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La película “Justicia Artificial” pasó por Shangai y está en los cines, pero también se ha dejado ver en el 72. Zinemaldi y el público ha podido mantener un coloquio con su equipo al completo. El planteamiento es la convocatoria de un referéndum para implantar un sistema judicial donde los algoritmos no hagan meras recomendaciones y sustituyan a los humanos en la impartición de justicia.
Pese a querer dejar la cuestión abierta y mantener una exquisita neutralidad, lo cierto es que al espectador le queda bastante claro cuál es la postura de sus artífices. Hay una página donde cabe votar en ese hipotético referéndum. ¿Acaso no convendría eliminar el factor humano y despolitizar la judicatura? Planteado en esos términos resulta difícil no suscribir semejante objetivo.
El planteamiento es la convocatoria de un referéndum para implantar un sistema judicial donde los algoritmos sustituyan a los humanos en la impartición de justicia
El problema es que los intereses económicos y las banderías políticas pueden contaminar esa presunta objetividad. La protagonista es una jueza con criterio propio que prefiere no seguir las pautas del algoritmo al pie de la letra. Otro tanto sucede con la esfera sanitaria o educativas. ¿No serías más precisos los diagnósticos y tratamientos confiándolos a la IA? ¿Habría evaluaciones de todo tipo sin sesgos?
Obviamente no podremos prescindir de una herramienta con semejante potencial. Pero la cuestión es cómo utilizarla y con qué finalidad. Los dilemas éticos no se deberían dejar en manos de una máquina. Más vale un error humano que los presuntos aciertos del sistema operativo de turno. Cuando delegamos nuestra responsabilidad, sencillamente dejamos de ser humanos para convertirnos en robots movidos por ciertos resortes que obedecen a una u otra programación.
Cuando delegamos nuestra responsabilidad, sencillamente dejamos de ser humanos para convertirnos en robots movidos por ciertos resortes
No somos infalibles y por eso aprendemos de nuestros errores. Tampoco somos objetivos ni capaces de predecir el porvenir. Pronosticar nuestro comportamiento en función de nuestros hábitos pasados es desnaturalizarnos. Nuestra grandeza consiste justo en poder cambiar de tercio e improvisar contra todo pronóstico.
Estamos ante un guion muy bien construido y una película maravillosamente interpretada que trata un tema de lo más candente. Deberían pensar en una segunda parte o hacer una serie que pudiera tomar el pulso a los vertiginosos avances de algo tan volátil como la IA.