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En los últimos años los procesos migratorios se han convertido en una realidad cada vez más difícil de afrontar por los gobiernos, que generan más enfrentamientos políticos y que causan un creciente malestar en sectores importantes de la población de los países desarrollados.
En estas semanas hemos visto a nuestro presidente del Gobierno viajar a tres países subsaharianos con una misión no muy clara y con un mensaje muy ideológico a favor de la inmigración ordenada. Todavía no se saben los compromisos concretos que haya podido establecer con unos gobiernos, que no siempre son estables ni garantes de un funcionamiento democrático.
Casi coincidiendo en el tiempo, aunque con muy distintas propuestas, otros dos jefes de gobierno socialdemócratas, el británico Keith Starmer y el alemán Olaf Scholz, han protagonizado dos iniciativas polémicas. Starmer viajando a Italia, entre otros motivos para conocer las supuestas políticas exitosas de contención de la emigración de la derechista presidenta de gobierno, Meloni, y ver lo que puede aprender y aplicar en Gran Bretaña. Por su parte, Scholz ha decidido suspender temporal y parcialmente el Tratado de Schengen en Alemania, estableciendo un control de fronteras en la entrada que, al margen de su efectividad, abre un peligroso precedente en la aplicación de un Tratado, que ya fue difícil de aprobar en su día.
Scholz ha decidido suspender temporal y parcialmente el Tratado de Schengen en Alemania, estableciendo un control de fronteras en la entrada
Además, como todos sabemos, la emigración ha sido un elemento muy presente en las elecciones europeas en países como Holanda, Austria, Suecia, Italia y desde luego España, con un notable crecimiento de la extrema derecha. Igualmente, está por ver lo que suceda en las próximas elecciones norteamericanas, en especial con los demenciales mensajes racistas y xenófobos de Donald Trump.
Seria una frivolidad por mi parte decir, como sucede con sectores de la izquierda política, sindical y social, que hay soluciones desde la solidaridad, pero “hay que quererlo”.
Es cierto que movimientos migratorios los ha habido siempre y en especial en Estados Unidos (chinos, irlandeses, italianos, judíos, griegos, centroeuropeos, surasiáticos, caribeños, latinoamericanos…). Francia, Reino Unido, Alemania, Suiza, Bélgica, entre otros países, han tenido importantes procesos de emigración, más o menos regulada, a partir del crecimiento económico tras la segunda guerra mundial, entre ellos cientos de miles de españoles; como también hubo cientos de miles de españoles que emigraron a Argentina, Venezuela y México (mi abuelo materno sin ir más lejos).
Y es sabido que esa entrada de emigrantes desde la segunda mitad del siglo XIX y sobre todo en el siglo XX, generó tensiones sociales y conflictos políticos, por su utilización demagógica por las fuerzas de la extrema derecha.
Sin embargo, los movimientos migratorios hoy tienen dos componentes distintos, uno cuantitativo y otro cualitativo.
La globalización ha elevado de manera extraordinaria las oleadas migratorias y además las ha extendido por todo el mundo. Ya no hablamos de cientos de miles sino de millones y millones. Ya no hablamos de una emigración básicamente masculina en busca de trabajo, sino también de mujeres, niños, adolescentes, que huyen del hambre, la miseria y las guerras.
Los procesos migratorios del pasado eran protagonizados muy mayoritariamente por personas de raza blanca y sobre todo de credos religiosos cristianos
El aspecto cualitativo es que los procesos migratorios del pasado eran protagonizados muy mayoritariamente por personas de raza blanca y sobre todo de credos religiosos cristianos (con la excepción de la minoría judía). Hoy buena parte de la emigración son de raza negra, mestiza o mulata y sobre todo de religiones que nada tienen que ver (salvo en Estados Unidos) con el hasta ahora cristianismo predominante en los países desarrollados. El conflicto cultural está servido y los procesos de integración son mucho más difíciles.
Por ello hasta ahora no hemos encontrado soluciones efectivas ni para la contención de la emigración, ni para una satisfactoria integración de quienes han llegado. Ni los gobiernos progresistas, ni mucho menos los conservadores lo han conseguido.
No hay modelo convincente y eficaz y sí abundan las ocurrencias o falsedades, en especial en la extrema derecha, pero también en los discursos “buenistas” de una parte de la izquierda.
Incluso resultan preocupantes algunas ideas que ha lanzado Pedro Sánchez en África, que pueden ser interpretadas como una invitación a la emigración, aunque se le añada la coletilla de “regulada” y el presidente se equivoca cuando dice que los que vengan tienen que asumir el compromiso de que al cabo de 5 años deberán volver a sus países de origen. Eso no se lo cree nadie. Quienes consigan papeles no se van a ir, porque lo que les espera de vuelta, sin duda va a ser nuevamente una calamidad.
En la medida en que crece la presencia de la emigración en nuestras ciudades y pueblos, se generan sentimientos de rechazo, más o menos explícitos y circulan rumores y falsas noticias, que se traducen en un crecimiento del voto derechista, en especial en los barrios obreros y populares, como por ejemplo en mi barrio de Vallecas. Fenómeno que ya vivió con especial intensidad Francia, donde los barrios y ciudades de voto al Partido Comunista, ha evolucionado hacia un voto a la extrema derecha.
El presidente se equivoca cuando dice que los que vengan tienen que asumir el compromiso de que al cabo de 5 años deberán volver a sus países de origen. Eso no se lo cree nadie
Es verdad que para combatir los sentimientos antinmigración los progresistas recordamos el pasado emigrante de muchos cientos de miles españoles, pero ese argumento cada vez tiene menos peso en sectores que no vivieron, ni ellos ni sus padres. Igualmente, hoy por hoy, tiene un peso muy relativo defender que vamos a necesitar muchos emigrantes para hacer frente a la caída de la natalidad de la población española, es un futuro que parece lejano para la mayoría de la gente.
En mi opinión puede tener más eficacia explicar el papel que están jugando cientos de miles, incluso algún millón, de emigrantes para el funcionamiento de actividades productivas tan importantes como la agricultura y actividades derivadas, la construcción, la hostelería, el cuidado de las personas dependientes, el transporte (por ejemplo, la inmensa mayoría de los choferes empleados en los taxis de compañías privadas son emigrantes) …
Pero dicho esto, lo cierto es que existen evidentes problemas ante el crecimiento de la entrada de la emigración irregular y las dificultades que provoca su integración en la sociedad española.
Hay que partir de que, aunque la llegada en cayucos es la imagen más dramática, sin embargo, entran muchos más emigrantes por los aeropuertos, aprovechando las fisuras normativas en materia de control policial en las aduanas, que el gobierno debería reformar.
En relación con la entradas irregulares, especialmente en Canarias, Ceuta y Melilla y territorios del Sureste del país, aunque la idea de la derecha de utilizar el ejército para impedirlo es absolutamente descartable por los problemas de diversa índole que ello acarrearía (más allá de que las Fuerzas Armadas aceptaran asumir ese papel policial), lo cierto es que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y con el debido respaldo judicial, deberían estar mucho más dotadas, para ser más eficaces en el control del territorio y en la lucha contra las mafias traficantes.
En segundo lugar, deberíamos ser capaces de abordar en el Congreso de los Diputados un debate sereno y riguroso sobre los procedimientos de devolución en sus diversas modalidades. Tema sin duda complejo, pero que no debemos eludir.
Deberíamos ser capaces de abordar en el Congreso de los Diputados un debate sereno y riguroso sobre los procedimientos de devolución en sus diversas modalidades
En tercer lugar, el gobierno del Estado, los Autonómicos y las Corporaciones locales, deben asumir que la política de integración requiere un incremento sensible del gasto público en Educación, Sanidad, Servicios Sociales, Exclusión Social, Transporte Publico o Vivienda en alquiler, para evitar que el crecimiento de la demanda se salde con un deterioro de la extensión y calidad, algo que resulta muy sensible para la población española.
En cuarto lugar, las tres Administraciones Publicas y en primer lugar la Administración General del Estado, deben facilitar con carácter general y totalmente publica, información actualizada y pormenorizada de cuestiones fundamentales para conocer la realidad de la población inmigrante, para diseñar con rigor las políticas públicas que afecten a esa población, para que las entidades empresariales, sindicales, ONGs, etc. puedan afrontar sus actividades con fundamento y por ultimo para que la ciudadanía tenga información veraz y pueda descartar los bulos y prejuicios.
En 1996, siendo director general del IMSERSO, se creó por esta institución el Observatorio Permanente de la Inmigración, que inicio una importantísima tarea de elaboración de Estadísticas y de Estudios específicos sobre la Inmigración en España. Lamentablemente el impulso inicial de sus primeros años se ha ido ralentizando y por ejemplo en los últimos diez años apenas se han publicado Estudios e Informes.
Es verdad que siguen publicando estadísticas, como también lo están haciendo otras instituciones públicas estatales o autonómicas. Pero hay temas que o bien no se estudian o bien no se hacen públicos.
Ni podemos proponer una política de fronteras abiertas camuflando o ignorando los problemas existentes, ni pensar que “con mano dura” podemos evitar las llegadas de emigrantes
Cuestiones polémicas como por ejemplo la nacionalidad de las víctimas y de los causantes de violencia de género, el porcentaje de extranjeros perceptores de prestaciones económicas o de ayudas sociales, de usuarios de viviendas de titularidad pública, de acogidos en centros públicos o privados concertados, características de esos centros y duración media de las estancias, porcentaje de escolarización de niños y niñas extranjeros por etapas educativos, así como las cifras del abandono escolar, porcentajes de detenciones, reincidencias, procesamientos y condenas, de población reclusa, perfil de los menores no acompañados, etc.
En quinto lugar, las tres Administraciones y las ONGs especializadas, deben ser capaces de diseñar programas de integración dirigidos a la segunda y tercera generación de emigrantes, que cada vez van a tener mayor presencia. Tarea difícil pero fundamental si queremos evitar las negativas experiencias de países como Francia, Gran Bretaña, Bélgica, Holanda o Suecia.
Afortunadamente también contamos con factores que inciden muy positivamente ante la opinión pública, como por ejemplo las figuras de los jóvenes futbolistas Lamine Yamal y Nico Williams, con miles y miles de niños y jóvenes vistiendo por las calles sus camisetas. O los medallistas olímpicos, Jordan Diaz, Juana Camillion, Ayoub Ghadfa, Enmanuel Reyes, Cristina Bucsa, Alisa Ozhogina, Marcus Cooper, de origen emigrante pero ya con nacionalidad española.
En definitiva, ni podemos proponer una política de fronteras abiertas camuflando o ignorando los problemas existentes, ni pensar que “con mano dura” podemos evitar las llegadas de emigrantes. Sería imprescindible un pacto político y social para diseñar y aprobar una política migratoria, que a medio plazo fuera razonablemente eficaz y que contara con el beneplácito de la población de nuestro país y la manipulación por la extrema derecha.