jueves. 18.04.2024
Cristian Dzwonik Nik
Cristian Dzwonik 'Nik' (Foto Facebook)

Aníbal Fernández, el ministro de Seguridad de la nación y el caricaturista Nik se han convertido desde hace varios meses en artífices primarios de una nueva fábula de Esopo.

Suelen ser al comienzo sonrientes y carismáticos, pero con el tiempo se convierten en posesivos y agresivos, ese es el común denominador de los lobos con piel de oveja que deambulan por el mundo. Cuando el presidente Alberto Fernández, el 17 de septiembre pasado, decidió el cambio radical del gabinete, uno se encontró con la figura casi angelical del frustrado ex candidato a gobernador bonaerense y hoy titular de la cartera nacional de Defensa en una actitud por demás fría y sorpresivamente pasiva.

Sin embargo, la tranquilidad solo era el prolegómeno de una tormenta anunciada, la contestación del ministro a un Twitter del dibujante sólo demarcó una cancha que ya viene bastante maltratada.

¿Cuál es el límite entre la libertad de expresión y el agravio devenido en una amenaza? En cualquier país del mundo ante una situación de esta índole se pide inmediatamente la renuncia del funcionario, aquí como siempre todo depende del prisma por el que se miren las realidades. Algunas entidades asociadas al periodismo como Fopea y Adepa, condenaron la manera en que el ministro amenazó a Cristian Dzwonik, más conocido por su apodo Nik, un historietista argentino creador del personaje Gaturro que se desempeña desde hace décadas en el diario La Nación.

Uno como ciudadano se pregunta si el estar en disidencia con el gobierno implica ser blanco de investigaciones, aquellos famosos carpetazos de la ex SIDE que tan mal le hicieron a este país, evidentemente continúan entre las sombras diagramando la agenda política. No hay lugar seguro donde esconderse, tarde o temprano las puertas de las casas serán golpeadas desde afuera. Las disculpas con el diario del lunes son una especie de lágrimas de cocodrilo que ya nadie cree, que ya nadie valora, pues son parte de una ficción.

El periodismo en todas sus formas existe no porque la justicia no funciona sino porque hay un deliberado interés del poder en ocultar los mecanismos de dominación. Cuando la oscuridad gana el horizonte de una sociedad y de una clase política determinada, poco hay por hacer más que hablar y hacerse escuchar. En un régimen democrático estas acciones no deberían revestir una complicación para el poder de turno, todo lo contrario, de las distintas voces se construye un lugar mejor para habitar, para vivir, para soñar.

Se están transitando épocas de cambios de paradigma, donde se manifiesta el contenido versus la superficialidad, lo que para la oposición es una preocupación, para el oficialismo representa una antinomia. Justamente de esta grieta hay que despegarse si la intención es llegar a buen puerto, se debe leer entre líneas todo lo que se nos muestra, independientemente del bando que procedan esos enunciados.

Pero hay algo que escapa a cualquier análisis y es justamente que quien es el encargado de cuidarnos es a la vez quien nos mantiene cautivos, y aquí radica la gravedad de la situación. Es cierto, cada mañana el lobo y la oveja comparten el tablero, usan los mismos cepillos de dientes y las mismas toallas. Una vieja fábula de Esopo que hablaba a los niños de la importancia de decir lo que se piensa sin más, es decir, de ser sinceros, ha mutado.

Abraham Lincoln dijo que "Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo."

Las pieles de ovejas parecen caerse del lomo de los depredadores que ya no aguantan, que necesitan salir para ser quienes son en realidad. Volvieron para ser mejores, de eso no caben dudas, ¿pero a qué costo? En este cuento tan contemporáneo como maquiavélico, las ovejas pueden ser personas, los funcionarios pueden ser chacales o coyotes, al final de cuentas, nadie es lo que parece. Es el sincericidio de los lobos elevado a su máximo esplendor.

Para muestras nos basta un botón.

El sincericidio de los lobos