jueves. 18.04.2024
pies tango
Disfrazar una realidad que subyugaba

Se suele utilizar este término matemático para hacer referencia a un baile que hizo del país el Monte del Olimpo del Tango a nivel internacional. Juan Carlos Copes y María Nieves fueron sus abanderados por décadas. Una pareja que estaba cuarteada pero que había aprendido a negociar y a vender un producto cuando las luces rojas se prendían. La vieja y tan ponderada historia del oficialismo y la oposición nacional.

Un gran capital económico y el miedo a perder el capital político se ponen sobre la mesa cada mañana. La habilidad de saber nadar entre ambos en estos momentos preelectorales se traduce en un costo que nadie quiere pagar. El asiduo cambio de banderas políticas con la intención de no perder los espacios de poder se ha fusionado en la clase dirigencial desde hace mucho tiempo.

¿Cómo entender que dos figuras que claramente hablaron pestes una de otra luego terminen compartiendo fórmula presidencial? ¿Cómo llevar a buen puerto la intención de creer en una ideología si un presidente que llega al poder hablando de transparencia, lo primero que hace al llegar al sillón de Rivadavia es perdonar una deuda multimillonaria que tenía su padre con el Estado? ¿Dónde situarse si ves que alguien que se había parado en la ancha avenida del medio termina siendo el Presidente de la Cámara de Diputados apoyando todo aquello de lo cual renegaba?

Hay más dudas que certezas en el horizonte nacional, está latente la sensación que algo se cocina a nuestras espaldas. Un gobierno que permanentemente culpa a la herencia recibida para disimular su propia inoperancia a la hora de solucionar evidentes problemas sociales. Políticas que habían sido implementadas en gobiernos anteriores y que habían sido desechadas por los que en ese momento eran oposición, ahora, cuando les toca ser oficialistas, son llevadas adelante sin el mínimo reparo.

Un gran movimiento social que se va aggiornando a las situaciones actuales y que lleva a sus figuras preponderantes a pararse en veredas opuestas a pesar de haberse unido por efímeros instantes para mantener el poder, tal es el caso del ex presidente Eduardo Duhalde, uno de los referentes del peronismo.

La política se ha convertido con los años en un evento de fútbol en el cual sus jugadores viven cambiándose la remera sin haber nunca terminado de jugar el partido. Acciones y omisiones de un Estado en pos de un régimen saliente, una corriente cíclica que parece no detenerse. Ya Moliére, el dramaturgo y poeta francés del siglo XVII, trae a la memoria la personificación de la hipocresía elevada a su máxima expresión con la aparición de Tartufo, un bufón falsamente devoto que se acopla a las circunstancias.

Dos siglos después, José Ingenieros, el sociólogo italo argentino presenta en su obra, El Hombre Mediocre, un acercamiento a esta novedosa forma de sentarse en la misma mesa con Dios y también con el diablo y sus demonios. Esta obra marca la época del surgimiento de hombres y mujeres sin personalidad, que se dejan amoldar o domesticar por el medio en el que viven. Aquí la imitación desempeña un papel decisivo para el desarrollo de la personalidad social.

La radicalización se ha llevado estos años, el ser o no ser parte de una grieta que solo separa a los que en ella caen, los individuos de a pie que solo saben de unilateralismos. Ese poder mal entendido del que Germán Oesterheld y su Eternauta intentaban abrirnos los ojos, la existencia de los “Ellos”, aquellos hilos que mueven los “Manos” y que nos lleva a las puertas mismas del abismo.

Un legendario grupo de bailarines que llevó a su máxima expresión la intención de disfrazar una realidad que los subyugaba, pero el show debía continuar, no había tiempo de resquebrajamientos. La intención era clara, permanecer. Al fin de cuentas, en un tango eterno, cada cuatro años todos terminan siendo Juan Salvo y todos terminan siendo “Cascarudos”.

El “2x4” en la política argentina