viernes. 19.04.2024
erizo

El sexo. Fuente inagotable de pensamientos, sensibilidades y como no, de tinta. Si además lo incluimos como parte fundamental de las emociones surgidas por dos personas en las que se establece una relación conyugal, el tema se complica. Tanto que aquello que de forma innata contribuye al placer más natural del ser humano, puede acabar convirtiéndose en un dilema moral, flanqueado por límites autoimpuestos que garantizan el cuestionamiento de lo apropiado dentro del funcionamiento relacional. O mucho más sencillo: el sexo lo estropea todo (eso dicen algunos). Lo que es cierto es que puede ser el punto discordante cuando el concepto que se tiene de él y la propia ejecución no coinciden en tiempo, forma y cabezas. Las vacaciones de Íñigo y Laura habla del sexo en pareja desde el punto de vista de una de las partes. Cuando el amor y su expresión sexual regenera una serie de inseguridades propias de una relación entre dos. No sé cuál ha sido la intención de Pelayo Cardelús, pero a mí me ha parecido casi una parodia de las dificultades emocionales que pueden plantearse en pareja cuando de forma individual no tenemos claro cuáles son nuestras propias convicciones. La exclusividad y sentimiento de propiedad, la necesidad de control sobre el cuerpo ajeno. La línea fina que delimita el control machista con el respeto implícito de una relación contractual.

Laura e Íñigo se disponen a pasar nueve días de vacaciones en la paradisiaca playa gaditana de Zahara de los Atunes. Llevan cinco años casados y después de varios de ellos intentándolo, Laura está embarazada de tres meses, hecho que ha frustrado los planes de Íñigo de pasar unas vacaciones más activas por Grecia. Durante los tranquilos días que pasan entre sol y arena discuten sobre la conveniencia de hacer planes por separado, de ser más independientes, así, mientras Laura pasa las mañanas tostándose al sol, Íñigo se decide por leer plácidamente a Arthur Schopenhauer. Después se dará el reencuentro diario en la playa, donde el marido luchará obsesivamente contra el deseo sexual que lo impulsa a disfrutar del cuerpo desnudo de su mujer, con el miedo de que haya otras miradas indiscretas y posibles grabaciones que pudiesen ser difundidas. De manera compulsiva utiliza el bikini de Laura como símbolo de control hacia ella y sus propias inseguridades, donde casi no conocemos el sentimiento que a la chica le crea, pero al final de la novela aparece un golpe de efecto que hace mucho más visible su postura.

Las vacaciones de Íñigo y Laura es ágil y fácil de leer, pero no es una novela redonda. A veces repetitiva, otras veces con giros argumentales demasiado bruscos, como si faltara el hilo conector que cerrara el círculo. Lo que sí me ha gustado es la forma en la que el autor narra la novela e introduce, como si de un capítulo ajeno se tratase, el borrador de una novela que el protagonista hubiese querido escribir y que claramente, da pistas y ayuda a conocer los entresijos sexuales de Íñigo. La voz narrativa es principalmente de él durante toda la obra, pero a veces un narrador externo se atribuye otra perspectiva desde la que contar la historia tomando distancia de ella. En resumen, Pelayo Cardelús hace un amplio recorrido por las relaciones íntimas, las obsesiones sexuales y tabúes propios de la educación recibida que luchan y sufren por apartarse de la cabeza para el mejor disfrute y conciencia de una vida conyugal plena, porque a veces, esas represiones pueden traer alguna que otra consecuencia, pero eso, es el final de la novela.

Hablar de sexo no garantiza nada, un claro ejemplo