jueves. 28.03.2024
macron merkel

En este mes de septiembre, las posibilidades de cambio en España se juegan también en Francia y en Alemania

En este mes de septiembre, las trayectorias de Macron, que sigue dando pasos en la tarea de afirmar su liderazgo europeo, y de Merkel, en la cúspide del poder en Europa, se cruzan. Ambos se necesitan para definir un futuro en común, del que también depende el porvenir de Europa, con una asociación o complicidad beneficiosa para ambas partes. Las bases de esa asociación no pueden ser, como son ahora, una amenaza para Francia que, inevitablemente, es también una amenaza para la unidad europea. La necesaria alianza entre ambos líderes y países se acrecienta ante la complicada negociación con el Reino Unido que acaba de iniciarse para precisar su abandono de la UE y la definición de sus nuevas relaciones con la UE.

Una mirada rápida a los afanes y tareas en los que están enfrascados ambos personajes permite observar lo mucho que nos jugamos en el escenario europeo. Por ejemplo, en la reforma del mercado de trabajo en Francia, que está en un momento clave a la hora de precisar su alcance y la fortaleza (o debilidad) de la resistencia sindical y política que intentará frenarla o desdibujar sus aristas más antipopulares y antisindicales.

LA REELECCIÓN DE MERKEL

También está por concretarse, aunque puede darse por descontada, la reelección de Merkel como Canciller federal de Alemania tras las elecciones del próximo 24 de septiembre. Sería la cuarta vez consecutiva desde 2005. Reelección que ya tiene en el bolsillo, porque Alemania va bien y Merkel ofrece la tranquilidad y la estabilidad política que desea el electorado alemán. Y porque a la mayoría de la sociedad y de las elites políticas y económicas alemanas no parece importarles demasiado que Europa vaya mal, que la divergencia y la heterogeneidad sigan ampliándose entre los países de la eurozona o que el incumplimiento de las promesas de convergencia y cohesión de la unidad europea esté suministrando apoyos y argumentos a una extrema derecha soberanista y xenófoba que aboga por abandonar el euro y la UE y amurallar sus fronteras nacionales frente a las importaciones, la inmigración y los refugiados.    

LAS REFORMAS DE MACRON

Macron ganó también las elecciones legislativas de junio con un programa en el que la reforma laboral volvió a presentarse como el gran objetivo

Macron ganó las elecciones presidenciales del pasado mes de mayo con la promesa de una reforma del mercado laboral que no solo entiende como un instrumento fundamental para impulsar la creación de empleo y acabar con el paro masivo que sufre Francia (la mitad de la tasa de paro de España, pero el doble que la de Alemania); es también la forma de mostrar a Merkel su capacidad para hacer las reformas estructurales que anteriores gobiernos no habían podido o querido llevar a cabo y de ganar su confianza para lograr la cooperación alemana en la tarea de realizar la imprescindible reforma de las instituciones de la eurozona. Por eso no importa demasiado que los diagnósticos sobre las causas del desempleo o de la pérdida de competitividad puedan ser errados o que el impacto de la reforma del mercado laboral vaya a contribuir poco a la creación de empleo, porque facilitar y abaratar los despidos o debilitar la acción sindical antes que crear empleo lo precarizan. En realidad, el objetivo principal de la reforma es otro: cambiar la percepción de Alemania sobre la voluntad de los nuevos gobernantes franceses para llevar a cabo las reformas estructurales que les reclaman y ganarse la confianza de Merkel y de las fuerzas políticas y económicas que le dan sustento.

Y es en esa relación explícita entre la reforma estructural del mercado de trabajo en Francia y la necesaria reforma institucional de la eurozona donde se vuelven a unir los destinos de Macron y Merkel.  

Macron ganó también las elecciones legislativas del mes de junio, consiguiendo una amplia mayoría parlamentaria para su nuevo partido, La República en Marcha (LRM), con un programa en el que la reforma del Código Laboral volvía a presentarse como el gran objetivo.

Macron cumple ahora su compromiso electoral y antes de que finalice este mes de septiembre aprobará mediante ordenanzas, para lo que ha recibido la correspondiente autorización parlamentaria, las reformas prometidas. Y en las semanas siguientes el Parlamento las ratificará, para lo que no habrá ningún problema dada la amplia mayoría de LRM a la que se sumarán otras fuerzas y más parlamentarios partidarios de esas reformas.

Tras un verano de conversaciones con sindicatos y patronal, el Gobierno francés acaba de presentar sus propuestas de reforma ante el Parlamento. Y aunque aún quedan aspectos de su contenido por desentrañar y precisar, sus rasgos principales parecen claros, se trata de una nueva vuelta de tuerca desreguladora que permitirá abaratar y facilitar los despidos improcedentes, para los que se establece un tope de indemnización de 20 meses, y abrirá márgenes para que las empresas, especialmente las pequeñas empresas, donde la presencia sindical no existe o es muy débil, puedan esquivar los acuerdos sectoriales y la negociación con los sindicatos.

La patronal, claro está, ha mostrado su contento, aunque lo considera tan solo un primer paso en el buen camino de abaratar los costes laborales, simplificar los despidos y aligerar restricciones que limitan el poder de decisión de las empresas. Pero sólo un primer paso, ya que espera que Macron cumpla posteriormente su compromiso de conseguir que el grueso de la negociación colectiva se lleve a cabo en el nivel de cada empresa, frenando la extensión obligatoria de los convenios sectoriales.

LOS SINDICATOS FRANCESES SE MUESTRAN DIVIDIDOS

La CGT ha convocado una jornada de movilización y huelga para el próximo 12 de septiembre

Los sindicatos, por su parte, se muestran divididos. No tanto en la comprensión de la intención de debilitar su representación y la acción sindical que desarrollan, que es tan evidente, como a la hora de plantear su relación con el nuevo Gobierno, precisar las formas de rechazo a las reformas y definir el alcance de la colaboración sindical para echar abajo o limar las más perjudiciales para las clases trabajadoras y los propios sindicatos. Sólo la CGT, junto a algunos sindicatos menores, alguna federación y uniones departamentales de FO y otras fuerzas culturales, profesionales y sociales, se ha opuesto frontalmente, desde antes de conocer su última concreción, y ha convocado una jornada de movilización y huelga para el próximo 12 de septiembre. Convocatoria de la que han tenido especial interés en desmarcarse las direcciones de los otros dos grandes sindicatos, CFDT y FO, aunque también critiquen aspectos importantes de la reforma. Y no parece que, a falta de una semana de la movilización, vayan a sumarse a una movilización ya convocada ni a una estrategia de confrontación abierta.

Con este panorama de desunión sindical, la movilización no va a hacerle mucho daño al Gobierno de Philippe ni a torcer los planes de Macron. No alcanzará la amplitud de las movilizaciones que denunciaron otras reformas previas que, con la misma orientación y parecido discurso y letra, se han producido en los últimos años. La última, la ley El Khomri (nombre de la entonces titular de la cartera de Trabajo en el Gobierno socialista) que se aprobó en julio de 2016. No sé hasta qué punto la CGT ha hecho todos los esfuerzos para conseguir mayores niveles de unidad sindical ni si la actitud del conjunto de sindicatos está más pendiente de marcar territorio y ganar posiciones frente a las otras organizaciones que de denunciar y parar las reformas. Las protestas del próximo 12 de septiembre pueden ser un primer paso que favorezca la posterior colaboración entre los principales sindicatos en la extensión del rechazo de la ciudadanía o un fiasco que profundice la división sindical y aumente el desánimo de las clases trabajadoras. Está por ver. Lo que no está por ver es que la unidad sindical y la construcción de un amplio bloque político y social de oposición a las reformas que tiene en cartera Macron, la del mercado de trabajo y las que están en cartera, son imprescindibles para torcer la voluntad de Gobierno, Parlamento y patronal. Y para la propia supervivencia de un sindicalismo de clase que en Francia muestra unas tasas de afiliación muy bajas (menos del 10%, frente al también escaso 17% que alcanza en España), pero una importante representatividad y una gran capacidad de presión, especialmente en las grandes empresas y en las Administraciones Públicas.

Melenchon

MARCHA CONTRA EL "GOLPE DE ESTADO SOCIAL"

Algo similar parece estar ocurriendo en el escenario político. Con una Francia Insumisa que ha convocado una marcha de protesta y denuncia para el próximo 23 de septiembre, en la Plaza de la Bastilla, contra el “golpe de estado social” que pretenden perpetrar Macron y su mayoría parlamentaria. Palabras gruesas con las que Mélechon y su partido tratan de convertirse en representantes cuasi exclusivos de la oposición a los planes antisociales de Macron. Demasiado poco cuidado por armar una oposición política plural que no puede verse representada únicamente por Mélechon y Francia Insumisa. Demasiadas prisas con hacerse con el liderazgo de la oposición, despreciando la contribución de otras fuerzas políticas (socialistas, comunistas, verdes…) y presentarse como la única alternativa eficaz a Macron y a Le Pen.

Por muchas dificultades coyunturales o de mayor calado que atraviesen las otras fuerzas progresistas y de izquierdas que se oponen a los planes de Macron, son parte imprescindible de una alternativa política y social capaz de frenar las reformas y construir una alternativa creíble a Macron. Y a Le Pen que, no se olvide, sigue agazapada, tratando de reparar las brechas internas de su partido, a la espera del fracaso de Macron y de un incremento de la tensión social que le permita presentarse como la solución extrema ante unos problemas también extremos. El FN de Le Pen no ha perdido la ocasión de oponerse a la reforma del Código Laboral emprendida por Macron, por considerarla un ataque y una exigencia de Bruselas.   

Vivimos tiempos de turbación que exigen mudanzas. Uno de los problemas más importantes de la acción política es reconocer las restricciones que se afrontan, interpretando las prioridades que corresponden a cada momento sin por ello dejar de ver lo que está más allá de los límites que presenta cada coyuntura. “Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol: […] un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado; […] un tiempo para demoler y un tiempo para edificar; […] un tiempo para arrojar piedras y un tiempo para recogerlas, […] un tiempo para rasgar y un tiempo para coser,…” (Eclesiastés, 3). Estas palabras fueron escritas hace más de 23 o 24 siglos. Las izquierdas no parecen entender algo tan sencillo. La derecha lo entiende perfectamente. En este mes de septiembre, las posibilidades de cambio en España se juegan también en Francia y en Alemania. Conviene no perder de vista lo que allí suceda. 

Macron y Merkel, momentos decisivos en el futuro de Europa