viernes. 26.04.2024

Voy a hacer unas reflexiones sobre una serie de conceptos, que tienen con frecuencia un significa equívoco. Se trata de; caridad, tolerancia y empatía radical. Finalmente hablaré de “economía descalza”.

  1. CARIDAD
  2. TOLERANCIA
  3. EMPATÍA RADICAL
  4. CONOCIMIENTO Y ENTENDIMIENTO

CARIDAD

Empiezo por la “caridad”. Dicha palabra expresa una de las mayores tentaciones en contextos como el nuestro, ya que funciona como una gran excusa moral en la medida en que está bien visto donar a los que menos tienen. No obstante, esa acción políticamente correcta en la cultura neoliberal es la forma más eficaz de cristalizar y perpetuar las desigualdades de la actual sedimentación del capitalismo signada por la desposesión. La caridad, en los términos expresados  por Raventós & Wark en su libro “Contra la caridad”, al surcar cualquier alternativa igualitaria, supone la exclusión de las grandes mayorías del proceso de toma de decisiones sobre su destino.

El neoliberalismo en su fase actual supone la acumulación de dinero de un grupo cada vez más reducido. La caridad es perfectamente funcional a ese esquema que agudiza la desigualdad preexistente y, en consecuencia, obtura la libertad para las grandes mayorías a las que obliga a vivir pidiendo permiso. La caridad, entonces, es un dispositivo político de expropiación de la vida de muchas personas. La caridad nunca es ni será suficiente para erradicar la pobreza, la desigualdad o las injusticias, ni puede ser sustituta de las políticas públicas, porque no se basa en derechos, sino en la voluntad de quien tiene de ayudar a quien no tiene.  La caridad sirve para la blanquear las conciencias de algunos, pero las injusticias sociales se mantienen.

Al respecto me parece muy interesante el juicio sobre la caridad de Clement Attlee: “La caridad es una cosa fría, gris y sin amor. Si un hombre rico quiere ayudar a los pobres, debe pagar sus impuestos gustosamente y no repartir dinero a capricho”. Viene bien recordar el contexto histórico de Attle.  Fue el  gobierno laborista, el que puso en marcha el Estado de bienestar tras los destrozos de la II Guerra Mundial en el Reino Unido.

Los más destacados del Gobierno de Clement Attlee fueron Ernest Bevin, ministro de Exteriores; Nye Bevan, fundador de la Seguridad Social; y Herbert Morrison, el número dos de Attlee. Todos eran de origen obrero, y en sus inicios fueron peón agrícola, minero y dependiente en una tienda, respectivamente. Y sin formación académica fueron capaces de llevar a cabo políticas para el progreso de la gran mayoría de la sociedad. Luego las dinamitó una señora, sembrando el sufrimiento, la miseria y la desesperanza por doquier, por lo que una alcaldesa española tuvo la desvergüenza de condecorarla dedicándole una plaza en su ciudad "por su compromiso con la libertad", ¡que sabrá esta señora lo que es la libertad!

TOLERANCIA

En cuanto a la tolerancia. En su etimología, la palabra tolerar proviene del latín tolerāre — “soportar, aguantar, cargar, tolerar” —, y hace alusión a permitir algo indebido o incorrecto.   Es represiva y violenta, como señaló Marcuse y otros autores como Wendy Brown. Si yo “tolero” a alguien, es que tengo poder sobre esa persona. La aguanto. La veo como menos. Aunque se ha manipulado la palabra “tolerancia” y se ha disfrazado de “ética”, en realidad se utiliza para gestionar la presencia de lo que se considera inferior, despreciable o repugnante. Lejos de aliviar las desigualdades, como ocurre con la caridad, el concepto de tolerancia aumenta el racismo, la homofobia, el sexismo y otros tipos diversos de discriminación.

En lugar de tolerar las diferencias, hay que analizarlas, hablarlas, ver a quién sirven, quién las decide, mirar bien a qué se deben

Como escribe Clara Valverde Gefaell en su libro De la necropolítica neoliberal a la empatía radical, la tolerancia es un discurso político del poder para gobernar porque organiza la conducta, marca los cuerpos, los pone en su sitio y regula los posibles conflictos políticos. Cuando una persona o institución trata a una persona o grupo con tolerancia, no se habla de derechos civiles o jurídicos, se los deja a un lado y se intenta convencer de que el trato diferente  pero “tolerante” es algo moral, disfrazado de bondad y virtud que legitima y da poder al Estado y le añade una imagen “amable”.

La tolerancia en lugar de animar a realizar un análisis y a encontrar soluciones políticas, convierte las diferencias en problemas individuales. De la mujer que no puede compaginar el cuidado de sus hijos con el trabajo y que es “tolerada” por su jefe, se espera que busque su propia solución en su red familiar. Las diferencias que existen, en vez de ser vistas, nombradas y analizadas, se toleran por “caridad”, se individualizan y se relativizan, o se disfrazan de sentido común.

En lugar de tolerar las diferencias, hay que analizarlas, hablarlas, ver a quién sirven, quién las decide, mirar bien a qué se deben. Con el concepto de la tolerancia se enseña a los niños a aguantar, a ser “amables” y caritativos con los “inferiores”, con lo excluidos. Así se mantiene la exclusión. La tolerancia no es sino otra forma de condena. La tolerancia es incluso una forma más refinada de condena. Al decir que lo toleramos, seguimos considerándolo como diferente, y somos incapaces de construir una verdadera empatía. «Yo no quiero que nadie me tolere. Lo que sí quiero es que recorramos un camino juntos y abramos caminos para hacer una sociedad más libre».

EMPATÍA RADICAL

 En cuanto a la empatía radical es ponerte en el lugar del Otro, del que sufre y darte cuenta de que el Otro no es tan diferente de nosotros. La empatía es la capacidad de ponernos en la piel de otra persona, es el fundamento de las relaciones interpersonales. Es clave para el bienestar personal y para el bien común. La empatía nos permite intuir qué siente y piensa el Otro, sentirlo y pensarlo nosotros mismos y responder de manera solidaria. Actuar con empatía es mirar a la persona: sus ojos, sus gestos. No quedarse meramente en lo que dicen sus palabras. Oírlas verdaderamente, escuchando el sentir que late detrás de ellas. La clave de la empatía emocional es adentrarse en los sentimientos y las motivaciones de la otra persona.

Compartir un interés sincero por lo que transmite. La falsedad es fácil de detectar. Quien pretenda mostrar empatía sin sentirla de verdad, puede acabar provocando el efecto contrario: que la persona se sienta engañada. Reafirmar lo que la otra persona ha dicho, intentando ser lo más fieles posible, ayuda a que se sienta escuchada (“creo que estás diciendo que…”, “si no me equivoco, creo que sientes que…”).

Sólo puedes llegar aspirar a entender aquello de lo que te vuelves parte. Cuando perteneces, entiendes

Un proverbio de los indios norteamericanos decía: “no juzgues a una persona sin haber caminado varios kilómetros con sus mocasines”. Lo de los mocasines no ha de tomarse literalmente, pero está claro que no podemos entender a los demás sin participar de algún modo de su experiencia. Y mejor entenderemos su experiencia cuanta más claridad tengamos sobre la nuestra. Para entender qué sienten los demás, antes necesitamos entender qué sentimos nosotros.
En definitiva, la empatía radical es tomar conciencia de que uno es también el que duerme en el cajero, el que va a comer a Caritas. Las personas que no están en apuros hoy, los “incluidos”, la mayoría están en esta sociedad a poca distancia de ser excluidos y no se dan cuenta. Pueden cambiar de bando por una enfermedad, el paro, la ruina de un negocio… ¿Quién tiene la seguridad de no acabar un día durmiendo en un cajero o en un albergue municipal?

CONOCIMIENTO Y ENTENDIMIENTO

El pensamiento del economista chileno Manfred Max-Neef nos sirve para entender mejor el concepto de empatía radical., expresado en su libro,  Economía Descalza: Señales desde el Mundo Invisible.  Pude conocerlo a través de una entrevista realizada en noviembre de 2010, de la que reproduzco un pequeño fragmento.

En su primera respuesta explica el concepto de Economía Descalza“Es una metáfora surgida de una experiencia. Trabajé 10 años en áreas de pobreza extrema, en las sierras, en la jungla, en áreas urbanas de Latinoamérica. Un día estaba en una aldea indígena en la sierra de Perú. Un día horrible; había estado lloviendo todo el tiempo. Parado en una zona muy pobre y frente a mí estaba otro hombre parado sobre el lodo.  Nos miramos. Era un hombre de corta estatura, delgado, con hambre, desempleado, cinco hijos, una esposa y una abuela. Yo el refinado economista de Berkeley, maestro de Berkeley, etc. Nos mirábamos frente a frente y no supe qué decirle; todo mi lenguaje de economista era obsoleto. ¿Debería decirle que se pusiera feliz porque el PNB había subido un 5%? Era absurdo. Entonces descubrí que no tenía un lenguaje para ese ambiente y que debía inventar un idioma nuevo. Ese es el origen de la metáfora economía descalza, que, en concreto, significa la economía que un economista usa cuando se atreve a meterse en los barrios bajos. Los economistas estudian y analizan la pobreza desde sus oficinas lujosas, poseen todas las estadísticas, desarrollan todos los modelos y están convencidos de que saben todo lo que hay que saber sobre la pobreza. Pero ellos no entienden la pobreza. Ese es el gran problema. Y es también el motivo por el cual la pobreza aún existe. Esto cambió completamente mi vida como economista. Inventé un lenguaje coherente para esas condiciones de vida”.

¿Y cuál es ese idioma? “Sabemos muchísimo pero entendemos muy poco. Nunca en la historia de la humanidad ha habido tantos conocimientos como en los últimos cien años. Pero mira cómo estamos. ¿Para qué nos ha servido el conocimiento? El conocimiento no es suficiente. Carecemos de entendimiento.

La diferencia entre conocimiento y entendimiento es clara. Imagina que tú has estudiado todo lo que puedes estudiar desde una perspectiva teológica, sociológica, antropológica, bioquímica y biológica sobre el  amor. El resultado es que tú sabrás todo sobre el amor, pero tarde o temprano te vas a dar cuenta de que nunca entenderás el amor a menos de que te enamores. ¿Qué significa esto? Que sólo puedes llegar aspirar a entender aquello de lo que te vuelves parte. Cuando perteneces, entiendes. Yo entendí la pobreza porque estuve allí; viví, comí y dormí con ellos”.  Es la misma idea expresada  en el proverbio de los indios norteamericanos antes citado: “no juzgues a una persona sin haber caminado varios kilómetros con sus mocasines”.  No hay mejor definición para la empatía radical.

Sobre la caridad, la tolerancia y la empatía radical