martes. 23.04.2024
Edificio Titanic | 1920 | Cuatro Caminos. Madrid

En el otoño de 1919 los socialistas se movilizaron en relación con los problemas de los alquileres de la vivienda, un asunto aún más acuciante que ahora, ya que la inmensa mayoría de los españoles vivían en ese régimen, y estaban muy altos.

El 27 de octubre de ese año El Socialista dedicó un editorial que trataba sobre el particular.

El artículo comenzaba afirmando que el problema de la vivienda era uno de los que más debían inquietar a los madrileños. Madrid estaba lleno de “cuchitriles infectos, nauseabundos y hórridos”, propiedad de los que el periódico llamaba “malhechores del bien”, que salían a la calle para postular a favor de los tuberculosos, pero obviando que la enfermedad la habían contraído en esas infectas viviendas, sin aire, sin agua y sin sol, y sobre las que sacaban grandes beneficios por los alquileres.

El periódico socialista llamaba la rebeldía, a que los inquilinos se negasen a pagar dicho aumento, y poniendo en práctica cuantos recursos requiriesen las circunstancias

El artículo también aludía a la indefensión del vecindario en relación con las autoridades municipales, entretenidas en crear monopolios y, por lo tanto, sin actuar, permitiendo que se habitaran casas ruinosas y desprovistas de las más elementales condiciones de higiene, provocando una alta mortalidad infantil.

A esta situación de insalubridad se unía otra también muy grave, y que tenía referencia a la carestía de los alquileres, con subidas del 100% mientras las subidas salariales estaban siendo muy escasas, y los precios de las subsistencias subían también.

En el periódico se explicaba que la causa de la carestía de las viviendas provenía de la escasez de las mismas en Madrid. Esa escasez se asociaba a la fuerte inmigración, provocada por la crisis económica, y porque en Madrid los salarios eran más altos que en provincias. Curiosamente, también se aludía a la demolición de manzanas enteras para abrir nuevas vías, y que afectaba a vecindarios de condición humilde. En este sentido, debemos recordar que la construcción de la Gran Vía, la principal obra urbanística de la época, había comenzado en 1910, y que supuso la demolición de casi trescientas casas.

El aumento de la demanda de viviendas estimularía, por lo tanto, la “codicia” de los caseros y administradores de fincas, imponiendo condiciones muy duras y fuertes fianzas.

Por fin, se recordaba que el 1 de noviembre, es decir, en una fecha inminente, se iban a subir los alquileres en Madrid.

El periódico socialista llamaba la rebeldía, a que los inquilinos se negasen a pagar dicho aumento, y poniendo en práctica cuantos recursos requiriesen las circunstancias. Se veía con buenos ojos la asociación de los inquilinos con el objetivo de resistir y defenderse de los caseros. El socialismo siempre defendió como un valor supremo la organización. Es más, se confiaba más en la organización que en el sistema de tasas aplicado a los alquileres, poniendo como ejemplo el fracaso provocado en las subsistencias.

El artículo recordaba cómo podía servir el ejemplo de Sevilla donde los vecinos organizados había sabido defender sus intereses frente a la rapacidad de los caseros.

Por su parte, Julián Besteiro, trató el asunto unas semanas después en una conferencia que impartió en noviembre en la Casa del Pueblo madrileña, a instancias de la Sociedad de Profesiones y Oficios varios. Besteiro planteó el problema desde una perspectiva más amplia.

En primer lugar, planteó que los principales pensadores del socialismo internacional habían defendido que el problema de la vivienda afectaba directamente al proletariado, pero tenía su repercusión en la clase media.

En ese momento la situación en España era complicada, y prueba de ello es la cantidad de noticias que se publicaron en ese tiempo en El Socialista sobre protestas de inquilinos por la subida de alquileres en distintos lugares en ese momento histórico de intensa conflictividad social. Besteiro exponía que la clase media estaba reclamando la reforma de los contratos de inquilinato (alquiler), y la imposición de una tasa para los alquileres, aludiendo a que estas protestas habían sido provocadas por lo actitud de los caseros, expulsando de sus casas a muchos inquilinos, y subiendo los alquileres. A su juicio, las reivindicaciones eran justas.

El problema era una enfermedad, pero no se arreglaría con “cataplasmas”. La cuestión de la tasa era, siempre según su opinión, algo muy complicado de aplicar como se había visto en el tema de las subsistencias. Besteiro quería llegar a la raíz del problema, citando a Marx y Engels, partiendo del régimen económico. Así pues, se preguntaba por qué las viviendas eran tan caras. Los propietarios opinaban que las causas estaban en la elevación de los precios de los materiales y de los salarios, mientras que los obreros respondían que en esos años de crisis no se había construido como antes.

Besteiro fue directamente al meollo de la cuestión, la especulación urbanística, ya que las supuestas causas expuestas sobre la carestía de las casas no le valían. Se compraban grandes cantidades de terrenos a precios bajos, y no se construía hasta que esos precios no subían por el efecto de los ensanches de las ciudades, es decir, que se revalorizaban al urbanizarse las zonas. Aludía, también a cómo los especuladores tenían concejales en los Ayuntamientos dedicados a fomentar la urbanización por las zonas que interesaban a aquellos, es decir, el orador estaba explicando cómo funcionaba la corrupción urbanística ya en 1919.

Por otro lado, la multiplicación de leyes, como en caso madrileño, provocaba un encarecimiento de las urbanizaciones de las afueras. Esas leyes iban en beneficio de los caseros, aumentando de forma escandalosa sus beneficios. Besteiro sabía de lo que hablaba porque había sido concejal.

Se había aducido la necesidad de establecer impuestos sobre los terrenos no edificados y/o sobre los beneficios, pero al conferenciante no le parecían soluciones definitivas, porque creía que había medios para que los dueños buscasen compensaciones por los tributos pagados.

Las soluciones ya se habían practicado en el extranjero, y nunca se habían aplicado en España. En primer lugar, defendía una planificación previa a la concentración de población, pero, fundamentalmente, consideraba que el Municipio debía hacer las viviendas para alquilar las casas, es decir, se apostaba por la intervención pública en este asunto.

No era cierto que los Ayuntamientos fueran malos administradores. La municipalización de los servicios, un objetivo siempre defendido por los socialistas, provocaría que los ciudadanos se interesasen por los asuntos públicos, que terminarían, en consecuencia, por sanearse. Y ponía el ejemplo alemán que conocía directamente.

Por fin, hizo un llamamiento para que la clase media se asociase a la clase trabajadora para que ambas buscasen soluciones radicales en relación con los alquileres y las viviendas.

Hemos consultado los números 3.729 y 3.743 de El Socialista.

Los socialistas y el problema de los alquileres en 1919