miércoles. 24.04.2024
 

Mientras las pantallas retransmiten en directo los ataques de las fuerzas armadas de la Federación Rusa en Kiev, opinólogos y oportunistas de variada calaña exponen sus parciales puntos de vista respecto del conflicto. En la agenda de las grandes corporaciones mediáticas la hostilidad de Vladímir Putin ocupa un sitio preponderante que trasciende las secciones de política internacional, colándose allí en donde el espectador ponga su atención. La vara con la que se mide la invasión rusa no es la misma con la que se midieron cada una de las invasiones protagonizadas por los Estados Unidos a lo largo de su historia. La justificación de los ataques perpetrados por el país que se autopercibe libre y democrático, siempre ha encontrado vías de aceptación a través de los adeptos dispuestos a transcribir la historia de la manera más conveniente para los intereses de la por excelencia patria capitalista. Tanto es así, que hasta las armas de destrucción masiva -y las pistolas humeantes salidas de la imaginación  Colin Powell- creyeron ver los televidentes a quienes se les inoculó la idea de “la necesidad” de bombardear Irak; invasión “en nombre de la Libertad” que dejó un saldo de cientos de miles de civiles masacrados, y un país hecho añicos.   

Pero lo que hoy nos ocupa no es Rusia ni Ucrania; no al menos en este artículo que pretende hacerse un hueco entre tanto bombardeo de noticias bélicas que desde el pasado jueves impregna las portadas, sepultando entre las ruinas a esas otras “malas nuevas” que –injustificadamente- han sido desechadas, minimizadas o invisibilizadas.

Poco antes de que la escalada bélica cobrara dimensiones apocalípticas, el diario estadounidense The Washington Post publicó una información que daba cuenta de una tragedia resultante de la desigualdad y la brutalidad que genera el capitalismo salvaje. “El número de niños en Estados Unidos que vive en la pobreza aumentó drásticamente después de sólo un mes sin el pago del crédito fiscal ampliado por hijo”.

De acuerdo con el Centro sobre Pobreza y Política Social de la Universidad de Columbia, 3,7 millones de niños más estaban viviendo en la pobreza en enero, un aumento de 41% sobre diciembre, cuando las familias recibieron su último cheque.

Tras el fin del programa social que cubría las necesidades básicas de millones de familias vulnerables, 3,7 millones de niños han pasado formar parte de las filas del hambre y la miseria en los Estados Unidos.  La expiración del beneficio infantil ampliado del presidente Joe Biden, a fines del año pasado, ha disparado la tasa de pobreza infantil del 12 al 17 por ciento. Casi cuatro millones de niños están ahora en la pobreza. Y de ellos, el porcentaje mayor son afrodescendientes.

La Casa Blanca está ahora inmersa en otras batallas. Y la pobreza infantil creciente no es prioridad en la agenda de los adalides de la libertad. Joe Biden firmó la ley que recoge el aumento de gasto  en Defensa para el año 2022, un presupuesto de 768.200 millones de dólares que refleja la verdadera prioridad de Washington.

La prioridad de Washington