martes. 16.04.2024
feminismo

Los socialistas buscaban que las mujeres se incorporasen al intento de cambiar el país, que suponían las elecciones municipales de abril de 1931, y que se contemplaban como un plebiscito entre Monarquía y República

En distintos trabajos hemos abordado un tema menos conocido sobre el interés socialista europeo y español en relación con el voto y la mujer. Nos referimos a las campañas emprendidas por los Partidos Socialistas, siendo en esto muy paradigmático lo realizado por el SPD, para que las mujeres animasen a sus familiares masculinos con el fin de que acudieran a votar por el socialismo, en momentos en los que todavía no estaba reconocido el sufragio femenino.

Pues bien, seguimos aportando insistiendo sobre este particular, acercándonos al llamamiento a las mujeres que el PSOE realizó desde las páginas de El Socialista en abril de 1931 para que contribuyeran a la victoria por las candidaturas republicano-socialistas.

El PSOE se dirigía a las esposas de los trabajadores explotados que no recibían un justo salario para que las familias saliesen adelante, también a las madres que veían a sus hijos trabajando cuando debían estar en la escuela, y hasta a las novias que, en un verdadero ejercicio de retórica, iban a formar nuevos hogares, que luego no podían ser tan felices por la cruda realidad.

Los socialistas buscaban que las mujeres se incorporasen al intento de cambiar el país, que suponían las elecciones municipales de abril de 1931, y que se contemplaban como un plebiscito entre Monarquía y República. Estas apelaciones a la participación secundaria en la política, ya que no tenían derechos políticos, se basaban, en gran medida en ideas que mantenían las estructuras patriarcales que pervivían en el movimiento obrero socialista, al apelar al hecho de que las mujeres eran madres o aspiraban a serlo de los españoles, que como esposas tenían el deber de compartir con los hombres “las penas y las alegrías”, y como madres estaban obligadas a trabajar por el bienestar de los hijos.

El manifiesto combinaba, por lo tanto, aspectos que tenían que ver con la emancipación de la mujer, con otros de evidente paternalismo. Por un lado, el manifiesto planteaba que las mujeres tenían opinión, al afirmar que se estaba seguro que no estaban satisfechas con la realidad española presente, pero, por otro, se vislumbra una concepción de “minoría de edad femenina”, al expresar que habían vivido al margen de la ciudadanía y la política por la influencia eclesiástica. Además, por ignorancia habían supuesto, en muchos casos, un obstáculo para que sus esposos actuasen en la vida política y/o sindical. Los socialistas abogaban por hogares felices, pero para eso debía reinar la felicidad en el país, y eso era imposible con regímenes considerados tiránicos. Y para que la tiranía no existiese era indispensable que todo el mundo actuase en política.

Las mujeres no habían actuado en política, lógicamente, aunque algunas sí lo habían hecho, algunas “señoras” en la Dictadura, usurpando, en opinión socialista, la representación femenina, aludiendo, seguramente al papel de algunas destacadas protagonistas de las élites españolas que tuvieron cargos, especialmente, en los municipios. Por eso, ahora era el momento de que las mujeres participasen en política, apelando a sus deberes ciudadanos para terminar con la situación en la que vivía España, enumerando sus problemas, especialmente el del paro, pero, sobre todo, los de tipo asistencial y educativo, ya que, no debemos olvidar que siempre esas cuestiones se asociaban desde tiempo inmemorial a la supuesta sensibilidad femenina. Por eso se hablaba en el texto del problema de la tuberculosis, que provocaba decenas de miles de muertos todos los años, y que no podía solucionarse si no se cambiaban las estructuras del Estado. Había Juntas de Damas preocupadas por este tema, pero ellas eran el problema, no la solución porque, siempre según el texto, la tuberculosis era antes que una enfermedad un problema social, de higiene y de nutrición. La caridad promovida por esas Juntas era una ofensa al dolor y la dignidad de los enfermos y sus familiares. También se criticaba la ineficacia pública a la hora de atacar la enfermedad. En el relato de los males también se aludía al analfabetismo y a las carencias educativas en España. En conclusión, las mujeres debían adquirir conciencia de estos problemas y actuar, además de no hacer caso a las apelaciones que pudieran recibir por parte de las derechas cuando aludían a los peligros que se cernían sobre las familias.

Los socialistas estaban de acuerdo con que la familia tenía muchos problemas, pero no por los calificados como tópicos de la derecha, sino por el hambre y la miseria. Los socialistas querían que las mujeres les ayudasen a vencer la reacción aconsejando a sus maridos, hijos, hermanos y novios.

Hemos trabajado con el número 6913 de El Socialista. Además, podemos consultar el trabajo de este autor, “Mujer y elecciones en Alemania en 1912”, Tribuna Feminista (marzo 2018).

La movilización socialista femenina para las elecciones de abril de 1931