sábado. 27.04.2024

Vivimos un momento socialdemócrata en la política europea.

Igual que hubo momento neoliberal con Thatcher y compañía a finales del siglo XX, y hubo momento “austeridad” en la respuesta a la crisis financiera de 2008, hoy contamos con un escenario equiparable a aquel gran consenso keynesiano que alumbró la Europa de los derechos y el bienestar en la segunda posguerra mundial.

Los gobiernos más estables, los más eficaces en sus respuestas a la crisis vigente, y los que están marcando claramente la senda a seguir, son los gobiernos socialdemócratas.

Las políticas de la centralidad son las políticas del refuerzo al papel del Estado como regulador, como protector y como redistribuidor, frente a las políticas que impusieron el retraimiento de lo público en la gestión de la crisis financiera

Se ha configurado un eje de liderazgo socialdemócrata que va desde el sur hispano-portugués hasta el centro germano-danés, y que llega bien al este con la referencia finesa y eslovena.

Este eje que conforma la centralidad para las grandes decisiones políticas y económicas contrasta con la situación del espacio de la derecha europea, profundamente dividido entre conservadores europeístas, neoliberales irredentos y ultras populistas.

Italia no logra digerir el revoltijo social-cristiano, neofascista y xenófobo que votó en las últimas elecciones, y aún carece de gobierno (Nombrado el 21 de Octubre). La Francia de Macron deambula entre la ortodoxia liberal-nuclear y los guiños progresistas. Polacos y húngaros se regodean en su antieuropeismo. Y el nuevo gobierno sueco nace con las hipotecas más oscuras.

Por su parte, el Reino Unido post-brexit, dibujado a golpe de mentiras e improvisaciones por el partido conservador, ha convertido su vida política en un auténtico vodevil. Y todo parece indicar que el ascenso al poder de los laboristas solo es cuestión de tiempo.

Las políticas de la centralidad son las políticas del refuerzo al papel del Estado como regulador, como protector y como redistribuidor, frente a las políticas que impusieron el retraimiento de lo público en la gestión de la crisis financiera.

Las políticas de la centralidad son las políticas que ordenan el mercado para evitar, limitar y compensar sus efectos indeseados e injustos. Incidiendo en la oferta, incidiendo en la demanda, e incidiendo en los precios, porque los europeos ya hemos aprendido que aquella mano invisible en la que confían los neoliberales siempre abofetea las mismas mejillas.

Las políticas de la centralidad son las políticas que gestionan las crisis coyunturales, como la pandemia y la guerra energética de Putin, sin perder de vista los desafíos estratégicos, como el fortalecimiento de la ciencia, la lucha contra el cambio climático y la transición ecológica.

Las políticas de centralidad son las políticas que cimientan las estructuras de la Unión Europea para la acción colectiva, porque ha sido la acción europea concertada de las vacunas la que ha salvado millones de vidas, y porque está siendo la acción europea concertada de los fondos Next Generation y la regulación energética la que nos está protegiendo de las embestidas del autócrata ruso.

¿Y cuáles son las políticas descentradas hoy en Europa? Las contrarias: las políticas que apuestan por el debilitamiento de lo público, las que proclaman bajadas generalizadas de impuestos, las que buscan renacionalizar las decisiones frente a “los burócratas de Bruselas”, las que hablan del “timo ibérico” en lugar de gobernar los mercados energéticos, las que generan inestabilidad cuando necesitamos estabilidad…

Es decir, las políticas más alejadas de la centralidad europea hoy son precisamente las políticas que abraza el Partido Popular de Feijóo.

La derecha española está perdiendo una gran oportunidad, otra vez, para demostrar algo de patriotismo y responsabilidad en un momento crítico para nuestro país y para el conjunto de Europa.

Precisamente cuando el gobierno de España hace todo lo posible para preservar el interés del país, en un entorno sumamente complejo, liderando algunas de las iniciativas más interesantes y reconocidas a nivel internacional, la derecha española insiste en la estrategia del catastrofismo y el descrédito de nuestras instituciones, aquí y en Bruselas.

Nadie entiende a la derecha española en Europa. Ya ocurrió hace años en el referéndum sobre la OTAN, cuando sorprendió a todos pidiendo la abstención. Volvió a ocurrir con el alineamiento de Aznar en la guerra ilegal de Irak. Ahora, cuando toda Europa quiere generalizar “la excepción ibérica”, el PP la descalifica como un timo.

Los más inteligentes aprovechan el momento socialdemócrata para apuntarse a la nueva centralidad…

La socialdemocracia es hoy la centralidad en Europa