sábado. 27.04.2024
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En sus “Diez Estrategias de Manipulación Mediática”, el lingüista y escritor norteamericano Noam Chomsky señala que para que una sociedad acepte una decisión impopular, es preciso presentarla como “dolorosa y necesaria”. Es más fácil que se acepten medidas que a corto plazo van a perjudicar seriamente las economías de las clases medias y bajas, porque esas mismas clases sociales -previamente estupidizadas por los medios de comunicación hegemónicos- tienen siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido es algo que “hay que hacer”.

Bien saben de este técnica los artífices del nuevo experimento neoliberal argentino que -comandado por un desquiciado extremista arropado por las cadenas televisivas del poder económico concentrado- han decretado una fenomenal devaluación de la moneda, arrojando al abismo de la pobreza a millones de argentinos, entre los cuales –mal que les pese- hay un alto porcentaje de militantes de la motosierra.

No hicieron falta meses, ni semanas. En las primeras cuarenta y ocho horas de gestión en el gobierno argentino, Javier Milei se quitó la careta -con la cual convenció a la mayoría del electorado- para mostrar su verdadero rostro. Ante el estupor de sus propios simpatizantes, el recorte brutal y la fenomenal devaluación anunciada este martes por el Ministro de Economía Luis Caputo (el mismo que durante el gobierno de Mauricio Macri tomó deuda a cien años con el FMI) sólo impactará en los bolsillos de quienes menos tienen, favoreciendo -como era de suponer- a las minorías acomodadas del país (entre los que se encuentran el mismo Caputo y su amigo del alma, Mauricio Macri, fugadores y endeudadores seriales) que de un día para otro han duplicado sus fortunas en dólares. Y todo esto mientras el libertario de a pie, ese ciudadano común que le dio su voto convencido de que a él no le iba a llegar el ajuste, sino a “la casta”, se debate entre comer o pagar el gas.

La receta es la misma de siempre: hambre para hoy, pan para mañana. Un clásico del repertorio del capitalismo en su expresión más salvaje, el neoliberalismo; esta vez conducido por el nuevo títere, un poco más narciso, un tanto más desalineado, pero títere al fin.

Argentina es nuevamente el laboratorio de un sistema económico empobrecedor, perverso y criminal

En “La doctrina del shock”, (2009) la canadiense Naomi Klein hacía un repaso de las consecuencias devastadoras del neoliberalismo en diversos países de América Latina. Pero además, documentaba las tácticas y estrategias utilizadas por los grupos de poder económico concentrado para que los pueblos acepten mansamente las imposiciones a través del miedo, ya que el ser humano es mucho más vulnerable a obedecer si atraviesa por un período de shock y crisis que lo sacuda, dejándolo dócil para el fácil manejo de su personalidad.

Argentina es nuevamente el laboratorio de un sistema económico empobrecedor, perverso y criminal. Basta con revisar qué ha sucedido en el país cada vez que la derecha lo impuso; primero mediante la fuerza, y más tarde a través de la manipulación mediática y la inoculación de odio que llevó al ciudadano a elegir como presidente a su propio verdugo.

Todo está por verse aún; y no hay panorama esperanzador que valga. Multiplicación de pobres, de indigentes, de jubilados que mueren por no poder pagar sus medicamentos, de niños durmiendo en las calles. Ya lo hemos visto y volveremos a verlo. No se trata de un mal augurio, sino de una verdad irrefutable. Es la Argentina sin Estado, la del “sálvese quien pueda”, la del individualismo, la que estúpidamente piensa que los méritos para el éxito o el fracaso dependen pura y exclusivamente del esfuerzo que se haga. Es la Argentina a la que, creíamos algunos, no regresaríamos nunca más. 

El tiro en el pie