sábado. 27.04.2024

72 años ya del manifiesto de Robert Shumann y aquella mítica Comunidad Económica del Carbón y la Acero, CECA, que fueron los impulsos fundacionales de la Unión Europea de hoy. Un arranque humilde con sentido de lo posible pero con una ambición histórica de futuro sin límites: Nunca más la guerra fratricida entre europeos ni los nacionalismos excluyentes y los regímenes genocidas que pisotean las libertades y la dignidad humana.  Que la puesta en común de nuestros recursos y aspiraciones materiales sean fundamentos sólidos de la paz y la coexistencia solidaria y democrática entre los europeos.

Los que tenemos prácticamente la misma edad que la Unión Europea, que crecimos con ella, y que desde la adolescencia tomamos conciencia de que allí había un espacio inalcanzable de libertad y progreso social y económico y aquí una existencia gris de dictadura y represión, sabíamos que la lucha por la Democracia en España debía desembocar en una Europa que crecía y prosperaba sin nosotros. Podíamos entender, y aceptar, que la dictadura de Franco no fuera socio de pleno derecho de aquella Europa en vías de integración material y política. Tuvimos apoyo y solidaridad con nuestras luchas procedentes de la mejor Europa democrática y progresista. Pero, a mí al menos y a otros compañeros con más luces que yo, nos jodía que la España sometida por Franco, la nuestra, no podía ser miembro de la Europa en construcción, pero sí era reconocida por aquellos gobiernos y sus empresas hacían pingües negocios y obtenían grandes rentabilidades para sus inversiones precisamente por la falta de libertades básicas como la sindical o la de huelga que amordazaban a los trabajadores y hacían que sus luchas en España por el pan y el trabajo adquirieran tintes heroicos en demasiadas ocasiones.

En todo caso, y pese a que nos jodía esa asimetría con el régimen franquista, yo entendí muy pronto que una Europa fuerte, integrada y unida, con nosotros dentro, claro está, era la única posibilidad de ser alguien  cada uno de sus países, ya fuera en aquellos escenarios bipolares de la “guerra fría” o en los más complejos e inciertos del desorden que sucede a la caída del comunismo o lo que fuera aquello. Sin esa Europa fuerte y común, cada uno de nuestros países sin excepción quedamos condenados a la inviabilidad o a la mera satelización por potencias ajenas a nuestra cultura, valores y acervo humanista. Esa certeza es hoy, 50 años de militancia después,  más sólida si cabe a la vista de los progresos fabulosos que ha hecho Europa y de las amenazas que pesan sobre ella: Putin desde el este como más cruenta e inmediata, y Trump por el oeste como riesgo latente de que vuelva a ganar la presidencia de los EEUU pese a sus antecedentes golpistas y violentos. Sostienen ambos sátrapas que desintegrar Europa y satelizarla supondría un mayor peso a sus economías y a sus proyectos de capitalismo oligárquico y regímenes autoritarios en nuevos escenarios globales.

Para ello hay que mantener e incrementar la solidaridad estratégica de las democracias y sus alianzas políticas, económicas y militares

Y en esas estamos. Siguiendo una regla de oro desde sus orígenes que dice que las crisis o los baches de la integración europea se resuelven con más integración y a más velocidad, tras el brexit y la salida del Reino Unido que promovió Trump y la derecha británica implementó con un referéndum basado en mentiras y datos falsos, y a la vista de la invasión y los crímenes de guerra que Putin perpetra en Ucrania con la intención confesa de quebrar la cohesión de la Unión Europea y de la Alianza Atlántica… culminar el proceso de construcción europea   iniciado hace ya 72 años, será la mayor posibilidad de que retorne el Reino Unido, por una parte, y de que Putin salga de Ucrania, renuncie a nuevas aventuras belicistas y se dedique a algo tan noble y urgente como la construcción de la democracia en su inmenso país sin pisotear los derechos humanos ni encarcelar o envenenar a los que no piensen como él.

Este 9 de Mayo 2022, Dia de Europa, con las heridas abiertas aún de la pandemia y las lecciones de la misma a medio aprender y el desafío belicista de Putin, hay un auténtico clamor de que o avanzamos con decisión en la culminación de la Unión Europa o los avances de estos 72 años pueden ser reversibles. La agenda de esa culminación es indiscutible en las instancias políticas e institucionales de la Unión, lo cual no es poco. Obviamente, el cómo, el cuándo, el con qué, no reúne todavía tanto consenso y por eso urge meterse con ello:

--- Enunciar una política única de defensa y de relaciones exteriores de la Unión que refuerce nuestra autonomía geopólitica y nuestro peso en la Alianza Atlántica y el  papel de equilibrio en base a  los valores e identidad de la Unión en escenarios globales de polarización y confrontación.

--- Acelerar el objetivo de soberanía energética de la Unión, en los planos cuantitativo y cualitativo, es decir, impulsando los procesos de transición hacia las renovables, la descarbonización y las adaptaciones própias en los planos económico, industrial, del transporte, del empleo, etc.

--- Es absolutamente vital para garantizar el futuro de la Unión una política fiscal común, la lucha contra el fraude y la evasión y la erradicación de los paraísos fiscales en su seno; por supuesto, con la flexibilidad y los periodos de adaptación nacionales y sectoriales a que haya lugar.

--- Así mismo, en los planos social, sanitario, de empleo, de educación y formación profesional, de lucha contra el cambio climático, por la digitalización, de inmigración y refugio, etc., es apostar al más absoluto fracaso si no hay un marco común en la Unión que haga operativa y eficaz la implementación de dichas políticas estructurales en los niveles nacionales y sectoriales. Los fondos estructurales para la reconstrucción tras la pandemia,  que nuestro gobierno progresista está implementando ejemplarmente, son una oportunidad que en Europa no podemos permitirnos el lujo de dejar pasar.

--- Por último, el Presidente de turno de la Unión, y de la República francesa, Enmanuel Macron, enunció el 9 de Mayo algunas ideas-fuerza en la dirección de culminar la construcción política e institucional de la Unión, algo así como ponerle el tejado y la bandera al edificio: Reformular y actualizar los Tratados de la Unión, superar la regla de la unanimidad y aplicar mayorías ponderadas para la toma de decisiones en las instancias de la Unión, mostrarle el camino de salida a los populistas de todo pelaje que de la Unión solo valoran sus subsidios, y abordar la ampliación de la Unión al Este con los tiempos y velocidades realistas pero con una voluntad común de que en ella quepa quien asume los principios y valores de la democracia liberal y la economía social de mercado. En esa perspectiva, una Rusia liberada del dominio de Putin y su capitalismo mafioso y oligárquico debiera tener una interlocución estratégica con la UE en la búsqueda de un orden mundial de paz, desarme, erradicación de las grandes lacras del hambre, la enfermedad, la pobreza extrema, que azotan a una buena parte aún de la Humanidad.

Siendo francés es algo lógico que Macron no asocie aún la Unión política de Europa a la articulación federal y confederal de la misma. Pero creo que no habrá otra fórmula viable y duradera.

Parar y expulsar a Putin para abrirse a Rusia

El 9 de Mayo fue instituido por Stalin como efeméride para intentar tapar la vergüenza de su pacto con Hitler de 1939 a base de imponer el relato falso de que la Unión Soviética estaliniana fue al artífice casi único de la victoria aliada contra Hitler. Esta denuncia de la falsedad del relato no me impide rendir homenaje a los 26 millones de seres humanos de las distintas nacionalidades soviéticas que dieron su vida en la guerra contra la invasión de Hitler, el otrora amigo de Stalin.

El 9 de Mayo de este año, Putin ha celebrado aquella efeméride adaptada a las circunstancias de hoy: Afirma que ha invadido Ucrania y comete crímenes de guerra contra su población porque está infestada de nazis y porque allí se habla ruso, como en tantas otras repúblicas exsoviéticas, y eso parece darle derecho de conquista. En el desfile militar el beatífico Putin ha sacado a pasear la bandera roja con la hoz y el martillo junto a la de Rusia (a comunistas que Putin tiene en la cárcel se le debieron saltar las lágrimas). En su discurso confirmó las bravuconadas, la apelación a la amenaza nuclear, el victimismo de una Rusia gloriosa y acosada por la OTAN, etc. Pese a su impostada arrogancia, Putin no pudo ocultar lo evidente: Que está fracasando en Ucrania a pesar de la desigual potencia militar y de fuego de invasor e invadido y a pesar de que siembran el terror entre la población con bombardeos y masacres, que su aventura belicista tiene por objeto último afirmar su poder y prestigio ante unos pueblos rusos a los que sólo puede ofrecer ultranacionalismo agresivo a falta de pan, trabajo y libertad, que es Putin el verdadero impulsor de la expansión de la OTAN al Este con sus políticas militaristas y genocidas en Crimea, Georgia, Chechenia, Bielorusia, Ucrania … A la ciudadanía de Finlandia y Suecia, democracias pacifistas fuera de toda duda, es Putin el que las empuja a ingresar en la Alianza Atlántica.

Garri Kaspárov, el hombre más inteligente del mundo, víctima de diversos atentados contra su vida por parte de los servicios del espionaje ruso, definió muy bien quién es y qué hacer ante Putin: "Un dictador y un criminal de guerra como Putin no se detiene solo. Hay que enfrentarlo, pararlo y erradicarlo".

Hace unos días, los militares rusos bombardeaban muy cerca del hotel donde se alojaba el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, que está en misión de paz en Rusia y en Ucrania, y bombardeaban muy cerca del bunker donde el presidente de Ucrania se reunía con el presidente del Consejo Europeo.  Con estas salvajadas Putin deja claro su desprecio por la comunidad internacional y emite un mensaje muy claro a ésta: No tengo ni respeto límite alguno, invado Ucrania y practico en ella una guerra genocida, voy a por Moldavia como fui a por Crimea hace unos años, mi arsenal nuclear y químico está a punto, la Unión Europea y todo el mundo libre y civilizado es mi enemigo potencial.

Hay que agradecerle la claridad. No hay paños calientes posibles. Hay que pararlo, hay que erradicarlo, a lo que cueste. Hay que armar a Ucrania de verdad, con todo. Y a Moldavia. Todos los paises limítrofes con Rusia están en peligro y el criminal de Putín tiene que saber que existe el valor y los recursos militares para defender las libertades y la integridad territorial que él pretende atropellar. Del mismo modo que Ucrania y su gente están dando una lección de dignidad y coraje, y pagando un precio terrible por ello, Putin tiene que saber que ni arrasará Ucrania como pretendía, ni Moldavia, ni ninguno de los países cercanos.

Para ello hay que mantener e incrementar la solidaridad estratégica de las democracias y sus alianzas políticas, económicas y militares. En tal sentido, la Unión Europea debe emitir una señal fuerte de apertura inequívoca a Ucrania y a los países que buscan preservar sus democracias, su soberanía e integridad territorial y su legítimo derecho al progreso social y económico, aspiraciones todas ellas que pone en peligro la demencia belicista de Putin.

Del mismo modo, la Alianza Atlántica, en su cumbre de Madrid, debe tramitar sin demoras la solicitud de ingreso de Suecia y Finlandia si se produce formalmente tal como han anunciado. Dos países que son modélicos a nivel mundial, junto a los demás del área escandinava, por la calidad de sus democracias, su alto nivel de cohesión y justicia social, su pacifismo y neutralidad en la época de la “guerra fría”, su generosa política de acogida de perseguidos políticos y refugiados que huyen de las guerras y del hambre … que ingresan en una Alianza militar defensiva y preventiva frente a la amenaza real que supone Putin.

Putin debe saber que   su criminalidad no va a triunfar, que no tiene posibilidad alguna de una victoria militar arrasadora ni en Ucrania ni en ninguna parte. Que debe irse de Ucrania ya mismo y dedicarse a servir a su inmenso país y al desarrollo y el progreso social de su población, en vez de someterla al atraso, a la falta de libertades y al dominio brutal sobre ella de un capitalismo mafioso y estéril, del cual Putin es uno de sus mayores oligarcas. Es su única salida si quiere como mínimo salvar los muebles a corto plazo, pues debe saber que la opresión brutal que ejerce sobre la ciudadanía y los pueblos de Rusia no la va a mantener por mucho tiempo con las bravuconadas ultranacionalistas y el militarismo de farol. Y al mismo tiempo es muy importante hacer llegar a la ciudadanía de Rusia un mensaje inequívoco: La Unión Europea y las democracias del mundo están deseando abrir caminos de paz y de cooperación en beneficio de toda la Humanidad, y Putin y su casta oligárquica son el principal obstáculo para ello.

Esto es lo que hay. Las democracias, el mundo libre, tenemos el derecho y el deber de defendernos de un criminal de guerra y un tirano como Putin, porque cuando un bárbaro como éste, como ya ocurrió en otras fases de la Historia, agrede a un sólo país nos pone en la diana a todos.

Culminar la construcción de la Unión Europea para expulsar a Putin de Ucrania y Rusia