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nuevatribuna.es | PD | 01.12.2010

Acaba de iniciarse la COP 16 en Cancún y el temor a un nuevo fiasco, como el de la anterior de Copenhague planea sobre los más de 20.000 delegados de los 190 países firmantes de la Convención y representantes de organizaciones no gubernamentales y científicas.

Las organizaciones ecologistas se afanan en presentar sus propuestas, presionar a los estados y contrarrestar, a su vez, las presiones y chantajes de los “lobbies” de las multinacionales del carbono, vendedoras de combustibles fósiles.

Ha comenzado el fuego cruzado y los viejos partidarios de echar el freno a los compromisos vinculantes para limitar emisiones, como Estados Unidos y Japón, han recibido nuevos refuerzos provenientes de los llamados países emergentes, que están experimentando su crecimiento acelerado sobre una orgía de consumo de combustibles fósiles. Brasil, China o India, el primero convertido además en una gran potencia petrolífera por los recientes descubrimientos en sus aguas territoriales y los segundos por exigencia de su ritmo de expansión, no quieren ni oír hablar de acuerdos legalmente vinculantes. Prefieren defender iniciativas a escala nacional, por ejemplo China, uno de los países que más padece las consecuencias de la contaminación atmosférica.
Los ecologistas plantean con crudeza la situación real a la que se enfrenta el conjunto de la humanidad, pero son realistas, saben que solamente mediante una negociación que tenga en cuenta todos los intereses, también los de las nuevas grandes potencias económicas y demográficas, se podría alcanzar un acuerdo, que, aunque sea de mínimos, será mejor que un nuevo fracaso y cargan la principal responsabilidad de la falta de decisiones sobre el clima a los países industrializados enriquecidos.

Gordon Shepherd, representante de la Iniciativa Global sobre Clima de la organización WWF asegura que “hay una clara desconexión entre la meta de limitar el calentamiento global, y la escasez de compromisos internacionales en asuntos como la mitigación y la financiación”. Aunque a continuación asegura que “estamos viendo avances sustanciales en varios países para actuar a escala nacional contra el cambio climático”.

El presidente de Amigos de la Tierra Internacional, Nnimmo Bassey, por su parte, aseguró: “Tenemos muy poco tiempo para que se produzcan los cambios sociales radicales que necesitamos para enfrentar el cambio climático y proteger nuestro planeta. Los gobiernos deberían dejar de lado inmediatamente el comercio de carbono para que podamos tener un futuro. Les pedimos a los países industrializados ricos que nos encaminen hacia una transición justa y rápida hacia la descarbonización. Cancún fracasará si estos países no se comprometen a profundas reducciones nacionales sin compensación y al suministro de financiamiento público adecuado que excluya al Banco Mundial." Las organizaciones ecologistas consideran que la actuación del Banco Mundial en este tema es muy negativa y que se está vinculando, por vía de la compensación de emisiones de los países ricos, a la privatización de los bosques de los países subdesarrollados.

Para Ecologistas en Acción, “la lucha contra el cambio climático a nivel internacional requiere un nivel de ambición y unas líneas directrices muy diferentes a las mostradas hasta el momento”. Considera esta organización que en Cancún se debe conseguir un acuerdo que debe incluir unas determinadas condiciones para lograr contener el cambio climático dentro de unos márgenes aceptables para toda la población mundial y evitar un vacío legal a partir de la expiración del Protocolo de Kyoto en 2012. El objetivo debe ser “llevar a cabo unas reducciones de emisiones de gases de efecto invernadero del 40% sobre la situación de 1990”, reducción que deberá realizarse, para que sea eficaz y duradera, “íntegramente en el territorio de cada país”.

Según Xavier Pastor, director Ejecutivo de Oceana Europa es necesario que durante esta cumbre “los diferentes gobiernos logren un acuerdo serio de limitación y reducción en las emisiones de CO2”. Explica que desde los comienzos de la época industrial los océanos han absorbido el 30% de las emisiones de CO2 y el 80% del calor generado por los gases efecto invernadero, lo que se ha traducido en un descenso importante del pH marino. En este contexto, las aguas se vuelven cada vez más ácidas.

“Los océanos actúan como importantes sumideros CO2, reduciendo su concentración en la atmósfera, pero este efecto amortiguador amenaza seriamente con alterar la química oceánica, lo que tiene graves consecuencias para los ecosistemas y la biodiversidad de los océanos”, asegura Pastor

Las organizaciones ecologistas plantean sus exigencias sobre el cambio climático