viernes. 29.03.2024
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Lou Reed (Foto: Wikipedia)

Recuerdo, durante la pandemia, haber escuchado la campaña neoliberal de Ayuso sobre la libertad y la cantinela de los bares siempre abiertos. Ahora tal vez los enfermos no les guste tanto, en lugar de ir al médico, ir a tomar una cerveza y hacer una videollamada.

Debe estar nerviosa porque habla de lo que no sabe. Comparar a Pedro Sánchez con Daniel Ortega no tiene gracia. Tuve una pareja de allí y me he sentido ofendido porque es una frivolidad de mal gusto. No se puede usar Nicaragua para tapar la mala gestión de la sanidad madrileña. A ver qué dice Feijóo, que parece que se equivoca tanto que diríase afectado por el síndrome de Pigmalión.

Entre el Banco Central Europeo y los mercados financieros, han puesto a la venta nuestro modo de vida a precio de saldo

Por lo que a mí respecta, sigo igual, confinado a barrer las calles de Madrid, siempre en el turno nocturno. Una de esas noches mientras escuchaba a Lou Reed en el móvil, miraba las estrellas y me imaginaba los satélites girando alrededor de la Tierra. Supongo que escuchaba sin saber que el lucero del alba pronto iba a dormir junto a mí. Al volver a casa puse de nuevo la canción mientras chateaba casi por primera vez con una desconocida mujer de Nicaragua.

―¿Qué haces? ―me preguntó.

―Escucho el Satélite del amor.

―No dejas de sorprenderme.

―¿Por qué?

―Es una enorme casualidad. Yo escucho lo mismo.

También en la televisión estaban hablando que algún país acababa de lanzar un satélite. En efecto, era una coincidencia llamativa, tal vez una suerte de sincronicidad. Unas pocas semanas más tarde, ella se presentó en mi casa y después de hacer el amor yo le decía que quería dormir junto a ella, abrazados como hermanos. Sin embargo, aquella exótica belleza se enfadaba mucho porque no tenía la sensibilidad de Verlaine, ni falta que la hacía. No obstante, mi sed de amor quedaba de nuevo insatisfecha porque me parecía que solo servíamos para el placer y la diversión pasajera. Pronto estaría celoso porque se encapricharía de otro que no sería yo.

Creo que fue Martin Luther King el que dijo: «Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos» Solo le faltó el detalle de mandar satélites al cielo. Pero tenía razón. Es más, incluso ahora han puesto eso a la venta.

Es muy triste ver que ahora los satélites se usan para la guerra

Habla del impuesto a la banca de Sánchez, pero nada dice el Banco Central Europeo de los efectos del dinero sucio sobre la inflación y su efecto sobre la velocidad de circulación del dinero. En efecto, entre el Banco Central Europeo y los mercados financieros, han puesto a la venta nuestro modo de vida a precio de saldo. En otras palabras, se vende el satélite del amor.

Y en venganza por eso, ahora la gente tiene tantas ganas de celebrar la Navidad, que ya no pueden esperar más. Hablaremos con los familiares. Les diremos por ejemplo, que es muy triste ver que ahora los satélites se usan para la guerra. En efecto, les contaremos que desde que dejamos de estar enamorados, el mundo se ha vuelto tan loco, tanto que ahora son los psiquiatras los que necesitan terapia.

Una médica que estaba de baja, a propósito de la crisis sanitaria me preguntó: ¿Por qué lo hacen? ¿Por qué no nos ayudan? No quieren. Le respondí. Para ellos nosotros no somos importantes. Lo único que les importa es el dinero. Sin embargo, para nosotros sigue siendo igual de importante pasar un buen rato con los familiares y amigos, y luego salir un rato con las bellezas del barrio, para mirar un poco más alto, a ver si por casualidad estas Navidades se cruzan nuestras miradas, en la cumbre, junto al cartel que anuncia la venta del satélite del amor.

 

El satélite del amor