miércoles. 24.04.2024
Foto de archivo

Si Schopenauer consideraba que la vida era un péndulo que oscila entre dolor y aburrimiento, para los ciudadanos del Belpaese es una oscilación constante, certera, granítica, entre crisis de gobierno y crisis de gobierno.

Es notorio que, en aproximadamente 75 años de historia republicana, Italia ha tenido 67 (pronto 68) gobiernos distintos. Una tendencia atávica a la crisis y a los conflictos insanables en las dos sedes del Parlamento: Montecitorio (Cámara de los Diputados) y Palazzo Madama (Senado de la República).

Mario Draghi, el “técnico entre los técnicos”, el hombre fuerte del Banco Central Europeo, no consiguió escaparse de esa lógica y este miércoles se celebró el de profundis de su mandato largo, 17 meses. Por supuesto, hay que profundizar: cada crisis es diferente y cada vez los conspiradores del César de turno tienen nombres distintos.

Quizás, hay uno que recurre más que otros que responde al nombre de Matteo Renzi, líder de Italia Viva (que goza del 2% en intención de voto, según las encuestas más optimístas) y asesor del régimen saudí. En este caso, sin embargo, no fue el ex primer ministro Renzi a cortar la cabeza del dragón (perdón, Draghi). La implosión del gobierno de unidad nacional (que aglutinaba todo el arco parlamentario a exclusión de la ultraderecha, representada por Fratelli d'Italia) procedió esencialmente de la falta de visión estratégica de Giuseppe Conte (líder de 5 Estrellas) y del gran golpe orquestado este miércoles en Palazzo Madama (Senado) por los partidos de centroderecha que sostenían al salvador de la Patria.

La Liga de Matteo Salvini y Forza Italia de Silvio Berlusconi decidieron abandonar el barco tras un encuentro en la que fue la villa (Villa Grande) del grande Franco Zeffirelli y que es, actualmente, la residencia del patriarca del centroderecha italiano. Un plot twist no tan previsible: Berlusconi y Salvini esperaron que el choque entre Draghi y Conte estallara de manera abrupta, alimentando la discordia, de manera fina, continuada y metódica.

El portavoz de la Liga en el Senado, Michele Romeo, pedía “otro gobierno, porque ya hay otra mayoría en Parlamento” y que Draghi siguiera en su puesto de mando, presentando un elogio descarado de las cualidades del ex número uno del BCE. Sin embargo, al cabo de unas horas se produjo el giro de 180 grados: ya no hay confianza. Ahí, en Villa Grande, ex morada de Zeffirelli, se cumple una de las más exitosas maniobras políticas de los últimos años. La derecha sacrifica a Mario Draghi, la estabilidad del país y quizás hasta 20 mil millones de euros de fondos europeos para ir a elecciones anticipadas este 25 de septiembre y buscar mayoría absoluta.

Podría ser la primera vez en veinte años que una coalición homogénea obtenga esa mayoría absoluta que garantizaría una continuidad gubernamental por cinco años. La última vez lo consiguió Silvio Berlusconi en 2001. El Cavaliere se mantuvo en el cargo hasta el fin natural de la legislatura. Otra época. Ahora, en julio 2022, se viene un verano cálido, tórrido, y no solo por las altas temperaturas y la sequía que oprime y desgasta.

El tablero

Por un lado, el centroderecha tiene las fichas ya bien colocadas en el tablero. Eso sí, tras el golpe la sorpresa del miércoles, algunos miembros históricos de Forza Italia decidieron abandonar el partido. Entre ellos, tres ministros del gobierno Draghi: Mara Carfagna (Sur y Cohesión Territorial), Renato Brunetta (Pública Administración) y Mariastella Gelmini (Asuntos Regionales y Autonomías).  A pesar de estas salidas, la coalición se mantiene más unida que nunca: no van a querer dejar escapar la posibilidad de gobernar por cinco años y gestionar los fondos europeos del PNRR.

Desde el centro tirando para la izquierda, las incógnitas no hacen más que multiplicarse. El Partito Democrático, actualmente en lucha por ser la primera fuerza política del país (peleando con Hermanos de Italia), es el actor clave que necesita buscar alianzas para ser el referente de un nuevo polo mayoritario progresista.

Tras la salida de Renzi del partido, el PD se volcó –tímidamente– en posiciones más sociales, encontrando afinidades con el líder de 5 Estrellas, Giuseppe Conte. Sin embargo, tras el colapso del gobierno debido a las tensiones y al ultimatum de Conte a Draghi, el secretario del Partido Democrático, Enrico Letta, parece haber cerrado el paso a una alianza estructural con el M5E. El campo ancho progresista, hoy en día, parece una quimera, aunque podría ser la única solución para pelear por esos escaños (una tercera parte del total) asignados con sistema mayoritario.

La campaña arranca y entre un spritz y un baño en el mar, se hablará de que Biden es nuestro aliado y que Putin realmente no es el malo de esta historia, sino Zelenski, o que los dos lo son y nosotros, los italianos, deberíamos pensar únicamente en nuestro interés nacional

Finalmente, quedan los pequeños partidos del centro capaces de mover los equilibrios: un centro no tanto ideológico sino estratégico. Aquí los juegos están totalmente abiertos. Las afinidades entre Matteo Renzi (Italia Viva) y Carlo Calenda (Azione) son evidentes (liberales y atlantistas, con cierto desprecio hacia la pobreza y las clases populares) y los dos podrían ejercer presión sobre Enrico Letta (PD) para abandonar definitivamente el Movimiento 5 Estrellas y el recién nacido partido del secesionista Luigi Di Maio (Insieme per il Futuro).

Queda, por último, un selecto número de partidos de la izquierda extraparlamentaria (Possibile, Potere al Popolo) o minoritaria en el Parlamento (Liberi e Uguali) que deberán decidir si intentarán unir las fuerzas de una vez por todas, superando esos desencuentros típicos de todos los movimientos de ese lado del tablero (hasta una coma o un asterisco en un reglamento interno podrían provocar una fractura insalvable). No consideramos, de momento, los “nostálgicos”. Eso es un discurso aparte, pre-electoral, que no va a tener el mínimo impacto en los resultados del 25S.

La campaña arranca y entre un spritz y un baño en el mar, se hablará de salario mínimo, de impuestos demasiados altos y energía demasiado cara, de que Biden es nuestro aliado y que Putin realmente no es el malo de esta historia, sino Zelenski, o que los dos lo son (cada uno piensa en sí mismo) y nosotros, los italianos, deberíamos pensar únicamente en nuestro interés nacional. Que la Unión Europea se aleje de la OTAN. Que Europa entera sea como la OTAN, que tengamos nuestras propias defensas. Que haya paz sin guerras ni armas. Que el cambio climático es un farol de las multinacionales que invierten en el “green” y que el cambio climático nos está matando ya, por golpes de calor, trabajando bajo el sol a cuarenta grados y el asfalto a ochenta.

Perdonad este flujo de conciencia que intenta resumir las tantas voces de la campaña balnearia omitiendo, sólo de momento, la profundización de los temas claves, de las posturas de cada uno, de las estrategias y de los matices que pueden determinar el resultado.


Alessandro Faggiano | Politólogo, periodista y spin doctor


Introducción semiseria a la campaña balnearia italiana