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Narrativa | JOSÉ LUIS IBÁÑEZ SALAS | @ibanezsalas
El decimoquinto libro del excepcional escritor español Emilio Gavilanes es un libro de relatos, fue publicado en los primeros meses de 2024, se titula La orilla del camino y es de alguna manera la continuación de su brillantísima Historia secreta del mundo (nueve años anterior).
De Historia secreta del mundo escribí en su momento que…
Uno, que ha escrito y ha editado indistintamente ficción y divulgación histórica, narrativa e historia, se ve en la necesidad de explicar no cómo consigue el autor de la Historia secreta embelesarnos sin la hipnosis fraudulenta de los escritores-mercachifles sino qué es lo que obtiene quien lee la catarata de textos que componen esta obra verdaderamente única, diría que fundacional. Porque de obtener se trata, sí, pues un lector logra siempre algo cada vez que lee lo que escriben quienes conocen el antiguo oficio de la escritura. Dicen de este libro singular que “ambiciona recorrer el Universo”. Lo dicen los paratextos que la editorial utiliza para comunicar el volumen. Y dicen bien. Bendita ambición la de Gavilanes, quien seguro que no sabe que desea que la cadena de filigrana que ha escrito camine desde el principio de los días hasta el final, sea lo que sea el final. ¿Y obtiene el lector, al menos, la sensación de "recorrer el Universo"? Sin duda. Y de manera plenamente satisfactoria.
Sin deslumbrarme como suelen los libros de Gavilanes, La orilla del camino me ha vuelto a ofrecer una lectura solvente, llena de disfrute y sabia. De aprendizaje. No solamente de mucho de lo que me cuenta su autor, sino de cómo engarza con pasmosa artesanía majestuosa las palabras con las que consigue darnos por enterados de lo que quiere que leamos pero también de cómo lo leemos, sumergidos en su tenaz desmembramiento de lo que quiera que sea la realidad. La realidad literaria. Una realidad literaria en la que podemos conocer tiburones cuyas fauces son “semejantes a grietas que comunicaban con el infierno”. La realidad literaria del relato titulado ‘El peligro de los libros’, que comienza diciéndonos que “a veces la realidad desarrolla argumentos poco creíbles”.
“La vida derrocha novedad, originalidad. Cada día, cada instante son únicos. Nunca han ocurrido y nunca volverán a ocurrir. Y nosotros los dejamos pasar con indiferencia, como reyes hastiados de placeres”.
Gavilanes nos hace saber que “en ningún lugar del universo hay memoria de las cosas”, que “nadie guarda los hechos” ni los archiva. También que un arqueólogo, un historiador puede conseguir que algo que tuvo lugar deje de existir y, así, nunca haya existido.
Sus personajes van con todo lo que es humano. Muchos nos son conocidos, como Arturo Barea, que pensaba que Millán Astray era el marido de la muerte, más que el novio. A otros no somos capaces de reconocerlos, no importa.
“Tiene nostalgia de la melancolía. Le gustaría volver a aquellos días en que era desdichado. No le basta con recordarlos. Quiere sentir aquel mismo sufrimiento por alguien. Volver a estar delicadamente triste. También la tristeza es santa”.
Son 160 los relatos de La orilla del camino, la mayoría de ellos ocupan menos de una página completa, pero algunos, muy pocos, superan la veintena de páginas, muchos llegan a las tres, a las cuatro páginas.
“Hoy siente la nostalgia dolorosa que sentiría su amigo si siguiese vivo. Por un momento es su heredero”.
Me encanta ‘Atmósfera’, que es de los relatos del libro que no necesitan más de una página para entusiasmar un poco ese lugar del alma donde guardamos el brillo estelar del arte con el que seguir viviendo. Allí está el legado de Stalin y alguien de ese inmenso país devastado por él y sus secuaces que lo que quiere es desinflar unos neumáticos franceses de un automóvil para “respirar el aire de París”.
Gavilanes va dejando como quien no quiere la cosa esas reflexiones suyas tan afiladas y afinadas y hermosas, del gusto de las que inundó su espléndido libro Bazar. Reflexiones como preguntarse, preguntarnos si es o no posible dejar de ser.
En uno de esos cuentos de una sola página es él mismo el protagonista. “Es una noche de verano” y él “ha vuelto al barrio de su niñez”, en el que se desarrolla, tal y como leemos en el propio relato, titulado ‘Sobre la realidad’, su Breve enciclopedia de la infancia, uno de sus mejores libros, que ya es decir. Emilio “camina por el tiempo” en el relato, como viene caminando su escritura a lo largo de todo este La orilla del camino. El tiempo está siendo, mientras leo, el camino. ¿No lo es siempre?
Los últimos cuentos de La orilla del camino son de ciencia-ficción, que es como llamamos al futuro que escriben los literatos cuando escriben como si ya estuvieran instalados en él. Literatos como Emilio Gavilanes.
Mientras seguimos dudando dónde está la realidad, despido mi lectura (para ti) de La orilla del camino con dos preguntas. Dos preguntas que no me hago yo, dos preguntas que hace, se hace, nos hace su autor:
“¿Se suceden las cosas o sólo suceden?”
“¿Todo lo que pasa es indiferente?”
Ojalá supiera responderlas. Ojalá hubiera sabido plantearlas.
EMILIO GAVILANES | La orilla del camino | Pre-Textos. 2024. COMPRA ONLINE