jueves. 18.04.2024
graffiti pixabay
Graffiti (Pixabay)

A principios de mes tuve la fortuna de escuchar al ex vicepresidente del GobiernoJosé Luis Rodríguez Zapatero, en una magnífica conferencia dentro del contexto del 40 aniversario de la fundación de la corriente de opinión del PSOE, Izquierda Socialista. Se refirió Zapatero a dos asuntos que deben ser muy relevantes para la izquierda, desde el ámbito más local, al supranacional. En primer lugar, la izquierda sociopolítica no puede olvidar por qué nació; en segundo lugar, aunque relacionado con el primero, alertó sobre los “tambores de una nueva guerra fría” que ya redoblan por el planeta.

Si la izquierda nació fue por su carácter internacionalista. Ese final del Manifiesto Comunista, escrito por Carlos Marx y Federico Engels en 1848 por encargo de la londinense Liga de los Comunistas, no concluía con una “amén”, sino con un “proletarios de todos los países, uníos”. Lo cierto es que este lema ya apareció en el número 1 de la Revista Comunista, editada en septiembre de 1847 por el Comité Central de la Liga Comunista. Siglos antes, en el testamento del cura Meslier, un conocido sacerdote social revolucionario fallecido en 1729, ya aparecía el eslogan: Unissez-vous donc, peuples.

Pero toda la izquierda, desde el primer momento y hasta ahora, incluida la que en la actualidad desentierra la hoz y el martillo con estrella de cinco puntas al modo pro soviético, ha obviado a tan loados pensadores. La idea de Marx y Engels no evitó ni la Primera Guerra Mundial, ni la Segunda Guerra Mundial, ni las guerras posteriores. Las patrias territoriales vencieron terroríficamente a la patria de la igualdad y el progreso. Obreros de todos los países se mataron entre sí, igual que hoy día obreros de occidente fabrican las armas que caen sobre obreros, hospitales, mujeres, niños y niñas del llamado “tercer mundo”. Dictadores como Hitler y Stalin acordaron no agredirse para mantener unos terruños que hoy siguen generando tensiones, hasta que el alemán traspasó las fronteras del ruso.

Es muy recomendable escuchar la clase magistral impartida por quien fuera secretario general de CCOO, Antonio Gutiérrez, en la Escuela de Verano de 2018 (YouTube: Antonio Gutiérrez en la Escuela Sindical CCOO de Madrid 2018). Allí el economista y veterano militante de la izquierda lo dejó muy claro, hablando de aquellos días en que surgió el debate sobre empleo y derechos humanos, a cuento de la fabricación de armamento en España, destinado a Arabia Saudí. Gutiérrez aseguraba: “Es muy grave [cambiar] empleo por Derechos Humanos”, y seguía: “yo he seguido con muchísimo dolor, porque no me he sentido representado en ese sindicalismo, en que los de Navantia de Cádiz, antes incluso de que los sátrapas de Arabia Saudita dijeran esta boca es mía, estaban saliendo a la calle y protestando porque se había suprimido el contrato de las cuatrocientas bombas a estos asesinos, que las utilizan para matar a niños en escuelas, en hospitales…”.

Como “corporativismo rancio” calificó Gutiérrez a ese movimiento sindical que emulaba al alcalde de Cádiz cuando decía que “entre el derecho a la vida y que pite la olla…”, y apostaba por que pitara la olla. La izquierda, desde la socialdemocracia moderada hasta el más radical de los comunistas, debería tener claro que ante esa disyuntiva ordinaria hay que saltar como un resorte para defender el derecho a la vida. Se puede estar en paro y pasando penalidades, pero vivos para defender ese empleo, y vivos para denunciar y no ser cómplices de los sátrapas.

Es imprescindible, volviendo a Zapatero, la información internacional y la cooperación internacional. Porque no es sólo el expresidente socialista quien habla de una nueva “Guerra fría”. Niall Ferguson, historiador conservador (Desastres: historia y política de las catástrofes) habla de ella en positivo y cree que “una nueva Guerra Fría es un buen desenlace, hay una posibilidad de que acabemos con una guerra caliente por Taiwán en un futuro próximo”. 

Quizá, de las tres guerras frías que se avecinan: China, Rusia y radicalismo islamista, la más evidente es la que ya mantienen China y Estados Unidos. El mundo ha visto perplejo cómo Australia, Reino Unido y EEUU firmaban un “pacto de seguridad” obviando absolutamente a Europa y traicionando un acuerdo entre Francia y Australia para la adquisición de este último de 32 submarinos diésel. A cambio, EEUU convierte a Australia en el séptimo país del mundo con flota nuclear tras un nuevo contrato. El enfado de Francia ha sido monumental y el de Europa…, también, pero no obviemos que el único país de la UE con intereses en la zona del Pacífico es Francia.

A nadie se le escapa que China está apropiándose del espacio que en su día ocupó la Unión Soviética por mucho que Joe Biden lo niegue. El presidente de Estados Unidos está decepcionando por su política exterior y, como recientemente escribía el periodista y economista, Joaquín Estefanía, corre peligro de asemejarse a Lyndon B. Johnson si no abandona esa política trumpista América primeroLyndon B. Johnson llegó a la presidencia de EEUU en 1963 como consecuencia del asesinato de John Fitzgerald Kennedy y se mantuvo hasta 1969, víctima de las revoluciones del 68.

Lyndon B Johnson sacó adelante leyes muy importantes y de contenido social: la Ley de Derechos Civiles, la Ley del voto, la Ley de oportunidad económica (con el objetivo de erradicar la pobreza entre la población negra). Además, aprobó el seguro de salud para ancianos y pobres y la construcción estatal de vivienda a bajo coste, pero… aumentó la presencia de militar de Estados Unidos en Vietnam. 

Actualmente Estados Unidos lo está haciendo muy mal: salida caótica y abandono de Afganistán; tensiones permanentes con la Unión Europea y la OTAN, que debería que redefinir su papel; guardias estadounidenses combatiendo la inmigración haitiana, a caballo, como en los peores momentos de la supremacía blanca

Debería ser el tiempo de la cooperación internacional, de menos banderas y más hechos. Sobra infantilismo revolucionario un día y fotos en Instagram el siguiente. Quizá no sobre pensar por nosotros mismos, sin ir a rebufo de intereses espurios. Quizá haya que desterrar para siempre las correas de transmisión. ¿Y si tomamos como hoja de ruta los Derechos Humanos? ¿Y si unimos a los países y proletarios del mundo?


Tambores de una nueva Guerra Fría