miércoles. 17.04.2024

La crisis económica está adquiriendo una gravedad y duración muy superior a los que los líderes políticos, hombres de negocios, y economistas convencionales esperaban. En los momentos actuales, tras las inestabilidades que se están dando en el mercado financiero y las bolsas, no se sabe muy bien lo que puede pasar. Es posible que tenga lugar una nueva recesión, tal como ha anunciado la nueva directora del Fondo Monetario Internacional, o que sin que esta recesión se produzca, tal como se define en términos técnicos, lo más seguro es que las inestabilidades seguirán marcando las pautas del comportamiento económico. La economía de varios países, entre ellos España, tendrá un bajo crecimiento y con altos niveles de desempleo. Los países de la eurozona, sobre todo los que padecen mayor vulnerabilidad económica, continuarán sufriendo los ataques de los especuladores, y no se descarta que tengan que darse nuevos rescates.

Ante la profundidad de la crisis las medidas que se han tomado han sido bastante desacertadas por todos los gobiernos de los países desarrollados, por la Unión Europea, y por el G-20. Es cierto que no existen manuales de actuación frente a los graves problemas que una crisis tiene ante sí, pero se debiera aprender de las crisis pasadas, sobre todo la de los años treinta, aunque haya también que tener en cuenta las diferencias que existen, tanto en el tiempo, como en la naturaleza de las economías que padecieron aquellas circunstancias y las que se dan en estos primeros años del siglo que comienza.

La primera cuestión que hay que tener clara es lo que señala el alemán Max Otte en su libro “La crisis rompe las reglas” (Ariel, 2011), cuyo significativo título ya nos indica realmente que lo que hay que hacer es muy distinto a lo que la economía ortodoxa recomienda. También resulta fundamental dar un buen pronóstico sobre las causas que han provocado tal situación para que las medidas adoptadas vayan al origen de los problemas, y no a los efectos provocados por la crisis. Por confundir causas con efectos es por lo que se cometen tantos desaciertos con las políticas económicas puestas en marcha, si bien hay que admitir que la crisis no tiene remedios a corto plazo por las razones que más adelante expondremos.

De esta forma, no se va a ninguna parte, y menos con la aplicación de políticas de ajuste que en lugar de estimular a las economías las deprime aún más, fundamentalmente cuando la iniciativa privada se encuentra a un bajo nivel como consecuencia del descenso del consumo. Plantear como se está haciendo con tanta insistencia- por parte de los poderes públicos, empresariales, y economistas a su servicio- que son necesarias reformas estructurales y que tras esta terminología entienden solamente realizar modificaciones en el mercado laboral, flexibilizándolo más, reducir las pensiones, o llevar a cabo recortes en educación, salud, y otras prestaciones sociales, es un grave error que estamos pagando ya y se pagará más en el futuro.

A grandes rasgos la crisis ha sido motivada por la globalización financiera, las excesiva desregulación de los mercados, la gran desigualdad existente, y el elevado endeudamiento de las empresas, bancos y familias. Todos estos factores unidos han desencadenado una fiebre especulativa y ventas masivas en el mercado de derivados financieros tóxicos, esto es, sin ningún respaldo al valor que decían representar. La aparente prosperidad que se ha vivido en los años anteriores a la crisis y la euforia consiguiente estaba sustentada en grandes dosis de endeudamiento y de inversiones de los ahorros en derivados que ofrecían un alto rendimiento, pero que como ha quedado al descubierto no tenían detrás nada real que sustentara ese aparente valor. Arreglar todo esto no es una tarea sencilla, pero que, sin embargo, no se ha acometido por lo que la tardanza en salir de la crisis se va haciendo cada vez mayor.

De manera que si los mercados han puesto de manifiesto que no son eficientes ,como la mayor parte de los economistas señalaban en las tres últimas décadas, lo primero que hay que hacer a escala global, en áreas de integración económica, y en el espacio nacional, es regularlos y poner coto a tanto poder. De no ser así, las economías son rehenes de estos mercados financieros, como se pone de manifiesto día tras día. Al tiempo hay que limitar la globalización financiera y hacer reformas en profundidad del sistema bancario que ha sido en gran parte responsable de lo que ha pasado. El sistema se encuentra contaminado por las hipotecas basura, por la titulación de tantos productos y por los derivados tóxicos. Si todo esto no se limpia no hay salida para la crisis.

Otro tanto se puede decir de la gran desigualdad existente. La desigualdad internacional sigue siendo escandalosa, pero esta también ha aumentado en los países ricos en estos años de fundamentalismo de mercado y de exceso de las finanzas. Poner remedio a las grandes desigualdades existentes y luchar contra tantas privaciones que se dan en un mundo en donde una parte de la población vive en la opulencia es necesario y urgente llevarlo a cabo, pues no solamente nos encontramos ante una crisis económica que afecta al mundo avanzado, sino que nos encontramos ante una gran crisis civilizatoria.

En todo caso, sin querer entrar aquí a unos planteamientos de mayor calado estructural, que hay que tener en consideración pero que se escapan al objetivo de esta artículo, si nos referimos a la crisis actual que está dejando muchos damnificados, lo que está claro es que se está abordando con bastantes desatinos por parte de quien tiene responsabilidades políticas y determinada capacidad de decisión. Esto sucede en casi todas las economías. Por ello la crisis, así como la forma de afrontarla, está pasando factura en mayor o menor medida a casi todos los gobernantes. De las muchas preocupaciones que la crisis nos provoca, sobre todo por los daños que hace a tantas personas, no solamente se encuentran las decisiones equivocadas, sino también las que no se han tomado, y la indecisión que se tiene ante la gravedad de la situación.

En España, una economía cada vez mas rehén de los mercados financieros y de los especuladores, los desatinos han sido muchos desde que se desencadenó la crisis, pero el último, la reforma de la Constitución, ha sido el mayor de todos. Se podría decir de otras medidas tomadas, pero una muy grave ha sido la salida que se ha dado a la crisis que muchas cajas de ahorro tienen. En fin, los remedios no son fáciles ni simples pero hay formas de hacer mejor las cosas. Tal como se han afrontado las soluciones a las cajas de ahorro está claro que los problemas financieros de nuestro sistema se pueden agravar, se pierden unas instituciones muy valoradas por los ciudadanos, y lo que es peor se sigue sin dar créditos a la economía real.

Demasiados desatinos ante la crisis