lunes. 29.04.2024

@jgonzalezok | En 1986, el entonces diputado radical (UCR) Raúl Baglini, formuló un axioma durante un debate parlamentario, que desde entonces se conoce en Argentina como teorema de Baglini. Y que viene a decir que el grado de responsabilidad de las propuestas de un político es directamente proporcional a sus posibilidades de acceder al poder. Es decir, se es más radical en la oposición y cuando se está lejos del gobierno, pero se va moderando cuando el poder está al alcance de la mano. Esto se puede aplicar perfectamente al caso de Javier Milei -que se define como libertario y que está a la extrema derecha del arco político- que asumirá la presidencia argentina el 10 de diciembre. 

El ejemplo más claro lo proporciona la carta que ha enviado al presidente de Brasil, Lula Da Silva, al que había descalificado por “comunista furioso”, “ladrón”, “ex presidiario” y “corrupto”. Ahora, solo días después de sus exabruptos, Milei le envió una misiva para invitarlo a su toma de posesión y el tono cambió radicalmente: “Deseo que el tiempo en común como Presidentes y Jefes de Gobierno sea una etapa de trabajo fructífero y construcción de lazos que consoliden el papel que Argentina y Brasil pueden y deben cumplir en el concierto de las naciones”, le escribió el presidente electo. Después de haber dicho también que no tenía intención de hablar con Lula, acabó la carta despidiéndose “con estima y respeto”. 

Los primeros gestos de Milei, anuncios y nombramientos apuntan a un neomenemismo más que a un bolsonarismo

Antes de la carta, trascendió que Lula no viajaría a Buenos Aires, aunque envió un mensaje de felicitación después de las elecciones. Es difícil que cambie de idea, ya que Milei también invitó al ex presidente brasileño Jair Bolsonaro. Y no querrá exponerse a alguna muestra de hostilidad en su contra por parte de las bases más radicalizadas de Milei. 

La posición sobre China, que también había sido objeto de declaraciones que ponían en duda las relaciones con el segundo socio comercial de Argentina, también cambió. Después de recibir una carta del líder asiático, Xin Jinping, felicitándolo por su victoria, Milei le contestó, enviándole sus “más sinceros votos de bienestar para el pueblo chino”. 

Pero las muestras de sensatez de Milei no se agotan aquí y los primeros gestos, anuncios y nombramientos apuntan a un neomenemismo más que a un bolsonarismo. Es cierto que las referencias políticas de Milei como candidato eran más que inquietantes. Su foto con Eduardo Bolsonaro -hijo del ex presidente- y el ultraderechista chileno José Antonio Kast, haciendo el gesto de disparar con un arma, en un congreso de partidos ultraconservadores en Brasil, presagiaban un Milei descontrolado e imprevisible, que ahora se está moderando y ya no se habla de algunas de las cuestiones que más escandalizaron, como la compra de órganos humanos o la venta libre de armas. 

Esto no significa que las propuestas de fondo de Milei se caigan, pero se alejan en el horizonte las ideas de dolarización y el cierre del Banco Central, que fueron los dos principales proyectos económicos con las que hizo la campaña. No obstante, las medidas de choque empezarán inmediatamente. No esperará al 1º de marzo, que es la fecha tradicional de comienzo del curso parlamentario. Anunció que convocará sesiones extraordinarias para debatir una serie de leyes con las que empezar s concretar sus reformas, que se basan en la reducción del gasto público y los impuestos, la reforma laboral y la apertura de la economía. 

Se alejan en el horizonte las ideas de dolarización y el cierre del Banco Central, que fueron los dos principales proyectos económicos con las que hizo la campaña

Hay que esperar un gobierno ajustador, una versión dura del gobierno del presidente Menem (1989-1999), que en la década del 90 del siglo pasado aplicó lo que él mismo calificó de “cirugía mayor sin anestesia”. Milei ha confesado que Menem, con su política neoliberal, que privatizó las principales empresas públicas del país, era para él el mejor presidente de la historia argentina. La diferencia entre uno y otro es que Menem tenía al peronismo detrás -incluyendo a los poderosos sindicatos-, aunque tuvo que convencer, domesticar y someter a un peronismo que llevaba décadas sosteniendo la doctrina estatista. 

Las diferencias con el brasileño Bolsonaro son también importantes. Aunque Milei tiene una posición revisionista sobre la pasada dictadura militar -especialmente su vicepresidenta, Victoria Villarruel-, hoy en día los militares no juegan ningún papel política en Argentina, ni hay posibilidad de que lo tengan, como sí sucedió en Brasil con Bolsonaro. Para éste, además, era una obsesión la defensa de la dictadura, incluso de la tortura. 

Consciente de su debilidad parlamentaria, Milei está negociando para conseguir aliados. Con el ex presidente Mauricio Macri conversa desde hace semanas, pero necesita más apoyos y está tratando de atraer a peronistas no kirchneristas como Miguel Ángel Pichetto y Florencio Randazzo. Es decir, está apelando a la tan denostada “casta”, uno de sus principales caballos de batalla. 

Datos a fines del año pasado, compilados por la Universidad Católica Argentina, señalaban que el 51,7 % de los argentinos recibían asistencia social del Estado

No necesita apoyos parlamentarios solo para sacar adelante sus proyectos de ley. Como señaló el politólogo Andrés Malamud, necesitaría al menos asegurarse un tercio de las cámaras para evitar un juicio político y una eventual destitución, con la que sueñan ya algunos sectores, aún antes de que comience su mandato. 

Los gobernadores, que en Argentina juegan un papel importante más allá de las funciones propias de su cargo, están expectantes. La mayoría depende del gobierno central para pagar los sueldos de sus funcionarios y su situación es muy delicada. El gobierno central de turno siempre usó el mecanismo de transferencias de carácter discrecional para disciplinar a estos poderes provinciales, que ejercen un control importante sobre diputados y senadores de sus provincias. Ya hay varios que han dicho que no podrán pagar el aguinaldo (paga extra) de diciembre y Milei ha dicho que no habrá asistencia de la nación a las provincias. También comunicó el fin de las obras públicas, anunciando que el modelo, a partir de ahora, será el de Chile, donde el Estado se retiró totalmente dejando el campo libre para la iniciativa privada. 

Más allá del aparente giro hacia la moderación de Milei, el 10 de diciembre comenzará en Argentina a cumplirse la vieja maldición china, de vivir tiempos interesantes, y no habrá tregua. Desde la crisis del 2001, que acabó con la presidencia de Fernando De la Rúa, los meses de diciembre han sido siempre críticos, con amenazas de saqueos, que los gobiernos tratan de conjurar reforzando la ayuda social. Datos actualizados a fines del año pasado, compilados por la UCA (Universidad Católica Argentina), señalaban que el 51,7 % de los argentinos recibían asistencia social del Estado. La pobreza aumentó en el último año, con lo que el número es ciertamente mayor. Con el anuncio del nuevo gobierno de recortes, cabe esperar un diciembre muy caliente y el comienzo de una resistencia desde el minuto uno. 

Un baño de realidad para Milei