jueves. 28.03.2024
Líderes socialdemócratas europeos visitando el Guernica. Madrid 2019

Hay ciclos en política, desde luego. Los hay en la política española, por descontado. Y estamos experimentando un ciclo de gran profundidad y alcance en la política de nuestro país. Pero es un ciclo muy distinto al que tratan de divulgar los propagandistas del “fin de ciclo sanchista”.

Porque hay ciclos impostados y ciclos auténticos. Por ejemplo, es un ciclo impostado aquel que se intenta establecer mediante la convocatoria anticipada de tres elecciones regionales consecutivas, todas ellas de resultado previsiblemente favorable a un partido político concreto.

Manipular para polarizar. Polarizar para dividir. Dividir para enfrentar. Enfrentar para tumbar. Tumbar para ganar. Eso no es política. Al menos no es política legítima

Por el contrario, es un ciclo auténtico aquel que puede analizarse a partir de la decantación progresiva, firme y fehaciente de un conjunto de valores, de planteamientos ideológicos y de comportamientos electorales, a través de ámbitos temporales y geográficos amplios.

Vivimos un ciclo socialdemócrata en la mayor parte del mundo democrático, desde Europa hasta Norteamérica, pasando por centro y Sudamérica.

Se trata de un ciclo cuyo detonante es doble: la búsqueda de respuestas justas a la terrible pandemia global de la COVID; y el funesto recuerdo de la aplicación de recetas de “austeridad liberal” ante la crisis financiera de 2008.

Ante el desafío del coronavirus, la mayoría en las sociedades democráticas han optado por reforzar al Estado planificador, distribuidor y protector. Y han rechazado las políticas que promovían los equilibrios monetarios al coste del desequilibrio social, la desigualdad lacerante y la precarización masiva.

Es cierto que este momento socialdemócrata llega acompañado de una fuerte polarización política. Las razones son varias. La principal: los poderosos ganadores de las crisis anteriores se resisten a que las cosas se hagan ahora de otra manera. Sus intereses son minoritarios, pero su chequera da para procurarse apoyos políticos y mediáticos por doquier.

Hay más caldo de cultivo para la polarización. Cien años después de reventar las experiencias democráticas europeas de los años treinta, las derechas han redescubierto las grandes posibilidades del populismo, de la emocionalidad negativa y de la repetición de las mentiras. ¿Para qué buscar argumentos cuando la razón está en su contra y la sinrazón resulta más eficiente?

Las redes sociales y el neo-panfletismo digital contribuyen, por otra parte, a dificultar la distinción entre periodismo y propagandismo, entre información cierta y opinión mercenaria, entre certeza y rumor, entre criterio y bulo, entre verdad y mentira, en suma.

Con todo, resulta evidente para cualquier analista que se moleste en constatar los datos de la realidad que vivimos un momento socialdemócrata, también en España. Los valores de solidaridad, igualdad y justicia social recuperan prestigio frente al éxito personal como prioridad, el enriquecimiento rápido como propósito, y el individualismo como moral dominante.

Las tensiones tradicionales entre igualdad y escalada, entre solidaridad y desentendimiento, entre humanización y dinero, entre acción colectiva y pistoleros solitarios, se decanta mayoritariamente por las opciones primeras y más progresistas.

Esta decantación de principios tiene su lógico correlato político en una mayor confianza hacia el papel protagonista de lo público, del Estado y de sus hombres y mujeres, de médicos a maestros y bomberos. Se demuestra en el mayor apego al Estado de Bienestar y sus herramientas tradicionales de sanidad, educación, servicios sociales y pensiones, en detrimento del aseguramiento privado, exclusivo y excluyente.

También hay consecuencias de esta decantación socialdemócrata en lo relativo a la conciencia fiscal. Aquello de que “el dinero donde mejor está es en el bolsillo del ciudadano” congenia mal con la certeza de que la sanidad pública ha salvado millones de vidas desde la aparición del virus mortal. Y que la sanidad que ha salvado de la muerte a nuestra madre o a nuestro hijo no se sostiene mediante recetas de rebaja fiscal masiva.

De repente, aquello de la justicia fiscal y de que paguen más los que más ganan, los que más tienen y los que más esconden, resulta bastante atractivo.

Socialdemocracia es lo que practica cada día, en cada ley, en cada decisión, en cada mensaje, el Gobierno de Pedro Sánchez. Por eso decimos que este Gobierno navega con viento a favor y tiene mucho “ciclo” por delante, a pesar de los falsos profetas de la catástrofe, que cada día inundan los medios vendiendo como pronóstico lo que tan solo es deseo.

Y socialdemocracia es lo que triunfa como opción política y electoral en el mundo democrático desarrollado. De Portugal a Alemania o Escandinavia, pasando pronto por Italia y Reino Unido. De Estados Unidos a Canadá, Argentina, Chile o Colombia, pasando pronto por Brasil…

Por eso, Pedro Sánchez es hoy un referente europeo e internacional, con liderazgo influyente en decisiones claves, como la compra centralizada de vacunas en Europa, como el nuevo Plan Marshall de los fondos Next Generation, como la reforma del mercado eléctrico europeo, como el nuevo concepto estratégico de la OTAN… Nunca España fue tan escuchada y tan decisiva en el contexto europeo e internacional.

Y por eso la derecha española hace de todo menos política. Porque resucitar ETA una década después de muerta no es hacer política. Ni lo es engañar sobre cesiones inexistentes al independentismo catalán. Ni lo es equiparar diálogo y acuerdo con engaño y traición. Ni lo es negar la evidencia de la desigualdad de género o del cambio climático. Ni lo es enfrentar a los españoles de un territorio con los españoles de otro territorio, o a los de la ciudad con el campo, o a los de una identidad sexual con otra…

Manipular para polarizar. Polarizar para dividir. Dividir para enfrentar. Enfrentar para tumbar. Tumbar para ganar. Eso no es política. Al menos no es política legítima.

Contrastar valores, principios, programas, propuestas. Esto sí es política legítima. Pero la derecha española ha llegado a la conclusión de que así no gana…

Claro que hay problemas. Persisten algunos viejos y llegan otros nuevos con fuerza. Del paro persistente a la persistente desigualdad de género. Del envejecimiento progresivo a la progresiva desesperanza de muchos jóvenes. De la inesperada guerra de Putin a la menos inesperada crisis climática…

Retos difíciles, sí. Pero mejor afrontarlos desde este momento socialdemócrata. Mal que les pese.

Momento socialdemócrata, mal que les pese