acción social y política no pudiera ir más alá de las fronteras del fenómeno. Una conclusión que no sólo no comparto, sino que considero que supone una grave renuncia si se impone como teoría de las organizaciones progresistas.

Las abrumadoras cifras de las actuales conexiones en las diversas redes y plataformas suponen ciertamente una enorme fuerza, pero creo necesario profundizar en sus características. Pueden efectivamente transmitir ideas, bulos…, también emociones. Pero ¿cuáles?, porque no es lo mismo extender la protesta, la indignación, que generar nuevas propuestas y organizar la voluntad colectiva en torno a éstas. Las más elementales emociones de asentimiento o rechazo, desde la inercia cultural en los diversos ámbitos, es lo que extienden muchas plataformas para inducir las respuestas individuales de las personas conectadas al sistema. Y en la práctica, desde posiciones progresistas que pretenden combatirlo, muchas veces se asume su lógica y sus límites, sin plantearse operar fuera de sus fronteras.

Se enfatiza la fuerza que en ocasiones han significado planteamientos masivamente secundados de respuesta a los poderes establecidos. Así el 15M, también la primavera árabe entre otros. Pero de sus características se desprende quizás su propia debilidad. Comprobar lo que queda de estos fenómenos puede ayudar a entenderlos, y a entender sus limitaciones y carencias. Y a ello abundaría relacionarlos con otros no tan distintos, como fueron los “chalecos amarillos” franceses cuya significación puede entenderse mejor si no se olvida que suscitaron el apoyo desde posiciones aparentemente tan distintas como las protagonizadas por Mélenchon y Le Pen, coherente con el trasvase de votos entre ambas candidaturas en las elecciones presidenciales francesas, las de este año y anteriores. Atención por ello también al tema en las próximas elecciones presidenciales colombianas entre las candidaturas de Gustavo Petro y Rodolfo Hernández. Apostar esencialmente en convertir en voto el descontento social, sin organización social como elemento central, es una mala propuesta desde la izquierda transformadora.

La cuestión de fondo que me interesa particularmente es la que se plantea en términos de “emociones colectivas”, esencialmente como “transmisión de emociones”, dando por hecho que las emociones transmitidas eran ya preexistentes, no nuevas emociones colectivas a construir en relación con propuestas no tanto de indignación y protesta, sino de voluntad de transformación social.

Parece que la cultura dominante desde propuestas pretendidamente de cambio progresista apunte a un sistema binario, SI o NO, adhesión o rechazo, que pueden servir seguramente para ganar en un momento dado un proceso electoral o de crisis institucional, pero no para gobernar, no para que el colectivo social entienda las inevitables dificultades para aplicar un programa de progreso aunque cuente con el aval parlamentario en aquel momento, y cómo hacerles frente hoy o mañana La red social como instrumento único o esencial de expresión, propuesta y movilización, apunta más bien al caudillismo. Algo de esto estamos viendo ya en los fenómenos de adhesión a los/as líderes de estos movimientos momentáneamente masivos cuando no cuentan con una estructura social o política que garantice una ligazón con la sociedad, una elaboración y transmisión de ideas y propuestas en ambos sentidos.

Las emociones colectivas y/o la voluntad colectiva, que no son lo mismo, pero se interrelacionan. Son sin duda esenciales para hacer realidad los proyectos de progreso, de progresista transformación de la sociedad, pero no está claro que las redes sociales sean el único o esencial instrumento para alcanzarlas. Es necesario utilizar las redes sociales, entendiendo que son claramente insuficientes en la medida que suponen formas de actuar individualmente, aislada cada persona tras su instrumento de conexión. Y no creo que esa opinión resulte sólo de la nostalgia de las reuniones presenciales que quizás sufrimos más los de edad más avanzada. Reuniones, debates, asambleas, …, lecturas sin miedo a textos de más de cinco líneas, comentarios en grupo, elaboración de propuestas para el debate, formas de decisión que vayan más allá de accionar el dedito para un clic, … No parece que se pueda prescindir de todo ello, ni sustituirse por la conexión telemática multitudinaria, particularmente para crear esas emociones o voluntades colectivas y para avanzar en la conquista o construcción de proyectos de transformación social.

Redes sociales antisistema con multitudes contactadas y movilizadas, pero sin proyecto político organizado, acaban consolidando el sistema una vez reparados los pequeños y momentáneos desperfectos provocados.

En esta tertulia un colega nos recordó los viejos, o no tanto, conceptos de “movimientos sociales”, “intelectual orgánico…", que creo imprescindibles hoy, actualizándolos, para avanzar. Utilizando sí las redes, pero, sobre todo, sin someternos ni limitarnos a ellas.

Cuando redes sociales movilizadas contra el sistema acaban consolidándolo