jueves. 25.04.2024

Actualizado el 27 de junio de 2022

  1. Etimología
  2. Ira y agresión
  3. Una respuesta emocional
  4. Funciones adaptativas
  5. Formas de expresarla
  6. Crítica iracunda

Etimología

La palabra ira deriva etimológicamente de la latina ira (cólera, enojo).

De ahí también las palabras airar, iracundo y airado.

La palabra latina viene de la raíz indoeuropea eis (mover rápidamente, pasión) que dio ἱερός (hieros = sagrado) en griego y de ahí las palabras jerarquía y jeroglífico.

Ira y agresión

En 1970, el psicólogo Paul Ekman (considerado como uno de los psicólogos más destacados del siglo XX) identificó lo que hasta hoy se han considerado las 6 emociones básicas: la alegría, la tristeza, el miedo, el asco, la sorpresa y la ira.

Habitualmente la ira se considera un concepto más primario que la dualidad hostilidad/agresión.

Esta dualidad implica la experiencia frecuente de sentimientos de ira, pero tiene también otras connotaciones como el hecho de que la persona hostil tiene otros comportamientos añadidos como la mezquindad, el rencor y la agresividad.

Mientras que la ira hace referencia más a sentimientos, los conceptos de hostilidad y agresión se utilizan para aludir a formas de comportamientos negativos con conductas destructivas y de castigo.

No obstante, la relación entre la ira y la agresión no está del todo clara, y en ocasiones, la agresión ha sido considerada como expresión de la ira, pero en otros casos puede servir como función nuclear o instrumental.

Una respuesta emocional

La ira ha sido entendida no sólo como una respuesta distinta a la agresión sino también como una respuesta emocional completa en sí misma, lo que significa que la ira no siempre haya de llevar inevitablemente a la agresión.

En cualquier caso, desde una perspectiva funcionalista, la ira es vista como una emoción que se ha desarrollado para perfeccionar la adaptación y supervivencia de la especie.

Funciones adaptativas

La ira tiene una variedad de funciones adaptativas, que incluyen la organización y regulación de procesos internos psicológicos y fisiológicos relacionados con la autodefensa, a la vez que la regulación de conductas interpersonales y sociales. 

La ira, por sí sola, puede servir a importantes funciones, indicando que la expresión de la ira puede prevenir una agresión, aunque en realidad, la función directa de la ira es la de favorecer y mantener altos niveles de energía.

Así, la ira prepara al organismo para iniciar y mantener intensos niveles de activación focalizada y dirigida hacia una meta como parte de la respuesta de supervivencia de la "lucha". Esto se debe a la movilización del sistema nervioso simpático que busca restablecer la homeostasis de nuestro medio interno.

Esta emoción tiene una gran repercusión para nuestro bienestar bio-psico-social. 

Formas de expresarla

Hay tres formas de expresarla: 

la supresión (no expresarla nunca),
la expresión (hacerlo habitualmente)
y el control (decidir si se expresa o no
), siendo esta última la más adaptativa.

Ira interna

La supresión tiende a producir la llamada Ira Internaque está muy asociada al desarrollo de trastornos psicosomáticos, sobre todo digestivos y cardiovasculares, ya que toda la energía que se moviliza no encuentra ninguna vía de canalización y permanece dentro de la persona, pudiendo dañar a largo plazo sus órganos, aparatos y sistemas internos.

Ira externa

La expresión, lleva a la llamada Ira Externa, que es más saludable para el organismo, pero a nivel social, repercute muy negativamente en las relaciones interpersonales.

Si aparece esta ira externa, según Mergargee, está determinada por cuatro factores que a su vez interactúan con la intensidad de la respuesta.

En primer lugar, la potencialidad para la agresión: los factores internos que hacen que el individuo ataque físicamente a alguien.

En segundo lugar, la intensidad del hábito: cuantas más veces se haya visto reforzada la conducta agresiva persiguiendo su objetivo, más tendencia se tendrá a desarrollarla.

En tercer lugar: las inhibiciones contra la agresión: dependiendo del contexto educativo donde se haya desarrollado la persona, puede haberse visto mal la agresividad y por tanto sancionada, o por el contrario, haberse legitimado como necesaria.

Finalmente, el ambiente favorece o inhibe: por ejemplo, los partidos de fútbol pueden ser contextos donde se favorezca la agresión hacia el árbitro o al otro equipo, por la influencia grupal de un sector ultra, aunque sea minoritario en el estadio.

Crítica iracunda

También resaltar que las personas que están criticando todo el tiempo y a todas las personas de manera iracunda, claramente no han aprendido a expresar este sentimiento de manera constructiva. 

Por eso, no es probable que tengan éxito en sus relaciones personales, si no aprenden bien por su propia experiencia o bien por la ayuda profesional, a controlar tanto su conducta externa como su tensión interna.

Por último, compartir esta reflexión de Séneca:

“La ira: un ácido que hace más daño al recipiente en el que se almacena que en cualquier cosa sobre la que se vierte”.

La ira, una respuesta emocional y adaptativa