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nuevatribuna.es | PD | 11.12.2010

Decíamos ayer, ¿éxito o fracaso? El resultado final: ambas cosas.
Éxito porque al menos se han tomado algunas decisiones y no se ha terminado rompiendo la baraja. Fracaso porque no se ha concretado aún un acuerdo que sustituya al Protocolo de Kioto después de 2012.

El asunto tenía ya mala pinta al comenzar las sesiones, con Japón negándose a cualquier acuerdo, Rusia y Estados Unidos (que no ha llegado a ratificar este protocolo) haciendo de las suyas, los países del ALBA subidos al monte, diciendo cosas muy gruesas, pero en gran medida ciertas, los emergentes: Brasil, China e India, demostrando quién ya no manda aquí y la Unión Europea, con España en vanguardia, haciendo de “Pepito Grillo” de la comunidad internacional, exigiendo a los grandes y avanzando compromisos propios hasta del 30 % de reducción de emisiones. A pesar de todo, al final, en la madrugada mexicana, se logró un acuerdo de mínimos que ha permitido salvar la cara.

Greenpeace ha valorado positivamente el final de este proceso hasta este momento, porque al menos se ha alcanzado un compromiso, tras el fracaso del año pasado en Copenhague. Para esta organización, “se ha salvado el proceso multilateral, pero lo que no se ha salvado es el cambio climático”, “los gobiernos han demostrado que pueden comprometerse y cooperar, ingredientes clave para avanzar hacia el logro de un acuerdo global” y culpa a Estados Unidos, Rusia y Japón de que no haya sido posible avanzar más.

Amigos de la Tierra Internacional sintetiza su punto de vista sobre el resultado de la Cumbre como “un acuerdo débil e ineficaz, pero al menos una línea de vida pequeña y frágil para proseguir las negociaciones”, tal como ha expresado Andy Atkins, director ejecutivo de esta organización ecologista mundial. Y “son insuficientes para combatir el cambio climático”. Advierte que “este acuerdo brinda una plataforma para abandonar el Protocolo de Kioto, e integra, en el marco de la ONU, las débiles promesas de Copenhague, que permitirían un aumento de la temperatura de 5 ºC, según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente”.

Nnimmo Bassey, presidente de Amigos de la Tierra Internacional declaró que “el acuerdo alcanzado aquí no vale para luchar contra el cambio climático. Es una bofetada a quienes ya lo sufren”. Alejandro González representante español de esta organización en Cancún, manifestó en relación con aspectos concretos tratados: “los mecanismos para detener la deforestación no pueden permitir a los países ricos continuar emitiendo carbono. Los bosques no son reservas de carbono y no deberían ser comercializados. El dinero para proteger a los bosques debe provenir de los países industrializados. Por otro lado, la ONU es la clave de la respuesta colectiva de la humanidad a esta crisis y vemos que el proceso multilateral está avanzando”.

El texto final aprobado señala que se debe adoptar una decisión “tan pronto como sea posible y a tiempo” para “garantizar que no haya una brecha entre el primer y el segundo período de compromisos”. También que habrá que “elevar el nivel de ambición en la reducción de emisiones” de gases que producen el efecto invernadero (GEI) y propone que los países con vínculo jurídico con ese protocolo (37 países desarrollados) deberían “en 2020 reducir sus emisiones entre el 25 y el 40 por ciento en relación a los niveles de 1990” (lo acordado en Kioto fue reducir un 5 % hasta 2012).

Otro aspecto que cabe destacar es que se acuerda la creación de un “Fondo Verde” que financie a los países en desarrollo, aunque resta decidir el origen de los fondos y la composición de su consejo. El fondo estaría dotado con 100.000 millones de dólares anuales a partir de 2020. aunque existen varias propuestas, el “grupo de los 77”, en el que está Argentina y otros países en desarrollo, piden que las naciones más ricas comprometan un porcentaje de su PIB para esta fin. La ONU ha propuesto crear un impuesto al transporte marítimo y aéreo, barajándose también un impuesto a las transacciones financieras internacionales y al juego.

Otro acuerdo interesante y que ha sido motivo de fricciones con EE. UU. y China es la creación de un mecanismo transparente de medición, informe y verificación (MRV) para controlar las emisiones de los países. China ve este instrumento como un atentado a su soberanía.

Los países más criticos con el proceso de negociación han sido los de la Alianza Bolivariana de los Pueblos de América, aunque al final no han secundado la postura radical de Bolivia, que acabó negándose a aprobar el texto final.

El acuerdo es pues de mínimos, se sale mejor que en Copenhague, algo se avanza, pero las decisiones fundamentales quedan pospuestas para la próxima COP17 en Durban. Punto y seguido. El clima sigue cambiando.

Final de la Cumbre de Cancún: punto y seguido…