sábado. 20.04.2024
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Sergio Massa

@jgonzalezok / Solo 24 días después de que Alberto Fernández nombrara como ministra de Economía a Silvina Batakis, la crisis se la llevó puesta y se produce un cambio que afecta a todo el gobierno. Se crea un superministerio económico a cargo del hasta ahora presidente del Congreso, Sergio Massa. Incluirá Economía, Producción y Agricultura y tendrá en sus manos la relación con los organismos internacionales de crédito.

La crisis se gestó estando en Washington la ministra Batakis, que se reunió con los directivos del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, además de tomar contacto con algunos integrantes de las grandes finanzas. A todos les aseguró que contaba con el apoyo político de toda la coalición de gobierno. No le privaron la humillación de enterarse por los medios de su caída. Hace unos meses el entonces ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Solá, también se enteró en el avión que le llevaba a Washington de que había dejado de ser ministro.

A pesar de que hace unos días el presidente Alberto Fernández dijo a los gritos que no le iban a torcer el brazo, la remodelación se lleva por delante a otros miembros del gobierno. Entre ellos a Gustavo Béliz, titular de la Secretaría de Asuntos Estratégicos, al ministro de Agricultura, Julián Domínguez y otros cargos de segunda línea. Salen, pues, algunos de los últimos integrantes del círculo de confianza del presidente -especialmente Béliz-, mientras continúan en sus cargos todos los que responden a la vicepresidenta, Cristina Kirchner.

La forma en que se anunciaron los cambios muestra la desesperación del gobierno ante una situación que cada vez es más desesperada. Se comunicaron a través de correos electrónicos y mensajes de whatsapp, uno a uno. Una fuente oficial dijo en off the record que el presidente no estaba en condiciones de hablar con la prensa. Y la portavoz presidencial, Gabriela Cerrutti, cada vez más innecesaria en su empeño en poner trabas a la labor de los periodistas, canceló la habitual conferencia de prensa de los jueves.

Sergio Massa es la tercera pata de la coalición de gobierno, siendo las otras dos el kirchnerismo (básicamente la vicepresidenta, Cristina Kirchner y la organización que responde a su hijo Máximo, La Cámpora) y el peronismo tradicional, donde están los gobernadores. En este esquema, el presidente Alberto Fernández, sin poder político propio ni inserción territorial, fue cada vez más una figura decorativa, degradada, sufriendo los embates de Cristina. Con esta nueva configuración de gobierno, pasa a ser, en la práctica, el número 3 del gobierno.

Massa fue jefe de Gabinete de Cristina Kirchner entre julio de 2008 y julio de 2009. Había sucedido en el cargo al propio Alberto Fernández, que abandonó el gobierno peleado con la presidente, momento a partir del cual se convirtió en un ácido crítico del gobierno. Massa también se alejó con críticas muy duras. Según reveló Wikileaks, en sus contactos en la embajada norteamericana definió a Néstor Kirchner como un “monstruo” y un “psicópata”. Y en 2015 expresó su deseo de que desapareciera el kirchnerismo, anunciando que barrería a los ñoquis (trabajadores fantasma, colocados por favoritismo político) de La Cámpora.

No obstante, el nuevo superministro de Economía recompuso sus relaciones con el kirchnerismo antes de las elecciones de 2019, con el compromiso de que él sería el presidente de la Cámara de Diputados. A pesar de los antecedentes, tuvo una buena relación con Máximo Kirchner, el hijo de la vicepresidenta, que fue jefe del bloque de diputados del oficialismo hasta que renunció (31 de enero de 2022) en desacuerdo con la firma del acuerdo con el FMI para renegociar los préstamos acordados durante el gobierno de Macri. Y también sirvió de enlace entre el presidente y la vicepresidente en los momentos más difíciles de la relación entre ambos.

En el 2013 fue el principal responsable de la derrota del kirchnerismo en las elecciones parlamentarias de medio término. En el principal distrito del país, la provincia de Buenos Aires, el massismo sacó un 44 % de los votos y el kirchnerismo solo un 33,9 %. Fue candidato presidencial en 2015, quedando en tercer lugar, detrás de Macri y de Daniel Scioli, con un 21,39 % de los votos.

Para nadie es un secreto que la gran aspiración de Massa es ser presidente. Esta puede ser la oportunidad de encontrar un trampolín para el 2023, aunque la tarea parece ciclópea y puede acabar con sus aspiraciones. La gran pregunta es qué hará Cristina Kirchner, que hasta ahora fue el poder real. Massa tiene peso específico propio y cintura política, cosa de la que carecía su antecesora. Tiene buena relación con el establishment y una importante red de contactos internacionales, especialmente en los Estados Unidos. Su nombramiento ya tuvo una reacción favorable en los mercados, con la subida de los bonos en dólares y una bajada del riesgo país e incluso del dólar.

Pero para enfrentar la crisis pavorosa que enfrenta la Argentina tendrá que tomar medidas que no serán simpáticas, ni para la vicepresidenta ni para los movimientos sociales que, día sí, día no, paralizan Buenos Aires pidiendo más subsidios y planes sociales. Ideológicamente, Massa está en una posición opuesta al kirchnerismo, aunque su pragmatismo lo haya llevado a pactar con Cristina. Nadie puede pensar que volverá a repetir el menú de estos años y parece una obviedad que aplicará un ajuste importante. La duda es qué hará entonces el kirchnerismo, que no acepta las reglas básicas del capitalismo. Quizá se imponga la convicción de que esta es la última oportunidad, el último cartucho, para salvar la ropa y llegar a las elecciones de octubre del 2023 en condiciones mínimamente decorosas.

Una crisis feroz fulmina a la ministra argentina de Economía