jueves. 28.03.2024
1915

Aunque entre las reivindicaciones del primero de mayo desde su inicio se incluía la abolición de los ejércitos permanentes, no cabe duda que el estallido de la Gran Guerra influyó en esta celebración obrera, precisamente porque el enfrentamiento entre naciones había herido profundamente el internacionalismo que la manifestación y los actos conmemorativos habían significado siempre. Por fin, volvía a reflejarse que en el socialismo español se achacaba al imperialismo alemán gran parte de la responsabilidad de lo que estaba ocurriendo en el mundo. En este trabajo estudiamos cómo influyó la Gran Guerra en la celebración del primero de mayo de 1915 en el seno del movimiento obrero socialista español.

Los socialistas españoles sentían el fracaso del internacionalismo, siendo conscientes que la celebración del primero de mayo era uno de sus pilares. Analizaron las causas de dicho fracaso, para, por fin, seguir apelando al desarrollo de la conciencia de clase como principal medio para combatir los factores que habían provocado la confrontación bélica.

La fuerza que oprime y despoja a los obreros era la misma que los conducía a la guerra, por lo que todos debían luchar contra el régimen, por el sufrimiento de la guerra y por no ser más que una mercancía en la paz

Efectivamente, Pablo Iglesias se lamentaba en su trabajo “Soñaba el ciego…” en El Socialista del primero de mayo de 1915 del fracaso del socialismo internacional a la hora de impedir la guerra, y aludía a la Socialdemocracia alemana porque una parte de la misma no había sabido cumplir con su deber. Pero eso no significaba que hubiera desaparecido la lucha de clases porque tampoco habían desaparecido las clases: los patronos y los trabajadores. Y también seguiría siendo cierto que para que desapareciera la explotación era necesaria la unión internacional de los trabajadores. La emancipación de los obreros, además, debía seguir partiendo de ellos mismos. La guerra no hacía dueño al hombre de los frutos de su trabajo. Eso solamente lo conseguía el socialismo.

Pablo Iglesias deseaba la derrota del imperialismo alemán por considerar que era el gran causante de la conflagración. Ya veremos cómo Jaime Vera desarrollará más esta idea, así como Enrique Luján.

El texto de Iglesias era, en fin, un llamamiento constante a los valores y doctrinas socialistas que no habían sido borrados por la guerra. La guerra terminaría despertando el odio feroz de los pueblos, y barrería a los reaccionarios, pero no a los socialistas.

Jaime Vera escribió el principal artículo del periódico socialista, titulado “¿Qué fracasa aquí?”. La guerra era contemplada por el autor como una bomba que haría estallar los pilares del orden social, siendo la verdadera propaganda por el hecho, porque terminaría por sacudir las conciencias. Vera realizó un análisis de la naturaleza de la guerra, que derivaría del reparto y de la continuidad histórica del mismo. La guerra y la conquista habría repartido la tierra en “solares nacionales”, es decir, en estados. La guerra internacional sería una revisión de este reparto, que se realizaba cuando el inestable equilibrio de las fuerzas se rompía.

El trabajo había sido en el origen complemento de la guerra en la satisfacción de las necesidades humanas. Ahora la guerra era suplemento del trabajo, ya que se emprendía para conseguir más medios de vida y de crecimiento. Por eso, para acabar con la guerra y la conquista había que eliminar el reparto, porque desaparecerían sus consecuencias en las relaciones internas e internacionales; así pues, nacionalizar e internacionalizar, dos pilares del programa socialista.

Vera consideraba que había fracasado la autocracia. Los países occidentales habían conseguido librarse de ella a costa de muchos sacrificios e inteligencia. España aún sufría porque ese absolutismo había dejado un odio a todo lo nuevo. Alemania lo había sacrificado todo, incluida la libertad, en aras de su autoridad imperial. Vera era muy crítico con el imperialismo alemán, en línea con la postura más o menos aliadófila de los socialistas españoles. Los alemanes debían aprender que lo “amargo está dentro de los frutos imperiales. Los esfuerzos de integración por la dominación universal están juzgados en la Historia”. El “kaiserismo” fracasaría.

También habría fracasado el “cómodo pacifismo platónico burgués socialista u obrero aburguesado”, en clara alusión a la Segunda Internacional. Vera consideraba que el fracaso del movimiento obrero solamente representaba el fracaso de las ilusiones de los que las tuvieron. La organización, realmente, no había tenido fuerza ni se propuso tenerla. La fuerza estaría en la clase obrera en cuanto tuviera conciencia de su propio interés, en una clara alusión a la conciencia de clase. La fuerza que oprime y despoja a los obreros era la misma que los conducía a la guerra, por lo que todos debían luchar contra el régimen, por el sufrimiento de la guerra y por no ser más que una mercancía en la paz.

En ese mismo número, Juan Morán, otro intelectual del socialismo español, también dedicó su artículo titulado “1915” al fracaso del internacionalismo. La labor socialista de tantos años contra la guerra no había servido, lo que suponía una lección amarga porque los hombres no habían aprendido las lecciones del humanismo cristiano, ni tampoco las “prédicas democráticas y sociales” de los socialistas. Se había confiado mucho en las enseñanzas pacifistas y en la invocación de la fraternidad. Pero nada había servido ante los esfuerzos de la ciencia por prolongar la vida, ni ante el planteamiento de la lucha de clases cada día de forma más clara, y que, siempre según el autor, parecía haber encauzado las pugnas humanas de una forma más racional y fecunda, afirmación que interpretamos como una defensa de la política revisionista o participativa en las instituciones por parte del socialismo.

Los socialistas no habían calibrado bien el poder de las fuerzas contrarias: la carrera de armamentos, la persistencia del sentimiento patriótico, la oscuridad de la diplomacia, el poder inmenso de los gobernantes, y el interés económico del capitalismo.

La influencia de los socialistas era todavía muy pequeña sobre los gobiernos, por lo que no incumbía a las organizaciones obreras culpa alguna en lo que había ocurrido, pero no dejaba de ser cierto que lo que estaba pasando debía ser una llamada de atención para reflexionar sobre los valores socialistas y sobre la forma de actuar y propagar las ideas.

Juan Relinque, redactor de El Socialista, y luego colaborador del ministro Largo Caballero, avisaba en el periódico que los trabajadores alemanes no habían celebrado el primero de mayo, siendo la primera vez que eso ocurría. La decisión había partido de la propia organización. Pero de haberse celebrado, el periodista se preguntaba qué hubieran podido reclamar ese año si las autoridades hubiesen permitido la celebración de la manifestación. Ya con su pseudónimo habitual -Enrique Luján- desarrolló más sus ideas en un artículo del número del diario socialista del 3 de mayo, especialmente críticas con el imperialismo alemán y la conquista de Bélgica, hecho ante el que el socialismo no podía permanecer indiferente, desarrollando, además la idea de que Alemania necesitaba una revolución.

Juan A. Meliá, fundamental redactor de la publicación socialista, se centró también en la guerra en su columna, pero en relación con la de Marruecos, uno de los grandes caballos de batalla del socialismo español.

Por su parte, César R. González, escribió un artículo, titulado “Nota de color”, donde comparaba las marchas y desfiles de los soldados en las calles con las que protagonizaban los obreros en el primero de mayo.

Por fin, Mateo Valverde, desde la cárcel de Santander por los sucesos de Penagos, hacía llegar a El Socialista un texto en el comparaba la situación de los soldados que iban a la guerra con la de los “dominadores del mundo”, para insistir en que la guerra debía servir a la clase obrera, la más perjudicada con la misma, para fortalecer al Partido Socialista.

En el mitin que se celebró en la Casa del Pueblo en la tarde del primero de mayo se aludió tanto a la guerra de Marruecos, como había hecho por la mañana Julián Besteiro al terminar la manifestación, como a la guerra mundial, por parte de diversos oradores, como García Cortés y Ovejero, cuyas palabras recogió El Socialista del 2 de mayo.

El primero de mayo y la Gran Guerra en España (1915)