jueves. 28.03.2024

El placer de espiar por la mirilla, la necesidad de un gemido nocturno, el escalofrío al sentir una mano que recorre el cuerpo, la respiración entrecortada y el baño de sudor que se acumula entre los pliegues de la ropa. Bebemos del placer, nos encendemos con el erotismo, descubrimos sensaciones con las historias que, escritas por el Marqués de Sade, han hecho un recorrido por el tiempo, llegando hasta nuestros días, hasta nuestros sexos, hasta nuestros sentidos, hasta cada uno de los milímetros de piel que, erizada, tiembla sin ningún tipo de pudor.

Un relato erótico puede vestirse de innumerables disfraces. Puede llevar palabras explícitas o, por el contrario, llevar la sutileza hasta el extremo, haciendo que nuestra imaginación se vea exaltada y llena de imágenes tan vivas como placenteras. Los Cuentos eróticos que aquí se presentan juegan con el lector, trastean con sus inhibiciones y se construyen a través de miradas lascivas, de juegos sexuales, de saliva que recorre cada centímetro de piel, de sociedades burguesas donde reina la mojigatería, de olores que seducen. El Marques de Sade, nombre de sobra conocido por estos lares de la lujuria y la provocación, escandalizó a toda una época con sus relatos donde, como bien sucede en esta nueva edición, se nos recuerda que en materia de placer, en temas como el sexo, la pasión, la libido, pocas son las veces en las que todo está dicho, porque dos siglos después de su muerte, este autor sigue participando de un mundo como el erótico en el que, sin su presencia, faltaría una de las patas para que nuestra mesa se sostuviera.

Por tanto, hay que recordarlo, observarlo, saborearlo, como esos manjares prohibidos que nos llevamos a la boca a escondidas, como el gusto dulce de una piel donde la lengua recorre los centímetros que separan la boca del pene, como el suspiro de después, como el silencio que guardan las paredes de una habitación convertida en campo de batalla. Estos Cuentos eróticos jugarán con el placer, lo removerán entre las sábanas, harán que nuestras manos tiemblen sutilmente, mientras las páginas van pasando, mientras el erotismo, trasciende el tiempo y elimina, de una vez por todas, ese tabú que, en el sexo, ha provocado que nos hayamos convertido en seres tremendamente aborregados.

La necesidad de un gemido nocturno