domingo. 28.04.2024
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Arturo Prins | @prinsarturo

En el argumentario del cine y la televisión, se erigen constantemente películas que exploran la esencia de los instintos primitivos más violentos del ser humano: la muerte por asesinato o el suicidio, y su averiguación. Todos recordamos obras que escudriñan esta temática, como Algunos hombres buenos (1992), de Rob Reiner o 12 Hombres sin piedad (1957) de Sidney Lumet. No es la primera ni será la última vez que nos enfrentemos a una película que diserta sobre un presunto homicidio, su indagación y juicio. Es una fórmula infalible para mantener a la audiencia clavada en una butaca, convertirla en jurado hasta desentrañar la verdad última. La película, otra más de acertijos entre potenciales culpables, nos conduce hacia una disección quirúrgica de los procesos de una investigación. Hemos presenciado incontables veces en el cine historias de muerte, como si los directores de cine estuvieran atrapados en una espiral creativa muy limitada a relatos de asesinatos, abogados, fiscales y acusados. El sueco Olle Ruben Östlund, presidente del Jurado del último Festival de Cannes, habrá disfrutado del gélido film Anatomía de una caída, los nórdicos chiflan por películas y series de homicidios y detectives al acecho; han decidido premiar un film que va por un camino trillado y seguro para la audiencia.

Salgo más frío del cine de lo que entré. Congelado por lo visto, ya el poster del film en sí, es un indicativo de que, seguramente en el infierno, hace un frío desolador. Anatomía de una caída, dirigida por la directora francesa Justine Triet, laureada en el Festival de Cannes con la Palma de Oro, 2023, nos sumerge en una remota casa de montaña, en un triángulo familiar. Sandra, una escritora alemana, vive con su marido Samuel y su hijo ciego, Daniel, en un chalé en medio de los Alpes franceses. Cuando Samuel fallece en misteriosas circunstancias, la investigación no puede determinar si se trata de un suicidio o de un homicidio. Sandra es arrestada y juzgada por asesinato, y el proceso pone su tumultuosa relación y su ambigua personalidad en el punto de mira. La misteriosa muerte se entrelaza con las asperezas de la vida familiar, una convivencia asfixiante, conflictuada por frustraciones profundas de la pareja. La directora, con maestría quirúrgica, disecciona con escalpelo a una madre, un hijo semi ciego y un difunto padre, llevando a cabo una anatomía familiar; descubrir un marido colapsado por su sentido del fracaso o el resentimiento de su esposa.

En Anatomía de una caída, se puede apreciar la motivación de la directora: generar incertidumbre y trabajar sobre las pistas, en una ficción donde la verdad pueda ser ocultada, desvelada en su desenlace, o no. Un film que bien podría valer para ser enseñado en escuelas de la policía científica. Retrata el entramado judicial y los engorrosos procedimientos que una familia sufre por una muerte sospechosa: peritos sanguíneos, policías, fiscal de instrucción, médicos forenses, jueces, abogados, psiquiatras, interventores familiares, custodios de infantes. Todo el aparato de un ordenamiento jurídico en busca de la justicia. Una cuidadora infantil, que evita que la madre pueda manipular a su hijo para el juicio, incita a Daniel a ser su amiga. Él, maduramente, le corrige, no puede ser su amigo. La interventora se da cuenta de su error, y le señala que la ley, efectivamente, no puede ser amiga de nadie. Aunque a menudo lo sea, o la justicia, frecuentemente se tome largas vacaciones.

ANATOMY OF A FALL

Lo atrapante del trabajo de la directora, radica en su exploración por el afán de descubrir la verdad, desentrañar las causas que generan ciertos efectos. Ante la incapacidad humana para percibir trascendentalmente la realidad, nos vemos obligados a buscar indicios, pruebas, construir conjeturas e hipótesis, que, a menudo, nos llevan a conclusiones inciertas o certeras.

Una banda sonora, también triangular, incide psicológicamente sobre los espectadores, con un comienzo atronador de un tema llamado Pimp de Bacao Rhythm & Steel band; insinúa un hogar disfuncional. La música de Isaac Albéniz, la famosa suite española, con el tema Asturias, que el niño toca en el piano ajetreando el ambiente, genera suspicacias y alertas, inducen tendenciosamente hacia pistas o despistes sobre el rumbo de la película. Sensaciones confusas que alternan la atención sobre quién podría ser el autor del crimen, o si se trata simplemente de un suicidio. Todo está ejecutado con precisión, con personajes fríos que impactan, especialmente la inusitada inteligencia y sensibilidad del hijo de la familia. Todo ello con el objetivo de sembrar dudas en el espectador: ¿fue Sandra la asesina?, ¿Daniel, el hijo?, ¿colaboraron ambos en el homicidio del padre?, ¿o acaso, Samuel estaba preparándose para un suicidio? El Opus 28. Nº 4 de Chopin carga las tintas para el finale.

El trabajo de dirección evoca un aire al cine de Jean Pierre Melville, con actores sólidos y una puesta en escena natural, destacando especialmente el papel del niño Daniel. Se nos presenta la radiografía de una esposa y marido artistas; escritores que revelan recelos, engaños, resentimientos y culpas. La sensación demoledora de un hogar que hace agua por todos lados. Una meditación sobre las diversas capas de lectura alrededor de un juicio, que se intercala con flashbacks para cartografiar un hogar, una caída, la de ambos escritores: sus frustraciones y egoísmos. El desequilibrado poder entre Sandra y Samuel, la culpa sobre el accidente de un hijo que lastra dolores entre ambos; el plagio artístico, la envidia y la pereza creadora, la violencia contenida y los cuernos. La presencia de la prensa sensacionalista; cada elemento participa, convirtiendo la película en una pieza que funciona con tensión constante. El elemento sorpresa está en el aire, y nos lleva a reflexionar sobre la triste convivencia familiar, la velada amenaza en la que todos podríamos incurrir en una acalorada discusión: "Te mataría".

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En cierto momento, el abogado, que estuvo enamorado de su clienta, la madre acusada, pronuncia una frase impactante: "Un juicio no trata sobre la verdad, sino sobre lo que se debe enseñar al jurado para exonerar al sospechoso de culpabilidad". Esto resuena en el juicio, cuando el fiscal recurre a un fragmento del libro que Sandra escribió, y así inculparla: "Mi trabajo es extinguir las pistas para que la ficción destruya la verdad".

Se vuelve muy complejo lanzar un veredicto, es la baza de Anatomía de una caída, lo que esta obra cinematográfica plantea: sumergirnos en un vórtice de atracción donde nos posicionamos a favor de unos u otros, ir descubriendo capas, y quiénes somos cuando perdemos el control. La delgada línea entre un accidente, un homicidio o un suicidio. Mecanismos de cómo funcionan el teatro, el cine o la literatura, porque, al fin y al cabo, toda ficción es una manera de hablar de nosotros y de la verdad, a menudo esquiva, parcial, subjetiva.

Anatomía de una caída