jueves. 28.03.2024
reinounido
La policía británica intenta controlar una de las manifestaciones de los mineros

Como continuación de la primera parte de la historia del sindicalismo británico


“Unos sindicatos débiles no son útiles ni para sus miembros ni para las industrias en que éstos trabajan ni para la comunidad en su totalidad” (Jack Jones)


  1. La Dama de hierro azote de los sindicatos; estos giran hacia Europa

El modelo del Laborismo nacido en los albores del siglo XX como partido sindical  fue cambiando poco a poco y la relación entre las Trades Union y el brazo parlamentario sufrió altibajos y enfrentamientos a partir de la primera experiencia de gobierno de los laboristas en 1924, con Ramsay MacDonald como primer ministro. MacDonald que gobernó dos veces tuvo que afrontar la Gran Depresión de 1929 y llevar a cabo recortes en el gasto público, lo que provocó su expulsión del partido.

En 1945 los laboristas inesperadamente derrotaron al “héroe” de la guerra, Wiston Churchill y formaron gobierno hasta 1951 con Clement Attlee al frente. Fue un gobierno muy avanzado en los temas sociales introduciendo la asistencia sanitaria universal y gratuita. Puede decirse que Atllee fue el padre del estado del bienestar en el RU.

Harold Wilson (1964-1970 y 1974-1976) no tuvo buenas relaciones con algunos de los líderes sindicales a pesar de que trató de satisfacer las demandas sindicales. Nada más ser nombrado jefe del gobierno hizo aprobar una nueva Ley de Conflictos Laborales dado que la de 1906 había sido alterada por una reciente sentencia de la Cámara de los Lores que entre otras restricciones retiraba la inmunidad de los representantes sindicales: “...era un ataque frontal contra la libertad de negociación colectiva” (Informe Donovan. Relaciones Laborales en Inglaterra [1]).

El gobierno laborista de James Callaghan (1976-1979) hubo de hacer frente a una continua oleada de huelgas que a la postre hizo impopular por igual a los laboristas gobernantes como a sus sindicatos díscolos.

Uno de los más prestigiosos sindicalistas, el mítico Jack Jones, líder del TGWU (Transportes, automoción y otros sectores), laborista de izquierdas y exbrigadista internacional en España, preocupado de esos excesos advirtió que en encuestas se mostraba que por cada ciudadano que responsabilizaba a los patronos de la crisis económica había tres que culpaban a los sindicatos:

El papel político de los sindicatos es muy importante; lo que nosotros hagamos como sindicato tiene un inmenso efecto social y político…es necesario que muchos de los miembros de los sindicatos recobren la confianza y el orgullo en su movimiento. [2] (Jack Jones: Los sindicatos. Presente y futuro).

Leyendo en 1974 éste libro colectivo empecé  a admirar a Jack Jones con quien, ya jubilado pero activo, tuve años después la suerte de encontrarme  en varias ocasiones y aún conservo una carta que me mandó con datos para mi libro Comisiones Obreras durante la Dictadura.

Jack Jones era en los años setenta uno de los personaje más importante en su país, pero mantenía su sencillez; no quiso entrar en el gobierno laborista de James Callaghan ni ser nombrado miembro de la Cámara de los Lores aunque sí aceptó un título honorífico menor que le ofreció la Reina, porque lo entendió como un reconocimiento al sindicato y no a su persona. Algunos de los principales líderes sindicales británicos después de ejercer cargos relevantes nacionales o internacionales son nombrados lores, y lo habitual es que lo acepten.

En los años sesenta y setenta no eran muy distintas las objeciones de los laboristas y sindicalistas británicos a la CEE de la que mantenían los partidos comunistas europeos ortodoxos: la Comunidad representaba  la Europa del capital, de los grandes monopolios y de los mercaderes. Estuvieron por eso en contra de que el RU entrara en el Mercado Común.

Los sindicatos socialdemócratas europeos afiliados a la CIOSL [3] en la que también estaba integrado el TUC se habían  posicionado a favor de la CEE y pedían a sus compañeros británicos que apostaran como ellos por luchar desde dentro de la Comunidad.

En 1973 los sindicatos británicos participaron en la fundación de la Confederación Europea de Sindicatos (Bruselas, 8-9 febrero) cuyo primer presidente fue el secretario del TUC, Victor Feather. Pero estaban muy condicionados por su postura sobre la inminente integración de su país en la CEE. Feather reunió la víspera del congreso de la CES a sus delegados y de ello el diario belga Le Soir (10 de febrero) daba cuenta con este titular: “El humor inglés hace su entrada en la Confederación de sindicatos europeos”.

Decía el periódico que Victor Feather,  para convencer a sus compañeros de que el sindicalismo no tenía fronteras, les había dicho que él no sabía si su traje había sido cortado por un obrero italiano, español o pakistaní, y que Jack Jones le había interrumpido: “¡más te valdría que te lo hubiera cortado un sastre!”.

Margaret Thatcher se enfrentó con fiereza a los sindicatos porque se oponían a la reducción de derechos y de empleos que causaba su gobierno. Utilizó los tribunales para limitar el “abuso de poder de los sindicatos” y su  dureza culminó  durante la gran huelga minera de 1984-1985. Arthur Scargill líder minero no supo o no pudo detener a tiempo la huelga que costó una dolorosa derrota al sindicato NUM, que hoy día apenas tiene 300 afiliados. Thatcher llevó a los tribunales a Arthur Scargill acusándolo de utilizar para usos personales fondos de la caja de resistencia de la huelga pero Scarguill salió exonerado.

Por otra denuncia, se anuló la elección congresual del secretario general del  TGWU Rond Todd y los jueces ordenaron repetir la elección en voto directo de todos los afiliados, que volvió a ganar Todd. Para menospreciar al líder del partido laborista Neil Kinnock, Thatcher decía que el verdadero jefe de la oposición era “un oscuro sindicalista llamado Ron Todd”.

En parte por convicción y en parte por aquello de que los enemigos de mis enemigos son mis amigos los sindicatos sellaron el giro en el congreso del TUC de 1988 aceptando como una realidad positiva a la UE. Y no fue casualidad que el principal orador invitado en ese congreso fuese Jacques Delors.

            6. El ascenso de la xenofobia rebota contra Europa

La inmigración ha sido el gran argumento de los “brexistas” y la espoleta de su triunfo a pesar de que en Gran Bretaña un porcentaje elevado de su población es originaria de las antiguas colonias desde hace muchas décadas. De cara al Brexit los tabloides sensacionalistas han azuzado contra los trabajadores europeos por “quitar” empleos a los locales y contra los nuevos inmigrantes y refugiados africanos o de Oriente Medio que  estaba llegando a la UE a la cual acusaban de ser un coladero hacia el RU.

Las críticas a la UE por la inmigración irregular se han producido en distintos países y medios; unos han tachado a la Comisión de permisiva y otros de represiva.

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La tragedia de miles de personas y de familias enteras, a la deriva en el mar o bloqueadas en las fronteras, pusieron en evidencia a la Unión Europea a la cual una parte de su propia opinión pública exigía abrirles las puertas. Otros querían cerrarles el paso alegando que se trataba de un problema de dimensiones y responsabilidades internacionales que la Europa comunitaria no podría soportar. Ésta postura no tenía en cuenta que en una emergencia los países más cercanos son quienes primero deben socorrer  a los civiles que huyen de la guerra.

Sin embargo no parece que se deba eximir de esa obligación humanitaria a los países desarrollados de otras partes del mundo (o de la propia Europa, como Rusia) los cuales no han recibido apenas censuras por su escasa o nula aportación de fondos o de acogida de personas procedentes de las zonas de Oriente Medio o África. Sobre todo EEUU que es el principal sostén del anexionismo de Israel (que se recrudece con el nuevo plan de Netanyahu) que impide desde hace muchas décadas una solución política en Palestina, una de las causas de la desestabilización en la región.

Solo entre 2015 y 2016 la Unión Europea experimentó una afluencia de más de un millón de personas la mayor parte de ellas huyendo de las guerras y del hambre. Hay que valorar, aunque sea  insuficiente, que la UE, al margen de lo que aportan los Estados miembros, en el periodo

Por otro lado, el control de las regiones fronterizas exteriores de la UE sigue siendo responsabilidad de los Estados miembros aunque compartida con FRONTEX (Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas) en el espacio Schengen. El papel de la UE es poco ejecutivo y refleja la falta de avance en la consecución de una política común de migración como se vio con el “Pacto Mundial de Naciones Unidas” que no fue aprobado por todos los Estados miembros “algo que hubiera sido una excelente oportunidad para avanzar en construir una voz única de la UE sobre las migraciones en el escenario global” [4]

Los liberal-demócratas de que gobernaban en coalición con los conservadores, se hundieron en las elecciones de 2015 y Cameron, desprendido ya de sus socios europeístas, renegoció con Bruselas las condiciones en las que el RU podría seguir en la UE. La Comisión hizo algunas concesiones para animar a Cameron a pedir la permanencia en el referéndum que iba a convocar en 2016. Pero el partido conservador no pidió el SÍ y tampoco el NO, sino que dio libertad de voto a sus electores, como si ésta no la tuvieran de todas formas.

Los laboristas al perder de nuevo esas elecciones de 2015 tuvieron que sustituir a su joven líder Ed Milliban por el veterano Jeremy Corbyn, impulsado por Momentum, un movimiento de base creado para atraer al Laborismo el voto juvenil y radical. El  partido laborista fue al referéndum sobre la UE pidiendo el NO al Brexit, pero a su nuevo jefe se le notaba que el cuerpo le pedía otra cosa.

La escasa simpatía de Corbyn por la UE viene de muy atrás y es propia del la izquierda “benniana” del partido, llamada así por Tony Benn, un aristócrata socialista que la dirigió desde el Parlamento del que fue miembro nada menos que 47 años. En España grupos de la izquierda fetén defienden la limitación de mandatos de los cargos públicos, sobre todo cuando no tienen ninguno. Cuando los tienen rotan a sus figuras cada dos o tres mandatos (poniendo el contador a cero) de escaño municipal a autonómico o de las Cortes al Europarlamento y si completan el ciclo vuelven a empezar. Y eso que no quieren parecerse a los partidos del sistema.

Si las campañas antiinmigración y antieuropeas han calado se debe a que la clase trabajadora británica ha sufrido un retroceso en sus condiciones de vida en las últimas décadas. Los gobiernos conservadores de Margaret Thatcher y de John Major (1979-1997) deterioraron los sistemas de protección social y los empleos pero esto apenas se revirtió en los años posteriores cuando los laboristas gobernaron con Tony Blair y Gordon Brown (1997-2010) aunque estos fueran  más dialogantes con los sindicatos. La llamada “Tercera Vía” de Blair pretendía favorecer el empleo para nuevas capas laborales mediante un impulso económico pero no creía posible ni conveniente devolver su plenitud al estado del bienestar levantado por el propio Laborismo en las décadas anteriores al thatcherismo.

Se han empobrecido los trabajadores  “tradicionales” de las industrias, quienes habían conquistado, desde su condición cuasi esclava en el siglo XIX, su plena ciudanía política y condiciones de vida digna en la primera mitad del siglo XX. 

La antigua retórica euroescéptica encontró mayor eco cuando se empezó a señalar con el dedo a los extranjeros:…cuando comenzó a percibirse que los emigrantes europeos estaban desplazando a los trabajadores más pobres del país (Miguel Martínez Lucio) [5].

El discurso de los antieuropeistas se concentró en este punto: bastaría con salir de la UE para que los empleos del RU crecieran y fueran ocupados solo por británicos. Ese sentimiento se reflejó en el auge del Partido de la Independencia (UKIP) creado en 1993, cabeza de lanza del movimiento populista y nacionalista de rechazo a la UE y a los inmigrantes, que absorbería votantes conservadores y no pocos laboristas. Se idealizaba un retorno al gran Reino Unido de antaño.

Después del referéndum que aprobó el  Brexit se abrió la negociación con los 27 para pactar la salida y, entre otras cosas fijar la cifra económica que el RU debería devolver a la UE y otros puntos menos gravosos pero complejos como la situación en la que quedaría la frontera entre las dos Irlandas. Las negociaciones se atascaron y ello obligó a alargar los plazos de la salida pues el Parlamento británico estaba muy dividido. El acuerdo que alcanzó la primera ministra Theresa May fue tumbado por la oposición y por muchos diputados conservadores, y provocó la dimisión de May. 

 Corbyn a partir de entonces se centró en forzar un adelanto electoral y se propuso recuperar a los electores quienes se habían alejado del Laborismo asumiendo en parte sus quejas sobre Europa y  la inmigración.

Declaró que el RU podría estar mejor fuera de la UE que dentro y  que no se oponía a poner fin a la libre circulación de trabajadores europeos en el RU para controlar la inmigración. En su opinión esto era compatible con mantener el acceso británico al mercado único europeo si ganaban los laboristas pues habría una renegociación para una salida en condiciones más aceptables. El RU desde fuera tendría un pie dentro para no perder beneficios pero sin cargar con las obligaciones de las políticas comunitarias.

No dudó Corbyn en utilizar otras tesis de los partidarios del Brexit como que el Reino Unido recuperaría muchos millones de libras que hasta ahora iban al presupuesto de  la UE y que servirían para reforzar el Sistema Público de Salud. 

Para sustituir a la desautorizada Theresa May el partido conservador eligió como nuevo líder y primer ministro a Boris Johnson, antiguo alcalde populista de Londres, un “brexista” con opiniones similares en este punto a las de Nigel Farage líder del UKIP. Johnson pese a sus amenazas de irse por las bravas y sin pagar una libra, terminó firmando un acuerdo con la UE incluyendo la permeabilidad de la frontera irlandesa. Entonces convocó elecciones anticipadas para el que servirían a la vez para ratificar la salida de la UE y consolidarse en el poder.

El Partido laborista presentó un programa electoral muy ambicioso bajo el título de “Es hora de un cambio real” que se financiaría creando nuevos impuestos (y subida de las cargas a quienes cobraran más de 90.000 euros al año) para aumentar la  recaudación fiscal en  casi 100.000 millones de euros.

En la campaña Corbyn aceptó poner sobre el tapete  un nuevo referéndum si ganaba las elecciones. Era lo que le pedía la mayoría del partido y de los sindicatos y en lo que coincidían los liberal-demócratas y los nacionalistas escoceses, pero Corbyn dejó claro que llegado el caso, que no llegó, no se mojaría y dejaría libertad de voto entre quedarse o salir. Esta confusa definición favoreció la victoria electoral de los conservadores magnificada por el sistema electoral mayoritario. Fue sobre todo una derrota completa de Jeremy Corbyn que  aboca al Laborismo a una nueva travesía del desierto.

  1. Los sindicatos ante el Brexit

Casi todos los sindicatos sectoriales británicos están afiliados al TUC [6] (Congreso de los Sindicatos) pero éste no puede considerarse una central sindical clásica. Los sindicatos de rama o generales, son los que tienen la mayor capacidad en los grandes temas tanto laborales como políticos. El TUC es la casa común sindical y ostenta la representación de todo el sindicalismo británico en el RU e internacionalmente en la CES en la CSI y ante la OIT [7]. Forman parte del TUC 48 sindicatos o asociaciones profesionales  de muy diferente peso pues algunos apenas tienen un millar de afiliados y los mayores alcanzan el millón. El total de trabajadores agrupados en el TUC es de 5.600.000 [8].

El TUC no tiene el tipo de organización ni las estructuras territoriales que existen en las confederaciones o centrales en España. Fuera de la sede de Londres tiene oficinas en seis regiones inglesas y otra en Gales.  En Escocia el STUC es una central separada (asiste invitada al congreso del TUC)  pero los sindicatos sectoriales son los mismos en todo el RU, incluido Gibraltar. En Irlanda del Norte el TUC tiene vínculos con la confederación sindical de la República de Irlanda ICTU [9] a la cual están afiliadas en su mayor parte los sindicatos sectoriales de las dos partes de la isla de Irlanda.

La autoridad política del TUC es aceptada pero en los asuntos importantes su postura oficial se suele adoptar cuando hay consenso entre los grandes sindicatos; mientras  éstos pueden exponen libremente sus posiciones aunque sean discrepantes entre sí.

museoMuseo de los "Mártires de Tolpuddle" deportados en 1834

Los sindicatos británicos, golpeados por los cambios industriales, la globalización liberal y las embestidas de Thatcher y sucesores, mantienen arraigo e influencia considerables. Se han opuesto desde siempre a las discriminaciones entre los trabajadores por razón de raza o religión y muchos dirigentes sindicales son originarios de las antiguas colonias.

Los sindicatos crearon el partido laborista en los albores del siglo XX aunque actualmente solo 12 de los sindicatos generales están afiliados como organización al partido, pero entre ellos están varios de los grandes. Históricamente los sindicatos de los servicios públicos y de la educación no están afiliados políticamente.

En la última fase del Brexit  los sindicatos tuvieron sus discrepancias. Unite [10] (1.214.757 miembros) se alineó con las tesis corbynistas de prioridad a las elecciones generales inmediatas mientras que Unison [11] (1.164.750 miembros) y GMB [12] (615.558 miembros) querían centrarse en la exigencia del segundo referéndum. El resto de los sindicatos se alineaban con más o menos énfasis entre las dos posturas. 

En el congreso del  TUC celebrado en septiembre de 2019 hubo que adoptar una moción de compromiso aceptable para todos que incluía la petición de  elecciones anticipadas, en lo que todos estaban de acuerdo, pero también un segundo referéndum que no todos reclamaban.

La secretaria general del TUC Frances O’Gradyse y su equipo, tenían posiciones más proclives a la UE que Corbyn, a quien  los delegados escucharon y aplaudieron unánimemente en la conferencia sindical por los proyectos que anunció de reformas económicas y sociales muy favorables para los trabajadores y para los sindicatos. Lo que dijo sobre el Brexit no convenció a todos.

La moción del congreso del TUC sobre el Brexit, de forma resumida venía decir

  • El Congreso considera que un Brexit sin acuerdo con la UE tendría consecuencias  potencialmente devastadoras para los trabajadores en el Reino Unido.
  • El Congreso observa con preocupación que el Brexit, especialmente bajo el "no acuerdo", golpearía duramente al Sistema Nacional de Salud (NHS) añadiendo nuevas medidas de inmigración que alejarían a los profesionales sanitarios de la UE de venir al Reino Unido.
  • El Congreso denuncia que muchos parlamentarios conservadores no están dispuestos a defender los acuerdos del “Viernes Santo” que han traído paz y prosperidad a Irlanda.  Con fronteras duras habrá un  impacto muy negativo en la vida de los ciudadanos de ambas partes de Irlanda.
  • El Congreso condena el plan del gobierno conservador de clasificar a los trabajadores migrantes que ganan menos de 30.000 libras al año como "poco cualificados", limitándoles  la permanencia en el Reino Unido por solo 12 meses.
  • El Congreso hará campaña contra la agenda  dañina de la derecha sobre el Brexit  y apoya una votación popular confirmatoria sobre el resultado de las negociaciones para la salida y la opción de permanencia.
  • El Congreso también apoya unas elecciones generales con carácter de urgencia para que el pueblo británico pueda elegir un gobierno decidido a terminar con la austeridad y a construir una economía que no margine a nadie.

Después de la dimisión de Corbyn los sindicatos afiliados al partido laborista intervinieron también en la elección del nuevo líder en la cual votan las organizaciones y los miembros individuales enumerando el orden de preferencia entre los distintos candidatos.

Unison y USDAW [13] apoyaron como primera opción a Keir Starmer que obtuvo el 53% de los votos. Unite apoyó al candidato más a la izquierda, Rebecca Long-Bailey (22%); GMW votó a la “centrista” Lisa Nandy (25%), marcando como segunda opción a Starmer. Todos los sindicatos expresaron después su apoyo a Starmer.

Sir Keir Starmer  (el título de “caballero” le fue concedido por la Reina por su trabajo como abogado en temas de  derechos humanos) tiene por delante el reto de levantar el Laborismo frente a un Boris Johnson que dispone de una cómoda mayoría en los Comunes. Su oratoria es menos apasionada que la de Corbyn pero más contundente y sus críticas a los disparates de Johnson frente a la pandemia ya le han hecho ganar puntos en la opinión pública.

  1. Resumen; aprender y compartir la lección

La Unión Europea a pesar de ser el área de mayor bienestar y progreso del mundo  no ha sido capaz de convencer a la mayoría de los británicos de que era mejor mantenerse unidos que caminar por separado. Los europeos debemos aprender de ésta ruptura, aceptarla, comprenderla, hacer cambios internos y mantener la mano tendida a los británicos, tan europeos como los que seguimos en la UE. Por supuesto el movimiento sindical británico seguirá participando en la CES y en las federaciones europeas sectoriales y por tanto compartiendo políticas y campañas en beneficio de los trabajadores de todo el continente.

La desafección a la Unión Europea ha aumentado en estos años en muchos países, incluyendo a Francia e Italia, dos de los fundadores y, en menor grado, a España.

Ante las consecuencias de salud, económicas y sociales de la  pandemia de la Covid19 la Unión Europea está recibiendo un aviso, tal vez un ultimátum, de amplios sectores sociales para que responda a este reto de forma, rápida, eficaz y solidaria.

Esta vez parece que será diferente. El acuerdo Merkel-Macron y la posterior propuesta de la Comisión Europea apuntan más en el camino de la solidaridad que en el de los sacrificios injustos. En estos momentos todavía se está jugando la partida porque algunos gobiernos quieren disminuir o condicionar el fondo de reconstrucción dirigido principalmente, pero no solo, a los países del sur. Por el contrario, las fuerzas  progresistas del Parlamento Europeo desearían mayor ambición para afrontar la recuperación y el endeudamiento como bloque y no cada uno por su lado.

Se echa de menos un liderazgo europeo fuerte, pues Merkel está ya en retirada y Macron muy cuestionado, y en las instituciones comunitarias solo parece despuntar la directora del Banco Central, Christine Lagarde.

Está bien que los edificios de las  instituciones de la UE en Bruselas lleven los nombres de los padres fundadores, como Schuman, Monnet o Spinelli. Sin embargo la gran  mayoría de los ciudadanos siguen viendo a la UE como una “simple” institución económica y monetaria, tal vez porque no se explica suficientemente que aquellos pioneros pusieron en pie una Comunidad con propósitos primordialmente pacifistas y políticos.

Pese al Brexit, y en este escenario menos boyante, hay nuevos países candidatos que esperan entrar pronto en la Unión Europea porque saben que es una alianza beneficiosa. Pero no hay futuro si no se va en la dirección de la Europa social y democrática y ya lo advertía Jacques Delors al principio de los años noventa:”sin una Europa política, dentro de 20 años no existiremos en el tablero mundial”.


Juan Moreno | Colaborador de la Escuela Sindical Confederal de Comisiones Obreras. Miembro del Consejo Asesor de la Fundación 1º de Mayo


[1] Elaborado por una Comisión Real por iniciativa del gobierno laborista.
[2] Capítulo del libro La crisis de los sindicatos laboristas de Robin Blackburn y Alexander Cockburn.
[3] Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres, disuelta en 2006 al igual que la Confederación Mundial del Trabajo (CMT) para fundar junto a diversas centrales independientes la Confederación Sindical Internacional (CSI).

  1. Dictamen del CESE “Aplicación del Pacto Mundial para una migración segura, ordenada y regular sobre la base de los valores de la UE”, 2019. Ponente, José Antonio Moreno Díaz.

[5] “El nuevo populismo del Reino Unido: la olvidada clase trabajadora y la amnesia de los socialdemócratas”. Artículo publicado en la revista de CCOO  Gaceta Sindical, nº 30, junio de 2018.
[6] Trades Union Congress.
[7] Confederación Europea de Sindicatos, Confederación Sindical Internacional y Organización Internacional del Trabajo.
[8] Agradezco a Tom Jenkins, sindicalista británico, ex consejero del TUC, de la CES y del CESE, por aportarme muchos de los datos sobre los sindicatos y las posiciones de estos y del TUC.

  1. ICTU (Congreso de los Sindicatos de Irlanda) es la confederación a la que se afilian los sindicatos tanto de la República de Irlanda como de Irlanda del Norte.

[10] Unite the Union conocido por el nombre abreviado de Unite es el resultado de la fusión en 2007 del TGWU y de Amicus.
[11] UNISON se formó en 1993 con la fusión de tres sindicatos del sector público.
[12] GMW tiene su origen en 1924  con el nombre de NUGMW y en 1982 tras varias fusiones adopta el nombre de GMW abarcando a diversos sectores industriales, de comercio, servicios públicos y sociales y otros.
[13] USDAW tiene 431.610 miembros de los call centers, catering, químicos, farmacéuticos, procesamiento de alimentos, entre otros sectores.

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