viernes. 19.04.2024
LECTURAS SUMERGIDAS | REVISTA LITERARIA

Iñaki Uriarte, simple y llanamente un escritor de diarios

Normalmente los diarios de escritores son el espacio en el que éstos dan cuenta de sus observaciones, de sus reflexiones sobre el proceso creativo, de sus lecturas.

Iñaki
Imagen: latertuliadelagranja.com

lecturassumergidas.com@lecturass | Por Emma Rodríguez | Normalmente los diarios de escritores son el espacio en el que éstos dan cuenta de sus observaciones, de sus reflexiones sobre el proceso creativo, de sus lecturas. Es un género que les sirve de respiro, paralelamente al desarrollo de sus obras de ficción, pero el caso de Iñaki Uriarte es diferente, ya que se trata de un escritor de diarios simple y llanamente. La editorial Pepitas de Calabaza acaba de publicar su tercer volumen de Diarios después de haber conseguido despertar la admiración de lectores muy exigentes con las dos entregas anteriores, caso de escritores como Antonio Muñoz Molina o Enrique Vila-Matas. A Uriarte le sobra y le basta con moverse por las avenidas del género. Los diarios son su territorio natural, el único territorio que le interesa. En ese espacio amplio, abierto, importante por sí mismo, que no se erige como complemento de nada, Uriarte se encuentra a sus anchas.

Poco sabemos de la biografía de este hombre nacido en Nueva York (1946), que es de San Sebastián y que actualmente vive en Bilbao. Son los únicos datos de su vida con los que nos encontramos cuando abrimos sus libros. Pero, poco a poco, lo vamos conociendo. Lo conocemos a través de lo que observa, de lo que opina, de lo que lee, de lo que piensa. Uriarte se retrata a sí mismo y a la vez consigue que lo veamos como un personaje de ficción porque es capaz de dotarse de una especie de leyenda. La leyenda de un hombre que escribía páginas de un diario para sí mismo, sin intención de publicar, hasta que un día decidió hacerlo y empezó a ganar adeptos, reconocimientos. La leyenda de un hombre que ha logrado vivir sin realizar trabajos convencionales, sin aceptar del todo las reglas del juego de la sociedad y que, ahora, ya convertido en escritor de culto, anuncia que hasta aquí ha llegado, porque saber que lo que apunta en sus cuadernos va a ser publicado le resta frescura a la hora de escribir y  le lleva a añorar el anonimato.

Nada parece premeditado, nada parece un ejercicio de postureo en esta historia. “Cualquier día es decisivo en el curso de una vida, pero algunos parecen serlo más que otros…” señala el autor muy al comienzo de su tercera entrega, que cubre el tiempo transcurrido entre 2008 y 2010, cuando recuerda el impacto que produjo sobre él el estallido de Mayo del 68, una fecha clave en el destino colectivo y crucial en su trayecto individual, porque entonces decidió dejar sus estudios y marchar a París, al escenario donde había que estar para vivir el posible, anhelado, cambio de rumbo.

“Estoy harto de los análisis sociológicos sobre aquellas fechas. Sobre si fueron importantes o no lo fueron históricamente. Yo creo que, cuarenta años después, se puede decir que sí lo fueron, al menos porque no dejan de citarse una y otra vez, para bien y para mal…”, argumenta Uriarte. Esa es su manera de mirar: directa, despojada de solemnidad, de trascendencia.

Aunque le gusta parapetarse tras el humor, la ironía, hay momentos en los que no puede evitar que se abra la espita de las emociones. Sucede cuando recobra el pasado, la infancia, a la manera de uno de sus autores de cabecera, Marcel Proust, en quien, irremediablemente pensamos siempre que se trata de recuperar el tiempo perdido. Soberbias son también las páginas en las que refleja ráfagas de felicidad, instantes que todos hemos vivido alguna vez y en los que nos reconocemos. Le vemos, por ejemplo, sentado en la arena en la playa de Ondarreta, en San Sebastián. Acaba de llegar de visita a la ciudad y siente que en apenas dos horas ya tiene el ánimo “más alegre, más vivo”.

“Hay marea alta y el agua está muy tranquila. Paseo por la orilla. Tres chicos corren junto a un dálmata. Una pareja de novios se fotografía con la bahía al fondo. Se tumban, se abrazan, el fotógrafo toma más imágenes. Recojo un puñado de arena, la arena tan limpia y fina de Ondarreta y la dejo caer entre los dedos. Siempre que hago ese gesto, en cualquier playa, pienso en Borges. Un día, junto a las pirámides de Egipto, hizo lo mismo y se le ocurrió: “Estoy modificando el Sahara”. Voy hasta el bar y pido un café largo y un croissant. Me siento eufórico. Otra vez Pascal. Qué poco nos hace desgraciados y qué poco nos hace felices...”, anota en el Diario. Es la voz evocadora, la manera de hacernos partícipes, cómplices de vivencias, lo que termina por seducirnos…

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Iñaki Uriarte, simple y llanamente un escritor de diarios