miércoles. 24.04.2024
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@jgonzalezok | Hay una frase que pronunció en abril de 1989 el entonces ministro de Economía, Juan Carlos Pugliese, que se hizo célebre y que sirve para ilustrar muchos comportamientos de los argentinos hasta el día de hoy. En medio de una hiperinflación que no lograba dominar el gobierno de Raúl Alfonsín y fracasado el Plan Austral, Pugliese les reprochó a los empresarios: “Les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo”. 

En las elecciones de este año en Argentina, que muchos consideran tan cruciales como las de 1983, las primeras después de la sangrienta dictadura (1976-1983), el dilema del votante parece ser el mismo: votar con el corazón o con el bolsillo. El gobierno de Mauricio Macri, que ha fracasado sin paliativos en el manejo de la economía, apuesta a los argumentos emotivos, incentivando el miedo a la vuelta del kirchnerismo. Del otro lado, el acento se pone en la situación socioeconómica, incluyendo el aumento de la pobreza. Se ilusionan con el concepto de Bill Clinton en 1992 y su “es la economía, estúpido”. 

Este domingo, 11 de agosto, lo que se celebra son las Elecciones Primarias que, como ya hemos contado en crónicas anteriores, no tienen ninguna utilidad real, puesto que todos los partidos ya decidieron sus candidatos, por consenso o a dedo. Elecciones obligatorias y que tienen la particularidad de que vota todo el padrón y no los militantes de los partidos. A pesar de la inutilidad de este primer encuentro con las urnas, los partidos lo toman como la primera vuelta o como la única encuesta fiable del humor de los votantes, sin margen de error posible.

Lo más preocupante es que se está instalando la idea de que puede haber fraude, aunque el escrutinio definitivo se hace posteriormente y con todas las garantías

Porque la verdadera primera vuelta, la que verdaderamente cuenta, será el 27 de octubre. Ese día se renueva la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado, y se elige presidente y algunos gobernadores. En el caso de la categoría presidente/vicepresidente, habrá una segunda vuelta si ninguno de los candidatos consigue más del 45 % de los votos o más del 40 % si le saca diez puntos al segundo.

Como plasmó muy gráficamente la revista Noticias en su portada, se elegirá entre lo malo y lo peor. Con la imagen enfrentada de Cristina Fernández y Mauricio Macri, la revista afirma que el voto anti será el verdadero protagonista de estas elecciones ya que más de la mitad de los votantes elegirán a su candidato solo para que no triunfe el otro. Y es que ambos son los políticos con más alta imagen negativa. 

Pero estas elecciones (PASO, primarias abiertas, simultáneas y obligatorias), tienen otra vertiente fundamental. Influirán en la estabilidad de la economía, ya que una eventual derrota del gobierno, sobre todo si es contundente, puede desatar una nueva corrida cambiaria, con consecuencias nefastas. Un nuevo cimbronazo económico, con la posibilidad de vuelta del kirchnerismo al poder, haría inviable el último tramo del gobierno de Macri, con cuatro meses por delante, hasta la entrega del poder. El recuerdo del trágico final del gobierno de Alfonsín, cuando tuvo que entregar el poder anticipadamente en medio de una ola de hiperinflación, es inevitable.

La gran batalla se dará en la provincia de Buenos Aires, donde habita casi el 37 % de los votantes del país, 16 millones de habitantes. Un distrito que ganó en el 2015 María Eugenia Vidal, que fue fundamental en la victoria de Mauricio Macri y que, después de cuatro años de gobernadora, es la figura política con mejor imagen pública. En esta ocasión su principal contrincante es Alex Kicillof, ex ministro de Economía de Cristina Fernández. Es un distrito tradicionalmente peronista, pero en las elecciones parciales de hace dos años la propia ex presidente fue derrotada, aunque consiguiera un escaño en el Senado.

El fraude que sí quiere evitar el gobierno es el de los votantes de países vecinos, paraguayos y bolivianos, que en las últimas décadas votaron ilegalmente en el país

En parte de la provincia de Buenos Aires, en ciertos sectores del conurbano, es donde se concentran los principales bolsones de pobreza del país. Su situación empeoró notablemente a partir de la crisis del año pasado -devaluación, inflación y recesión-, pero la situación de partida era igualmente desesperada. Durante décadas, sobrevivieron gracias a las ayudas sociales, manejadas por el clientelismo peronista. Ni siquiera los años de bonanza, de viento de cola de la economía, con la soja a más de 600 dólares la tonelada -estos días se está cotizando a 236 dólares-, benefició realmente a esta masa de desheredados. El desempleo ya era enorme y la miseria se ignoró al dejar de medir la pobreza en los índices oficiales, con el argumento de que era “estigmatizante”. 

Pero a la hora de analizar el próximo lunes los resultados, habrá que fijarse en lo que pasó en la provincia de Entre Ríos, que solo tiene el 3,25 % del padrón electoral. Pero que es el equivalente del estado de Ohio, en Estados Unidos: tiene la virtud de replicar desde hace décadas lo que sucederá a nivel nacional. 

La falta de argumentos de fondo en la campaña ha llevado a exageraciones y datos incomprobables de ambos lados. Y la última polémica fue la elección de la empresa que hará el recuento provisional. Después de muchos años a cargo de la española INDRA, el gobierno hizo una licitación internacional y la elegida fue Smartmatic. La oposición kirchnerista denuncia que el software es vulnerable y puede haber manipulación, cosa que niega absolutamente el gobierno, señalando que el objetivo de la oposición es embarrar el proceso. La suposición que hace el kirchnerismo es que, la noche electoral, el gobierno manipule la carga de los datos, dando entrada primero a los distritos más propicios, para que todo el mundo se vaya a la cama con los datos más favorables al oficialismo. Temen que, al cierre de las ediciones de los periódicos impresos, o cuando acaben los especiales de la televisión, el resultado no sea el que esperan.

Pero lo más preocupante es que se está instalando la idea de que puede haber fraude, aunque el escrutinio definitivo se hace posteriormente y con todas las garantías. Desde hace meses distintos sectores de la oposición insisten en que el gobierno de Macri dará un pucherazo. Un resultado muy ajustado puede alentar a estos sectores en esa idea, que puede tener dos resultados: una interminable pelea en la justicia electoral y la justificación de la violencia.

La empresa Smartmatic fue la responsable del voto electrónico en Venezuela durante muchos años hasta que, en las elecciones para la Asamblea Constituyente de 2017, denunció que el gobierno había manipulado los datos y se fue del país.

El fraude que sí quiere evitar el gobierno es el de los votantes de países vecinos, paraguayos y bolivianos, que en las últimas décadas votaron ilegalmente en el país. Los gobernadores peronistas de esas provincias fronterizas entregaron documentos y planes sociales -a pesar de no vivir en territorio argentino- a cambio de votos, por lo que se ha preparado un operativo de seguridad extraordinario en la frontera norte para evitar que vuelva a repetirse esta situación.

Argentina se debate entre el corazón y el bolsillo