Entre las muchas y contradictorias noticias que han aparecido estos días en torno a la Cumbre Europea aparece la información de que el dúo Merkozy propondrá una armonización del impuesto de sociedades. Como sea que no tenemos mas detalles, de momento no podemos saber si estamos ante una mala noticia, pero que en el marco de una reforma institucional de la UE en que sólo aparece el objetivo de la austeridad, los ajustes fiscales, aparezca la posibilidad de empezar a armonizar la fiscalidad y la creación de una tasa de transacciones financieras en el marco de la UE puede no ser una mala noticia.
Claro que todo dependerá de como acabe la historia. En los tres últimos años, las informaciones sobre buenas ideas como medidas para combatir los paraísos fiscales -le dicen eufemísticamente "jurisdicciones no colaboradoras"- han quedado en la nada.
Por el momento, en nuestro país la cosa no ha empezado muy bien. La mayoría de medios de comunicación han acompañado la noticia del comentario de que esto supondría una reducción de nuestro impuesto de sociedades que, según los medios de comunicación -es en España más alto que en el resto de países de la UE-. Con el añadido de que así se podría dinamizar la actividad económica. De nuevo, estos medios no han perdido la oportunidad de seguir desinformando, como hacen casi siempre y de manera bastante sesgada cuando se trata de fiscalidad. Las dos ideas que transmitan los medios -algunos en portada y como primera noticia de su edición digital- son tan falsas como peligrosas de cara a afrontar las reformas que el país necesita.
Ni es cierto que nuestro impuesto de sociedades sea en términos de tipo efectivo y tipo real de los más elevados de la UE, ni este es el factor que determina o no la reactivación económica. Esta ha sido la falacia que ha dominado el debate económico, político y mediático español de las últimas décadas y sus consecuencias han sido nefastas. Porque gran parte de las reformas fiscales de los últimos años se han inspirado en esta concepción de la ideología ultraliberal y la consecuencia es un sistema fiscal anoréxico y con incapacidad para jugar ningún papel económico y social para hacer frente a la crisis.
Recomiendo repasar un informe de septiembre de 2011 elaborado por la Confederación Sindical de CCOO. Y en esta entrada aprovecho algunos de los datos del referido informe que me parecen más significativas.
La recaudación fiscal en España suponía en 2009 el 30,7% del PIB, mientras la media de la UE se situaba en el 38.3%, entre el 47,9% de Dinamarca y el 26,4% de Letonia. No estará de más volver a insistir en que los países con más presión fiscal son también los más dinámicos económicamente, con más equidad interna en la distribución de la renta y que mejor han encajado la crisis.
Durante las años 2003 al 2008 se acordaron reformas fiscales que han supuesto una reducción de la recaudación potencial por valor de 17.400 millones de euros anuales para el ejercicio de 2010 (un 1,5% del PIB).
Y si analizamos los datos referidos al impuesto de sociedades veremos que es uno de los que más ha sufrido el impacto de la crisis, pero no sólo por la reducción de la actividad económica, si no por su configuración perversa y las reformas acordadas en el periodo de Gobierno socialista sobre la falacia que contribuirían a crear empleo primero y reactivar la economía después.
El impuesto de sociedades que en el momento álgido del ciclo económico llegó a suponer hasta el 4,3% del PIB en 2007 ha caído hasta el 1,5% del PIB en el 2010. Pero no todo es consecuencia de la reducción de la actividad económica. Las últimas reformas han provocado efectos perversos en la aplicación de esta figura impositiva.
El primero es la diferencia entre el tipo legal fijado -un 32,5% en general y entre un 25% al 30% en las empresas de menor facturación- y el tipo efectivo -cuota líquida ingresada en relación a la base líquida- del 18,8% para el ejercicio de 2009. Pero además este diferencial es aún más significativo para las entidades financieras que como media tuvieron un tipo efectivo del 15%, mientras las grandes empresas en general y de media era del 20,6% y las PYMES un 23%. Y eso que en palabras del Sr. Duran y Lleida el objetivo de la reforma de 2006 era favorecer a las PYMES. Los datos aún son más preocupantes cuando se trata del avance de liquidación de 2010, en que el tipo efectivo cae al 16,7% y el tipo real -cuota líquida pagada sobre el resultado contable positivo declarado por las empresas- puede estar en el 8,2%.
Otros datos ponen de manifiesto las posibilidades de reducir el tipo efectivo en relación al tipo legal, lo que en general se benefician no las empresas que más lo necesitarían, si no las que tienen más posibilidades de poner en marcha mecanismos de ingeniería financiera y elusión fiscal. En el ejercicio 2008 las empresas declararon una minoración en la cuota líquida 12.792 millones de euros por doble imposición, 1.904 millones de euros por pérdidas de ejercicios anteriores y 2.392 millones de euros por deducciones en inversiones y creación de empleo. Sería interesante saber quién hizo constar estas deducciones y qué puestos de trabajo se crearon y sobre todo dónde están estos puestos de trabajo que supusieron una reducción significativa en la cuota líquida de algunas empresas.
Pues bien, todos estos datos los he traído aquí para poner de manifiesto que no es verdad que el tipo efectivo, ni mucho menos el tipo real, del impuesto de sociedades sea en España más elevado que la mayoría de países de la UE. Sería imprescindible para salud democrática que los medios de comunicación hicieran un esfuerzo por dar información fiable y no sesgada sobre el tema. Al menos, claro, que lo que se quiera es preparar a la opinión pública para una posible armonización a la baja del impuesto de sociedades. Y que para colonizar ideológicamente a la ciudadanía sea imprescindible hacerle creer que el impuesto de sociedades que paga España es superior a la media de la UE -lo que no es cierto- y que si se rebaja de nuevo, sin hacer una reforma en profundidad se podrá crear empleo, o como algunos partidos han dicho durante la campaña ayudar a las PYMES, que como se ha visto no son precisamente las más beneficiadas de las reformas realizadas durante los últimos años.
Supongo que ahora se entiende más la afirmación con que se iniciaba este artículo, en el sentido de que la armonización europea del impuesto de sociedades no es de entrada una mala noticia, pero que como siempre habrá que ver el final de la historia para saber si de verdad es una buena noticia.