martes. 23.04.2024
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Fotos: Génesis Claros

Todos los días cojo el metro de Madrid y durante los trayectos que hago, siempre voy como ausente. Todos los días voy enganchada a la música que me teletransporta a los recuerdos de la infancia, a esos recuerdos dulces que se vieron interrumpidos de manera violenta tras la crisis económica de finales de los años '90. Por un momento me detuve y empecé a mirar a mi alrededor, fijándome en algunas de las familias de mis compatriotas, que iban acompañadas de sus hijos e hijas y pensé en cómo sería la infancia de estos niños si ahora mismo estuvieran viviendo en el Ecuador, con una especie de presidente enajenado a un mundo que solo existe en su mente.

Reflexioné durante todo el trayecto y no lograba sacarme de la cabeza la imagen de los niños y niñas vendiendo en las calles, en los buses o trabajando como lustrabotas. Me acordé de cuando era pequeña, de cuando mi padre me llevaba al centro histórico de Quito a limpiar mis zapatos de la escuela (sí, podríamos decir que fui una niña “privilegiada” que pudo acceder a la educación en un país roto y quebrado económicamente), y de cuando veía a una niña de mi misma edad despeinada, con su ropa sucia y descosida vendiendo mandarinas o caramelos en los buses. ¿Dónde estarán sus papás? Pensaba… ¿Cómo logran subir y bajar del bus solos? Pero, la duda que siempre tuve -y tengo- es, ¿por qué no están en la escuela

Lenin Moreno hizo unas declaraciones acerca del trabajo infantil en las que, sistematizó -y casi que legalizó- las condiciones desoladoras por las que algunos niños y niñas del Ecuador pasan a diario

Aquellas imágenes no solo son recuerdos de un cercano pasado, sino que son una realidad social en la que muchos niños y niñas de nuestro país viven, y lo más llamativo es que muchos de nosotros -incluido el propio presidente- naturalizamos y normalizamos este tipo de prácticas y violencias infantiles. Está claro que el actual gobierno no es el mejor amigo de los niños y niñas -por no decir que es el enemigo más vil de los y las ecuatorianas en general- y hace unos días el presidente L. Moreno hizo unas declaraciones acerca del trabajo infantil en las que, más allá de condenar estas circunstancias y de proponer medidas económicas que garanticen el acceso a la educación gratuita, sistematizó -y casi que legalizó- las condiciones desoladoras por las que algunos niños y niñas del Ecuador pasan a diario. Y bastaría con leer la declaración universal de los derechos de los niños y de las niñas, para entender la gravedad de las declaraciones y de las intenciones de Lenin Moreno: un hombre que se emociona con ver un niño vendiendo una cola en una esquina, que "representa la esencia misma de los ecuatorianos", según él. 

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Sin embargo, como recita la declaración universal del niño, "la sociedad y las autoridades públicas tendrán la obligación de cuidar especialmente a los niños sin familia o que carezcan de medios adecuados de subsistencia" (principio VI); "No deberá permitirse al niño trabajar antes de una edad mínima adecuada" (principio IX). El contradictorio es demasiado evidente. Con un 22% de aprobación, el gobierno de los átomos y otros delirios, no deja de ser el principal abusón de nuestros niños y niñas y el principal promotor ilícito de la explotación infantil. Los acuerdos millonarios con el FMI lo confirman y son, por otro lado, las bases de este proceso inhumano que pretende consolidarse en nuestro país a través de unas recetas que para nada satisfacen las necesidades del pueblo ecuatoriano. Todo lo contrario, benefician a las grandes élites que por decenas de años han explotado -y siguen explotando- a nuestro pueblo y, por ende, explotando a nuestros niños y niñas. Y es que vivir una crisis detrás de otra no es sinónimo de emprendimiento, sino de violencia, dolor y -en el peor de los casos- de muerte. Alguien debería explicarle a este presidente que con la vida y la dignidad de todo un pueblo -incluidos nuestros niños y niñas- no se juega. 

Con un 22% de aprobación, el gobierno de los átomos y otros delirios, no deja de ser el principal abusón de nuestros niños y niñas y el principal promotor ilícito de la explotación infantil

El trabajo infantil en el Ecuador afecta a niños y a niñas entre los 5 y 14 años, es decir, al 5,4% de la población, según los datos que nos facilita el Ministerio de Inclusión Económica y Social. Es evidente que al jefe de estado no le interesa abordar problemáticas como estas y, sin duda, lo que más le gusta hacer son comparaciones absurdas que denotan su falta de empatía, respeto y humildad. Lejos de crear unas políticas y leyes que erradiquen esta violencia infantil, Moreno y sus acólitos no hacen más que mermar las continuas polémicas de la presidencia, como si nada hubiese pasado, y como si todo este jaleo fuese un “chispoteo” más del jefe. 

A este paso, los y las ecuatorianas no solo vamos a legitimar esta violencia institucional, sino que es probable que formemos parte de este circo mal montado, que busca invisibilizar las necesidades y las realidades de un país que se hunde en la miseria. Hemos pasado del millón de átomos de Bolívar, Hitler, o George Washington al “monito de 5 años”. En fin, que cualquier día de estos nos levantamos con la noticia de que el aire sacia el hambre y nos lo creeremos. ¿A qué estamos esperando? 


Cristina Reyes Pacheco | Militante de la Revolución Ciudadana Madrid

“Las niñas y niños que trabajan sufren porque los adultos son violentos con ellos, los...