sábado. 20.04.2024

cuevaSiglos antes de Cristo, entre los antiguos griegos se consideraba aceptable que una mujer amara tanto a hombres como a mujeres (y al contrario también). Safo (s. VII a,C. ) cantó su amor hacia las mujeres y la ciudad donde nació, Lesbos, dio origen al término lesbianismo. Siglos después de Cristo, en sociedades avanzadas y cultivadas aún hay que pelear por estos derechos. ¡Cuánto hemos avanzado!

Sodoma y Gomorra, cuarto volumen de la obra, es el relato de la revelación de la homosexualidad. Y junto a obras que yo haya leído como Las flores del mal de Baudelaire o Corydon de André Gide, todas han jugado un papel decisivo en la creación del catálogo de literatura homosexual en las letras del s. XX. Al menos a mí me dejaron huella.

“…cuando en la sala del casino dos muchachas se deseaban, se producía como un fenómeno luminoso, como una estela fosforescente que iba de la una a la otra… es como Gomorra, dispersada, procura, en todas las ciudades, en todos los pueblos, juntar a sus miembros separados, formar de nuevo la ciudad bíblica, mientras los nostálgicos,  los hipócritas, los a veces valientes exiliados de Sodoma prosiguen los mismos esfuerzos, aunque sea con vistas a una reconstrucción intermitente…”

Y es que la degeneración en las costumbres sexuales, al igual que el caso Dreyfus del que ya les hablé, son temas persistentes en la obra de Proust por ser motivos de preocupación de aquella sociedad: La Recherche es un boceto de ello que el autor va rellenando con la vida misma. Leyendo este tomo echo de menos que nuestros poetas, novelistas y todas esas personas sublimes me hablen de lo que no se debe decir, es decir, de la vida y de la muerte

Escribo este artículo desde mi Balbec particular: el hotel Sindhura en Cádiz. Allí voy a diluirme de la vida estresante de la ciudad para encontrar mis momentos magdalena. ¡Y siempre los encuentro!

Por cierto, y antes de que me pregunten por el título del escrito de esta semana, solo tienen que recordar la escena de Lawrence Oliver y Tony Curtis en Espartaco: otro auténtico desafío a las tendencias sexuales. Bon appétit!

Proust nos invita a ostras y caracoles