jueves. 28.03.2024
sanchez consejo europeo 26

La cumbre europea celebrada este jueves, 26 de marzo de 2020, acabó sin acuerdo. La situación de Europa es muy delicada, más que nunca, y no es sólo por los dramas y angustias que acarrean la crisis del coronavirus y sus negativos y duros impactos económicos. Es también por la fragilidad que muestra el proyecto de unidad europea y los múltiples y contradictorios proyectos europeos que defienden los principales líderes y partidos políticos. 

No es momento de amenazas de imposible cumplimiento ni de declaraciones rimbombantes o alternativas imaginarias que no llevan a ninguna parte, sea la reivindicación de una inoperante construcción desde abajo de otra Europa o la propuesta de una suicida aventura de salida de la UE. Es la hora de la firmeza en defensa de un proyecto realista y viable de unidad europea, aunque esa defensa lleve a la confrontación con Alemania, su fuerza de choque, Holanda, y sus escoltas, Austria y Finlandia. Ese Norte de geometría variable empeñado en repetir la jugada de imponer a los países del Sur de la eurozona, como en 2010, unas políticas de austeridad y devaluación salarial que tantos destrozos económicos y políticos causaron, al tiempo que alentaban el avance de una extrema derecha xenófoba y una derecha neosoberanista que han perdido toda perspectiva europeísta solidaria y presionan a sus gobernantes en la defensa exclusiva de sus intereses nacionales, como si la crisis del coronavirus no existiera o no hubiera puesto sobre la mesa, de forma dramática, la primacía de los intereses comunes y la importancia de la acción comunitaria solidaria.

En esa posición de resistencia, el gobierno de España no está solo. Cuenta con la alianza y el apoyo más o menos firme de los otros países del Sur de la eurozona y, por primera vez desde que estalló la crisis financiera global en 2008, con la connivencia de las dos principales instituciones comunitarias, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo. También, con apoyos significativos en el Parlamento Europeo en la búsqueda de nuevos instrumentos y políticas que favorezcan la mutualización parcial de riesgos y nueva deuda pública y el impulso de inversiones comunitarias modernizadoras capaces de sostener el crecimiento potencial durante la segura recesión en la que nos adentramos y de alentar la futura y, probablemente, pronta recuperación de la actividad económica.

Es posible ejercer con firmeza y sin premuras la resistencia frente a las pretensiones antieuropeístas de Alemania y Holanda

Los problemas asociados a la potencial inestabilidad macroeconómica están resueltos con las medidas tomadas en las últimas semanas por el BCE y la Comisión Europea: las tasas de interés a largo plazo de la deuda pública de los países periféricos de la eurozona y las primas de riesgo se van a mantener bajas; la crisis de liquidez de empresas y autónomos no se va transformar en quiebras y cierres de actividades económicas masivas, con la consiguiente pérdida de empleos y salarios; las restricciones y reglas presupuestarias se han relajado y permitirán la emisión de nueva deuda pública para financiar el aumento del déficit público; las facilidades de acogerse a expedientes de regulación temporal de empleos (ERTES) conseguirán que las pérdidas de empleos y rentas sean mínimas y no tengan un carácter estructural o definitivo, siempre que la crisis del coronavirus se contenga, como es previsible, en un plazo razonable.

Es posible, por tanto, ejercer con firmeza y sin premuras la resistencia frente a las pretensiones antieuropeístas de Alemania y Holanda, conseguir vencer su inmovilismo insolidario y debilitar los interesados dogmas económicos y presupuestarios que orientan sus posiciones políticas.

No vivimos en el mejor de los mundos ni las Europas posibles, pero tenemos amplios márgenes de actuación que nos permiten intensificar la lucha contra la pandemia del coronavirus y sus consecuencias económicas y alentar la resistencia frente a las posiciones alemanas y holandesas que pretenden bloquear cualquier nuevo instrumento (no sólo los ya simbólicos coronabonos) que suponga una mínima apertura explícita a la necesidad de mutualizar deuda pública y riesgos. En este sentido, la irresponsable oposición de la que hacen gala las derechas españolas, lideradas por la extrema derecha postfranquista, es un obstáculo importante a esa labor de resistencia (algo parecido ocurre en Italia). Y el Gobierno español haría bien en intentar desarticular esa oposición cuanto antes, ofreciendo acuerdos en defensa de una posición de España, respaldada por una amplia mayoría parlamentaria, que concilie la defensa de los intereses nacionales (perfectamente compatibles con los de todas las naciones y regiones que conforman el Estado español) y los del conjunto de los Estados miembros de la UE.

CONSEJO EUROPEO 2

Charles Michel, Presidente del Consejo Europeo en la vídeo conferencia de líderes de la UE sobre COVID-19 este 26 de marzo.

Queda mucho por hacer en la lucha contra la crisis sanitaria y de salud pública y sus impactos económicos y habrá que seguir avanzando en la dedicación de recursos al sistema sanitario, a las políticas de rescate social, para garantizar una renta mínima, techo y atención sanitaria a todas las personas, y a la defensa del aparato productivo y los empleos y salarios asociados. No hay que escatimar financiación ni esfuerzos en esas tareas prioritarias. Ni el dios mercado, con sus manos invisibles o automatismos reparadores, ni ningún dogma presupuestario, deben estar por delante de la salud y la vida de las personas. Europa, tampoco. Los déficits y las deudas públicas abultadas son un problema importante innegable, pero podrán encontrar un plan de reestructuración adecuado tras la superación de la crisis del coronavirus y de la recesión. Será entonces el momento de buscar soluciones consensuadas para reducir la deuda pública de los Estados miembros más endeudados, que son la mayoría.

Una parte de los economistas de izquierdas menosprecia en sus análisis las restricciones políticas, incluida la opinión de la mayoría de la sociedad, y se inclina por la búsqueda de pócimas mágicas que solucionen de una vez por todas los graves problemas económicos que existen. La consecuencia de esa actitud es un gatillo demasiado fácil a la hora de disparar contra Europa. En mi opinión es una actitud políticamente estéril, porque no permite distinguir lo que hace bien de lo que hace mal o deja de hacer Europa y no contribuye en nada a centrar los análisis en las reformas viables que pueden hacerse o en señalar las debilidades, insuficiencias institucionales y errores de política económica que deben superarse.

No hay salidas fuera de la UE ni con la actual falta de proyecto de unidad europea que evidencian los países del Norte de la eurozona, su completa falta de empatía, la ausencia de solidaridad o la insuficiente inteligencia política que muestran en la defensa de un proyecto europeo que tantos dividendos les ha proporcionado, Europa y el proyecto de unidad europea siguen, pese a todo, mereciendo la pena. A no ser que Alemania y Holanda sigan empeñados en seguir anclados en sus dogmas presupuestarios y en bloquear las potencialidades del proyecto de unidad europea.

Europa ha vuelto a fallar en la lucha común contra la pandemia del coronavirus

Europa ha vuelto a fallar en la lucha común contra la pandemia del coronavirus. Y está a punto de cometer otro error estrepitoso y puede que definitivo en la imprescindible tarea de dotarse de herramientas, políticas y financiación que aceleren el proceso de reactivación económica tras la pandemia y la recuperación de empleos, salarios y capacidades productivas de futuro. El proyecto de unidad europea no dispone de más reservas para seguir adelante ni puede permitirse más errores de tal magnitud.   

En quince días habrá otra cumbre y los líderes europeos volverán a verse las caras. Mientras tanto, el Gobierno de coalición progresista tendría que dedicar más esfuerzos y recursos en contener la pandemia, garantizar una asistencia sanitaria de calidad (obligando a que la sanidad privada se haga cargo responsablemente de los cuidados de las personas contagiadas que necesitan hospitalización) y una vida digna para los sectores más vulnerables, sin excepciones. Plantar cara a las pretensiones de Holanda y Alemania es un primer paso necesario, pero será insuficiente si no se multiplican los afanes en explicar el significado y los contenidos europeístas y democráticos de la resistencia y en tejer alianzas en los parlamentos español y europeo con el conjunto de fuerzas políticas y Estados miembros de la UE para dar cuerpo y sostén a un verdadero proyecto de unidad europea que merezca la pena ser vivido y apoyado.

Plantar cara en defensa de un proyecto viable de unidad europea