jueves. 25.04.2024
@jgonzalezok y @gab2301 | A mediados de los años 50 del siglo pasado, época de oro de la radio, un cómico argentino conocido como Pepe Iglesias “El Zorro” se hizo célebre por sus programas en Radio Madrid, donde uno de sus personajes era un tal Fernández, que vivía situaciones cómicas y pintorescas. La conclusión de la historia siempre era que “del finado Fernández, nunca más se supo”. Parodiando la situación y trayéndola para Brasil también se podría decir que desde el pasado 30 de octubre, día de las elecciones, de Bolsonaro nunca más se supo

Faltan algo menos de dos meses para terminar el mandato de Bolsonaro, pero el protagonismo ya es de Lula. El presidente electo llegó a Brasilia tras descansar solo tres días en Bahía. En la mañana de este miércoles (9) se reunió con el presidente de la Cámara de Diputados, Arthur Lira y después almorzó con el presidente del Senado, Rodrigo Pacheco. Por la tarde estuvo en la sede del Supremo Tribunal Federal (STF), donde se encontró con la presidente Rosa Weber y nueve integrantes de la más alta instancia judicial. 

Lula saludó a cada uno individualmente, no solo con un apretón de manos, sino con un abrazo, marcando un cambio radical en la relación entre los dos poderes. En los últimos 4 años, la relación entre el Poder Judicial y el Ejecutivo fue de extrema tensión y varias veces Bolsonaro amenazó con intervenir en la Corte. Tras estas entrevistas, Lula destacó la nueva armonía entre los poderes y la vuelta a la normalidad. 

La recepción en la más alta corte de la Justicia tuvo un simbolismo especial. Lula volverá a la presidencia tres años después de haber sido condenado y preso en el ámbito de la llamada “Operación Lava Jato” y tras pasar 580 días en la cárcel. En abril de 2021, el STF anuló las condenas por irregularidades en el proceso, lo que le permitió recuperar sus derechos políticos y presentarse a las elecciones de este año. 

La recepción en la más alta corte de la Justicia tuvo un simbolismo especial. Lula volverá a la presidencia tres años después de haber sido condenado y preso

Antes que Lula llegara a Brasilia, su equipo de transición ya había empezado a trabajar intensamente, bajo el liderazgo del vicepresidente electo Geraldo Alkmin. El país ya está pasando la página del bolsonarismo, aunque miles de apoyadores radicales del presidente sigan en las calles por supuesto fraude en las urnas, alentados por un silencio cómplice del mandatario.

En la noche de este miércoles (9) se conoció el informe que hizo el ministerio de Defensa, como consecuencia de la insólita auditoría militar de las elecciones que impuso el presidente. El resultado corta de raíz los reclamos del bolsonarismo, al afirmar que los datos suministrados por el Tribunal Superior Electoral eran correctos, una forma vergonzante de decir que no hubo fraude. Aunque apuntó algunos riesgos en la seguridad del proceso, que permitirá al bolsonarismo seguir objetando las urnas electrónicas. 

Bolsonaro tardó dos días en aparecer en público tras las elecciones y solo siendo muy generosos en la interpretación se podría decir que aceptó su derrota. Leyó un breve mensaje de dos minutos, más notable por lo que no dijo que por lo que habló. No mencionó ni una sola vez la palabra “derrota” o “resultado” y tampoco mencionó a Lula, al que a día de hoy sigue sin felicitar. Su comportamiento se corresponde con sus amenazas de no reconocer el resultado de las urnas, amenazando con medidas extremas. 

Las manifestaciones golpistas de los primeros días preocuparon, aunque en ningún momento pusieron en peligro la continuidad democrática. Ni siquiera la mayor parte de los bolsonaristas apoyan dichas movilizaciones. Parece tratarse de los estertores de un gobierno que tuvo enfrente a las instituciones y a la comunidad internacional, que inmediatamente salió a reconocer al nuevo presidente electo.  

Las manifestaciones golpistas de los primeros días preocuparon, aunque en ningún momento pusieron en peligro la continuidad democrática. Ni siquiera la mayor parte de los bolsonaristas apoyan dichas movilizaciones

La rutina del “ex presidente en ejercicio”, como llaman con sorna a Bolsonaro muchos brasileños, cambió repentinamente, como si no se hubiera repuesto de un resultado que no estaba en sus cálculos. Fue el primer presidente brasileño en no conseguir la reelección, a pesar de haber utilizado de forma abusiva la máquina del Estado a favor de su candidatura. Casi abandonó las redes sociales, en las que estaba viciado, manteniéndose casi todo el tiempo en el Palacio de la Alvorada, residencia familiar de los presidentes de Brasil. Estuvo brevemente en el Palacio de Planalto, sede del Ejecutivo, donde recibió brevemente al vicepresidente electo, Geraldo Alkmin al que, según trascendió, pidió: “Líbrenos del comunismo” (sic). 

Su agenda oficial apenas registra actividad. Son pocos los ministros y asesores que lo han visto. Como ejemplo, en su agenda del lunes (7) apenas consta que recibió al subjefe de Asuntos Jurídicos de la Secretaría General de la Presidencia de la República. Y corren rumores de problemas familiares, por las presuntas malas relaciones de uno de sus hijos, el concejal Carlos Bolsonaro, con su mujer. 

Bolsonaro abandonó la costumbre de acercarse a la entrada del Palacio de la Alvorada, donde se juntan sus seguidores. Al principio de su mandato también había periodistas, pero ante las continuas agresiones verbales del presidente, que eran jaleadas por sus incondicionales, decidieron no cubrir más dicho punto. 

Lula ya recibe el tratamiento de presidente -se omite lo de electo-, incluso por parte de algunos dirigentes del bolsonarismo. El mismo día de su victoria hizo un pronunciamiento digno de un discurso de toma de posesión. La semana que viene asistirá como invitado especial a la cumbre del clima de Egipto, la COP 27. A pesar de que Bolsonaro es uno de los grandes villanos ambientales y que en las últimas cumbres Brasil hizo un triste papel, ahora se queja de este viaje y, según trascendió, lo acusa ante algunos de sus interlocutores de “usurpador”. 

La semana que viene Lula asistirá como invitado especial a la cumbre del clima de Egipto, la COP 27. A pesar de que Bolsonaro es uno de los grandes villanos ambientales

Antes de asumir, Lula tendrá una intensa agenda de viajes. Además de Egipto visitará varios países, empezando por Portugal y siguiendo por algunos de América Latina, devolviendo a Brasil un protagonismo internacional que había desaparecido con Bolsonaro. En estos últimos años Brasil pasó a ser un factor insignificante en las relaciones internacionales. Bolsonaro tuvo una relación fría con Estados Unidos, a cuenta de su apoyo incondicional al ex presidente Trump y sus tesis de elecciones fraudulentas; se acercó a Putin días antes de la invasión de Ucrania; atacó a China, su principal socio comercial, por razones puramente ideológicas; y fue hostil con la mayoría de los gobiernos latinoamericanos de izquierda, incluyendo su principal socio en la zona, Argentina. 

Se espera que con Lula Brasil recupere protagonismo internacional en diversos frentes, como demuestran las llamadas telefónicas que recibió horas después de su victoria, de las más importantes capitales del mundo. La importancia del nuevo papel que Lula deberá jugar tendrá dos escenarios principales: la lucha contra el cambio climático y América Latina, donde ahora mismo son mayoría los países con gobiernos de izquierda. Bajo sus dos períodos previos como presidente (2003-2011), Brasil tuvo un papel evidente de liderazgo regional, que puede ayudar ahora a moderar algunos de los conflictos que se viven en la zona, como es el caso de Venezuela. 

Brasil comienza a pasar la página del bolsonarismo antes de lo previsto